El torbellino que ha cambiado la pol¨ªtica estadounidense
El trumpismo, un fen¨®meno creado durante a?os en la telerrealidad, a un paso de la Casa Blanca
La campa?a de Donald Trump no comenz¨® en verano de 2015, cuando anunci¨® su candidatura y asombr¨® a medio mundo prometiendo un muro en la frontera con M¨¦xico para evitar la entrada de ¡°violadores¡±. Entonces, Trump solo se hizo viral internacionalmente. El trumpismo, en Estados Unidos, naci¨® mucho antes, y fue en la televisi¨®n, en un concurso de talento El Aprendiz, donde el empresario ejerci¨® durante 14 temporadas el papel de ogro. Era el tipo duro, el que disparaba la audiencia cuanto m¨¢s agresivo resultaba. ¡°?Est¨¢s despedido!¡±, se convirti¨® en su coletilla.
Mucho antes de estas presidenciales, de que las barrabasadas de Trump se convirtieran en noticia permanente, millones de americanos que segu¨ªan el programa ya estaban seducidos por ese famoso empresario neoyorquino con fama que de decir -sin anestesia- lo que nadie m¨¢s se atrev¨ªa. Las redes sociales conservan incontables fragmentos del programa en el que no es dif¨ªcil reconocer al candidato presidencial, el del hombre fuerte y franco, duro pero justo, el jefe de batall¨®n en el que uno querr¨ªa servir si las cosas se ponen feas.
As¨ª que Trump lleg¨® a la carrera electoral con la popularidad ya ganada. Rico constructor metido en pol¨ªtica, adicto a la televisi¨®n y con fama de campechano, de hombre llano pese a tenerlo todo. Fotografiado con frecuencia con bellezas de Miss Universo, concurso del que tuvo los derechos. En Espa?a, ser¨ªa f¨¢cil acordarse de la imagen del empresario Jes¨²s Gil y Gil, ante las c¨¢maras, en un jacuzzi, rodeado de modelos.
Entr¨® en la carrera presidencial como un hurac¨¢n. A lo largo de este a?o y medio, ha sacudido los cimientos del Partido Republicano, con simpat¨ªas inauditas hacia el l¨ªder ruso, Vlad¨ªmir Putin, su giro proteccionista en comercio o su enfrentamiento con la familia de un militar musulm¨¢n muerto en combate. Caus¨® estupor al insultar a los inmigrantes irregulares o jactarse de no pagar impuestos. De todo sali¨® ¨Cseg¨²n mostraban los sondeos- m¨¢s o menos indemne. ¡°Yo podr¨ªa disparar a alguien en la Quinta Avenida y no perder¨ªa ni un voto¡±, se jact¨® en enero. Y despu¨¦s arras¨® en las primarias republicanas ante una decena de rivales.
Nadie, ni su partido ni sus allegados, lo han logrado domesticar en toda la campa?a. The New York Times public¨® este domingo que los asistentes le han cortado el acceso directo a Twitter, una fuente de problemas durante todo este tiempo, ya que publicaba mensajes sin filtro previo en los que lanz¨® insultos y lleg¨® a enfrentarse directamente a figuras importantes de de su partido.
Hay un momento de ruptura. Su punto m¨¢s bajo lleg¨® al presumir ¨Cen un v¨ªdeo de 2005, aparecido en octubre- de manosear a las mujeres sin su consentimiento. Luego remont¨® en las encuestas, pero el esp¨ªritu de Trump no ha vuelto a ser el mismo, est¨¢ m¨¢s serio, menos triunfalista. S¨ª mantuvo el tono falt¨®n e insurgente -llam¨® ¡°asquerosa¡± a Hillary Clinton en un debate y puso en duda si aceptar¨ªa el resultado electoral en caso de perder esta noche-, pero en los ¨²ltimos d¨ªas se ha ce?ido al guion de su discurso, casi inmutable ciudad por ciudad, y no ha dado ninguno de sus titulares sonados. Algunos analistas dicen que est¨¢ preocupado, ansioso, al tipo que puso de moda el ¡°Est¨¢s despedido¡± le costar¨ªa digerir una derrota.
El episodio del v¨ªdeo machista lo separ¨® ya definitivamente de su partido y la recta final de la campa?a se ha caracterizado por su soledad. Ninguna figura importante de su partido le apoya, pero tiene al p¨²blico conservador. En los m¨ªtines, es adorado.
Ha sido tan abrumador en protagonismo de Trump en esta campa?a, que las elecciones se han convertido en una suerte de plebiscito del personaje y su modelo. Se ha analizado poco si Clinton es o no la presidenta que Estados Unidos necesita, la cuesti¨®n es ¨¦l: Trump s¨ª, Trump no. La batalla de la audiencia ya est¨¢ ganada.?
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