Donald Trump, elegido presidente de Estados Unidos
El magnate llega a la Casa Blanca con el apoyo masivo de los electores blancos descontentos con las ¨¦lites
El republicano Donald Trump ha conmocionado a medio Estados Unidos y al mundo entero al derrotar a la dem¨®crata Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Trump, un populista con un discurso xen¨®fobo y antisistema, ser¨¢ el pr¨®ximo presidente de Estados Unidos. Con el apoyo masivo de los estadounidenses blancos descontentos con las ¨¦lites pol¨ªticas y econ¨®micas, e inquietos por cambios demogr¨¢ficos acelerados, Trump rompi¨® los pron¨®sticos de los sondeos y logr¨® una victoria que aboca a su pa¨ªs a lo desconocido. Nadie como Trump supo entender el hartazgo con el establishment, con el que se identificaba a Clinton. La ola populista global ha llegado a la Casa Blanca. El actual presidente, Barack Obama, ha llamado ya a Trump para felicitarle e invitarle a la Casa Blanca el jueves para iniciar la transici¨®n en el cargo.
"Los hombres y mujeres olvidados de nuestro pa¨ªs ya no ser¨¢n olvidados", dijo Donald Trump en su discurso de la victoria, en Nueva York. El presidente electo, que debe jurar el cargo el 20 de enero, elogi¨® a Clinton y dijo que es el momento de curar las divisiones del pa¨ªs.
Clinton no pronunci¨® el tradicional discurso de aceptaci¨®n de la derrota, y felicit¨® a Trump por tel¨¦fono.
El mundo esperaba ver a la primera mujer en?la presidencia de EE UU, despu¨¦s de tener a un presidente afroamericano. Ocurri¨® lo inesperado. Los votantes eligieron a un demagogo, un hombre que ha reavivado algunas de las tradiciones m¨¢s oscuras del pa¨ªs, que ha colocado en el centro del discurso pol¨ªtico el insulto y la descalificaci¨®n, un admirador de Vlad¨ªmir Putin que amaga con reformular las alianzas internacionales de EE UU y lanzar un desaf¨ªo al vecino del sur, M¨¦xico.
De norte a sur, de este a oeste, en Estados que votaron al presidente dem¨®crata, Barack Obama, en 2008 y 2012, y en Estados republicanos, del tsunami de Donald Trump, una combinaci¨®n de voto rural y voto obrero blanco, barri¨® con las estrategias sofisticadas de la campa?a dem¨®crata y anul¨® el efecto del voto latino y de las minor¨ªas por Clinton.
A medida que llegaban los resultados en los Estados clave y Trump sumaba victoria tras victoria, se disparaba el desconcierto de los especialistas en sondeos, de los estrategas dem¨®cratas, los mercados financieros y las canciller¨ªas occidentales. La victoria en Florida, Estado que el presidente Barack Obama, dem¨®crata como Clinton, gan¨® dos veces, abri¨® la v¨ªa para la victoria de un magnate inmobiliario y estrella de la telerrealidad que ha sacudido los cimientos de la pol¨ªtica tradicional. Trump gan¨® despu¨¦s en Carolina del Norte, en Ohio y Pensilvania, entre otros Estados que Clinton necesitaba para ganar.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca puede suponer una ruptura con algunas tradiciones democr¨¢ticas de EE UU como es el respeto a las minor¨ªas y con la tranquila alternancia entre gobernantes que discrepaban de su visi¨®n del pa¨ªs, pero no en los valores fundamentales que le han sostenido desde su fundaci¨®n.
Trump, que ha prometido construir un muro en la frontera con M¨¦xico y prohibir la entrada de musulmanes a EE UU, ha demostrado que un hombre pr¨¢cticamente solo, contra todo y contra todos, y sin depender de donantes multimillonarios, es capaz de llegar a la sala de mandos del poder mundial. A partir del 20 de enero, all¨ª tendr¨¢ al alcance de la mano la maleta con los c¨®digos nucleares y controlar¨¢ las fuerzas armadas m¨¢s letales de planeta, adem¨¢s de disponer de un p¨²lpito ¨²nico para dirigirse su pa¨ªs y marcar la agenda mundial. Desde la Casa Blanca podr¨¢ lanzarse, si cumple sus promesas, a batallas con pa¨ªses vecinos como M¨¦xico, al que quiere obligar a sufragar el muro. M¨¦xico, vecino y hasta ahora amigo de EE UU, ser¨¢ el primero en la agenda del presidente Donald Trump.
El republicano ha desmentido a todos los que desde hac¨ªa medio a?o pronosticaban su derrota. Ha derrotado a los Clinton, la familia m¨¢s poderosa de la pol¨ªtica estadounidense en las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, si se except¨²a a otra familia, los republicanos Bush, que tambi¨¦n se opon¨ªan a ¨¦l. Se enfrent¨® al aparato de su propio partido, a los medios de comunicaci¨®n, a Wall Street, a las grandes capitales europeas y latinoamericanas y a las organizaciones internacionales como la OTAN.
Su m¨¦rito consisti¨® en entender el malestar de los estadounidenses v¨ªctimas del vendaval de la globalizaci¨®n, las clases medias que no han dejado de perder poder adquisitivo en las ¨²ltimas d¨¦cadas, los que han visto c¨®mo la Gran Recesi¨®n paralizaba el ascensor social, los que asisten desconcertados a los cambios demogr¨¢ficos y sociales en un pa¨ªs cuyas ¨¦lites pol¨ªticas y econ¨®micas les ignoran. Los blancos de clase trabajadora ¡ªuna minor¨ªa antiguamente dem¨®crata que compite con otras minor¨ªas como los latinos o los negros pero que carece de un estatus social de v¨ªctima¡ª han encontrado en Donald Trump al hombre providencial. Tambi¨¦n la corriente racista que existe en el pa¨ªs de la esclavitud y la segregaci¨®n hall¨® en Trump un l¨ªder a medida.
Trump pronostic¨® durante la campa?a un Brexit multiplicado por cinco, en alusi¨®n a la decisi¨®n de Gran Breta?a, en refer¨¦ndum, de salir de la Uni¨®n Europea. Y se ha cumplido. La furia populista a ambos lados del Atl¨¢ntico consigue as¨ª su mayor victoria. El golpe se dirige a las ¨¦lites estadounidenses y globales. Y es una prueba de que tiempos de incertidumbre son el caldo de cultivo id¨®neo para los l¨ªderes? con los sensores para identificar los temores de la sociedad y con un mensaje simplificador que identifique al enemigo interno y externo.
Los interminables esc¨¢ndalos, reales o inventados, de Clinton lastraron su candidatura. Pocos pol¨ªticos se identificaban tanto con las ¨¦lites como ella. A fin de cuentas, es la esposa de un presidente y EE UU, una rep¨²blica fundada contra las dinast¨ªas, ya tuvo suficiente con los presidentes Bush padre e hijo.
Los estadounidenses quer¨ªan probar algo distinto, y en un a?o de cambio, despu¨¦s de ocho con un dem¨®crata en la Casa Blanca, no hab¨ªa candidato m¨¢s nuevo que Donald Trump. Ninguno representaba mejor que ¨¦l un pu?etazo al sistema, el intento de hacer borr¨®n y cuenta nueva con la clase pol¨ªtica de uno y otro partido. No importaron sus salidas de tono constante, ni sus mentiras, ni sus ofensas a los excombatientes, ni sus declaraciones machistas. No import¨® que EE UU tuviese un presidente popular del mismo partido dem¨®crata, ni que la econom¨ªa hubiese crecido a ritmo sostenido en los ¨²ltimos a?os y el desempleo se hubiese reducido a niveles de plena ocupaci¨®n.
La victoria del republicano deja una sociedad fracturada. Las minor¨ªas, las mujeres, los extranjeros que se han sentido insultadas por Trump deber¨¢n acostumbrarse a verlo como presidente. Tambi¨¦n deja una sociedad con miedo. El presidente electo ha prometido deportar a los 11 millones de inmigrantes sin papeles, una operaci¨®n log¨ªstica con precedentes hist¨®ricos siniestros. El veto a la entrada de los musulmanes vulnera los principios de igualdad consagrados en la Constituci¨®n de EE UU.
Su inexperiencia y escasa preparaci¨®n alimentan la inc¨®gnita sobre c¨®mo gobernar¨¢. Una teor¨ªa es que una vez en el despacho oval se moderara y que, de todos modos, el sistema de contrapoderes frene cualquier af¨¢n autoritario. La otra es que, aunque este pa¨ªs no haya experimentado un r¨¦gimen dictatorial en el pasado, las proclamas de Donald Trump en campa?a auguran una deriva autoritaria.
Hay momentos en los que las grandes naciones dan giro brusco. Cuando se trata de Estados Unidos de Am¨¦rica, el giro afecta a toda la humanidad. El 8 de noviembre de 2016 puede pasar a la historia como uno de estos momentos.
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