El ¨²ltimo rey de Am¨¦rica
Julio Pinedo, descendiente de esclavos, es el monarca de los afrobolivianos desde 1992
Son las ocho de la ma?ana. Los rayos de sol no logran penetrar la espesa neblina que cubre las verdes laderas, precipicios, r¨ªos, cascadas y una exuberante vegetaci¨®n que rodea Mururata, en la regi¨®n de Los Yungas (noroeste de La Paz). Lejos de las tribulaciones de la sede de Gobierno y la jungla de cemento vive Julio Pinedo, rey de los afrobolivianos, reconocido descendiente de un monarca congole?o tra¨ªdo como esclavo a Bolivia por los espa?oles en 1820.
A 50 metros de la plaza principal del pueblo est¨¢ la casa de Pinedo. Ah¨ª vive con su esposa, Ang¨¦lica Larrea ¡ªla reina afroboliviana¡ª, y con su hijo Rolando, el pr¨ªncipe heredero. En la planta baja de su hogar tienen una tienda en la que venden, entre otras cosas, pl¨¢tanos, latas de sardinas, aceite o refrescos. Pinedo, de 74 a?os, ha trabajado toda su vida como agricultor. No lleva corona ni capa: esa indumentaria la guarda para ocasiones especiales. Estos d¨ªas est¨¢ construyendo una vivienda social cerca de su casa, como parte de un programa estatal. Trabaja de lunes a s¨¢bado de ocho a seis, por lo que ya llega tarde a su jornada laboral.
Sentado a la mesa, aparta su taza de caf¨¦ tinto y un pan que iba a desayunar. Con el rostro sereno, cede unos minutos de su tiempo para contar su historia. ¡°El rey Bonifacio era mi abuelo. A nuestros antepasados los han tra¨ªdo para trabajar en las minas de Potos¨ª [suroeste del pa¨ªs]. Despu¨¦s, los trajeron a la zona de Los Yungas, donde fueron vendidos a los due?os de las haciendas¡±, recuerda.
Su ancestro fue el pr¨ªncipe Uchicho, de origen Kikongo. Lleg¨® a Bolivia hacia 1820, en uno de los ¨²ltimos contingentes de esclavos, y terminar¨ªa trabajando en la Hacienda del Marqu¨¦s de Pinedo, del cual adoptaron su apellido. Lo coronaron en 1832. Al monarca lo sucedi¨® Bonifaz. Despu¨¦s llegar¨ªan Jos¨¦ y Bonifacio, este ¨²ltimo coronado en 1932. ¡°Mi abuelo era una persona muy buena. Nos quer¨ªa mucho a mi hermano y a m¨ª, pero era muy estricto¡±, rememora.
El linaje real de los Pinedo qued¨® en el aire muchos a?os. Despu¨¦s de la muerte de Bonifacio, en 1954, no fue hasta 1992 que pudo reclamar el t¨ªtulo, cuando fue entronizado por su pueblo. En 2007, el Gobierno de La Paz volvi¨® a coronarlo. Finalmente, en 2009, con la nueva Carta Magna, los bolivianos de ascendencia africana fueron reconocidos como uno de los 36 pueblos originarios del pa¨ªs andino, con lo que tambi¨¦n le dieron valor a sus costumbres y tradiciones, entre ellas su propio reinado tradicional ancestral.
La figura de Pinedo es reconocida entre su pueblo, aunque como autoridad simb¨®lica y no pol¨ªtica. Su existencia los remonta a sus ra¨ªces y a su pasado. El rey es parco con las palabras, pero aun as¨ª muestra su disentimiento respecto a la desorganizaci¨®n de los afrobolivianos: ¡°Con un mayor esfuerzo de todos, yo podr¨ªa hacerlo mejor como representante¡±.
Hasta la Revoluci¨®n Nacional de 1952, los afrobolivianos viv¨ªan en condiciones semifeudales. Tras ser reconocidos por el Estado, en 2012 fueron incluidos por primera vez en el censo. Hoy se estima que hay m¨¢s de 26.000 en un pa¨ªs de m¨¢s de 10 millones de habitantes. ¡°Se ha avanzado mucho. Los afros estamos siendo tomados en cuenta y estamos en lugares en los que se toman decisiones importantes¡±, dice Ancelma Perlacios, la primera senadora afroboliviana. Dice que el reconocimiento a las ra¨ªces de Julio Pinedo lo es tambi¨¦n para el pueblo afroboliviano y que ¡°significa mucho¡±.
?Tanto la senadora como el rey creen que todav¨ªa se debe trabajar para que sus iguales tengan mayor reconocimiento y protecci¨®n del Estado. Y no solo para ellos, tambi¨¦n para los ind¨ªgenas, que representan m¨¢s del 41% de la poblaci¨®n. Sin embargo, Pinedo no es tan positivo: "El racismo y la discriminaci¨®n nunca van a desaparecer en Bolivia. Entre los mestizos, el ind¨ªgena y los negros, cada uno lleva su parte. Siempre nos estamos empujando". Con esa ¨²ltima reflexi¨®n se disculpa y se despide cordialmente. La conversaci¨®n se ha alargado y ya debe irse a trabajar a la construcci¨®n. Otra jornada aguarda para el ¨²ltimo monarca de Am¨¦rica.
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