Apuntes de una elecci¨®n
Trump no gan¨®; perdieron Obama y los Clinton
Es muy reciente. Los datos est¨¢n crudos y darle sentido a esta elecci¨®n tomar¨¢ tiempo. De ah¨ª que aqu¨ª solo haya apuntes¡ªhip¨®tesis, dudas y preguntas. Las certezas, que son pocas, invitan sus consiguientes especulaciones e interpretaciones sobre el futuro. Todo esto dicho el ¡°lunes¡±, adem¨¢s, con el batacazo del domingo en la mano y los errores del zaguero central repetidos en la televisi¨®n infinitas veces. As¨ª cualquiera.
La carta de Comey, director del FBI, sobre los correos electr¨®nicos cambi¨® la din¨¢mica a solo once d¨ªas de la elecci¨®n. Las vulnerabilidades de Hillary Clinton se exacerbaron tal vez como nunca antes. No hab¨ªa tiempo. Adem¨¢s de acortar la distancia, dicha carta puso en descubierto su desesperaci¨®n. Tanta que la principal respuesta fue meter a Obama de lleno en la campa?a.
M¨¢s que eso: Obama se puso la campa?a al hombro, transform¨¢ndola casi en una cuesti¨®n personal, un verdadero refer¨¦ndum sobre su presidencia. Como en los tantos actos de Carolina del Norte, estado que gan¨® en 2008 y perdi¨® en 2012, a pesar de haber hecho la convenci¨®n en Charlotte, la ciudad m¨¢s importante. Tal vez afloraron sus propias cuentas pendientes. Trump dif¨ªcilmente sea el ¨²nico pol¨ªtico con un narcisismo importante.
Si la idea de un refer¨¦ndum fue un error¡ªla imagen positiva y los votos rara vez son transferibles de un pol¨ªtico a otro, especialmente en los presidencialismos¡ªpues el cierre de campa?a en Filadelfia el lunes 7 fue un virtual suicidio pol¨ªtico. Que no es lo mismo que un suicidio pol¨ªtico virtual, ya que fue muy real. El escenario fue dominado por el matrimonio Obama, figuras con m¨¢s carisma que Hillary Clinton, y por Bill Clinton, a quien adem¨¢s le dieron el micr¨®fono. Doble error: Bill Clinton hace mucho tiempo que resta en la pol¨ªtica. Al Gore lo sabe desde el a?o 2000.
Para cuando ingres¨® Hillary Clinton como figura estelar, ya era un n¨²mero de relleno: la audiencia estaba saturada de tantos presidentes. Su candidatura termin¨® siendo presentada como un tercer per¨ªodo, no de uno sino de dos expresidentes. El problema es que el tercer per¨ªodo de un mismo partido ha desaparecido de la pol¨ªtica estadounidense. La sociedad lo rechaza, un dato duro que los encuestadores¡ªcriticados sin demasiado fundamento hoy¡ªhan mostrado sistem¨¢ticamente.
La candidatura de Hillary Clinton termin¨® presentada como un tercer per¨ªodo, no de uno sino de dos expresidentes; una imagen vieja, 16 a?os vieja.
El ¨²ltimo tercer per¨ªodo fue de Reagan a George H. W. Bush en 1988. La mayor¨ªa del electorado no lo recuerda o no hab¨ªa nacido. De pronto la imagen Dem¨®crata fue una imagen vieja; 16 a?os vieja, para ser precisos, una mala noticia en una elecci¨®n. La palabra ¡°cambio¡±, de inmenso poder electoral, fue propiedad exclusiva de Trump.
Los datos abruman, hay que procesarlos m¨¢s para tener un retrato preciso. Sin embargo, los encuestadores no estuvieron tan errados como se dice por ah¨ª. En la ma?ana de la elecci¨®n nos sorprendieron con un mapa que mostraba 15 estados indecisos, es decir, que pod¨ªan ir para cualquier lado. Y tuvieron raz¨®n. Fue sin precedentes: la tendencia hist¨®rica era de 5 ¨® 6. El camino de Clinton a la victoria era m¨¢s ancho que el de Trump, pero tambi¨¦n con un nivel de incertidumbre tres veces m¨¢s alto que el habitual.
Ello sugiere una elecci¨®n con realineamiento, se ver¨¢ si perdura o si ha sido solo en 2016. Es decir, un realineamiento gobernado por la volatilidad. Comienza a tener explicaci¨®n, entonces, que Hillary Clinton perdiera 6 millones de los votos de Obama y que Trump perdiera 1 mill¨®n de los de Romney. No hubo tal polarizaci¨®n; el votante de Sanders parece haberse quedado en casa el martes 8. Apat¨ªa y abstenci¨®n, en definitiva, capturan mejor lo ocurrido. En tales escenarios el primer voto que se pierde es el del ¡°votante medio¡±, aquel moderado que elije candidatos de centro.?
Conociendo el final de la historia, cobra sentido aquello de que Sanders podr¨ªa haber vencido a Trump. Habr¨ªa que desagregar esos 6 millones de votos menos a nivel de distrito. Ello porque all¨ª deben estar tambi¨¦n los de la clase obrera sindicalizada del Medio Oeste¡ªhist¨®ricamente Dem¨®crata¡ªy que explicar¨ªan el resultado de Pennsylvania, Ohio, Michigan y Wisconsin, el supuesto muro azul. En tres de ellos la diferencia a favor de Trump fue de 1 por ciento.
Pero son hip¨®tesis. Una candidatura de Sanders tambi¨¦n podr¨ªa haber activado al electorado conservador, materializando la polarizaci¨®n que finalmente no ocurri¨®. Es un contra f¨¢ctico que de todas maneras sirve para desbancar el mito de la m¨¢quina electoral marca Clinton. El verdadero enfado de quienes salieron a protestar por la elecci¨®n de Trump es con su propio partido. Ello sobre todo si se tiene en cuenta que en su discurso de derrota¡ªthe consession¡ªHillary Clinton les hizo saber que no pensaba marcharse a su casa. Ni mucho menos, m¨¢s all¨¢ del solemne color p¨²rpura.
La polarizaci¨®n que s¨ª ocurri¨®, sin embargo, fue la rural-urbana, m¨¢s pronunciada elecci¨®n tras elecci¨®n. Alcanza con ver el mapa electoral desagregado por distritos, con puntos azules en las costas y de Chicago al sur en el valle del Mississippi, y rojo en el resto del pa¨ªs. Trump no gan¨® ninguna ciudad con m¨¢s de un mill¨®n de habitantes.
?La propia idea de democracia est¨¢ en crisis, y no solo en Estados Unidos. EL liberalismo est¨¢ en un coma profundo y sin ¨¦l no puede haber democracia. Andrew Jackson y la concentraci¨®n del poder han derrotado a James Madison y la dispersi¨®n del mismo, estrepitosamente
No es ingreso ni empleo, ni tampoco desigualdad, entonces, ya que el salario sigue atras¨¢ndose en las ciudades tanto como en el campo. Es mejor ir por el lado de status social y normas culturales. Es el pa¨ªs del iPhone y Uber versus el pa¨ªs de la Smith & Wesson y la Ford F-150; el pa¨ªs cosmopolita contra el nativismo; el pa¨ªs de los que tienen pasaporte¡ªel 48 por ciento de la poblaci¨®n¡ªversus el que no tiene el m¨ªnimo inter¨¦s en lo que ocurre en el mundo. Es como leer la sociolog¨ªa de los a?os sesenta: un pa¨ªs dual se consolida con la modernizaci¨®n y la brecha se ensancha hoy. Tiempos dif¨ªciles para la democracia.
La imagen de los incesantes conflictos identitarios surge de las encuestas a boca de urna: el racismo como la principal variable explicativa. Tal vez otra raz¨®n por la cual el refer¨¦ndum de Obama haya sido una mala idea. Un mundo de contradicciones en el que 40 por ciento de las mujeres votaron por Trump y los latinos reprodujeron el patr¨®n hist¨®rico de un tercio Republicano y dos tercios Dem¨®cratas. Para mayor ¡°anomal¨ªa¡±: Trump obtuvo dos puntos porcentuales m¨¢s de voto latino que Romney en 2012. Todo ello lejos del 75 por ciento pronosticado en favor de Clinton y que le habr¨ªa dado la victoria. Es el derrumbe de varios mitos.
Habr¨¢ una ¡°Administraci¨®n Trump¡±, con su universo de incertidumbres y la volatilidad de su personalidad. El mundo se pregunta si impondr¨¢ aranceles a China, si habr¨¢ represalias y guerras comerciales, y si ello desplomar¨¢ la inversi¨®n. Europa adem¨¢s agoniza sobre el futuro de la OTAN. Del B¨¢ltico a los Balcanes, la Europa postcomunista observa con p¨¢nico.
Los latinoamericanos (y canadienses) temen por el futuro de NAFTA, y por a?adidura por los otros cinco acuerdos comerciales existentes. La xenofobia anti-inmigrante podr¨ªa reducir las remesas, principal fuente de divisas en muchos pa¨ªses de la regi¨®n; la mayor¨ªa, de hecho. El efecto Trump debe sumarse al agotamiento del s¨²per ciclo de las commodities.
Dentro de Estados Unidos es plausible pensar un pa¨ªs como el de los sesenta, una sociedad conflictiva pero con una cierta imagen especular. O sea, en los sesenta el movimiento por los derechos civiles luchaba por sus reivindicaciones y los estudiantes radicalizados ocupaban las universidades en protesta por Vietnam. Hoy los empoderados son los nativistas, con su reacci¨®n xen¨®foba y racista, mientras que los ¡°indignados americanos¡±, la base de Sanders, se siente traicionada.
El pron¨®stico meteorol¨®gico habla de conflicto y conflicto en la calle. El nombre de Giulani en el Departamento de Justicia augura un Estado fuerte y duro, una dosis de McCarthy mezclada con J. Edgar Hoover, es decir, erosi¨®n de las garant¨ªas y derechos constitucionales. Introd¨²zcase en la receta dos, tal vez tres, nuevos jueces en la Corte Suprema. Por ponerlo en t¨¦rminos del constitucionalismo americano, Andrew Jackson y la concentraci¨®n del poder han derrotado a James Madison y la dispersi¨®n del mismo, estrepitosamente.
Es la propia idea democr¨¢tica que est¨¢ en crisis y no solo en Estados Unidos. No es la primera vez, sucedi¨® en la entre guerra europea, donde colaps¨® bajo el fascismo y el comunismo, y sufri¨® en los setenta, con la respuesta conservadora a la radicalizaci¨®n de los sesenta. La democracia todav¨ªa vive pero no goza de buena salud. Est¨¢ mejor que en los treinta, pero mucho peor que en los setenta. El problema es que el liberalismo est¨¢ en un coma profundo, y sin ¨¦l no puede haber democracia.
?A ajustarse el cintur¨®n! Habr¨¢ turbulencia en este vuelo de regreso a la pol¨ªtica dura. El internacionalismo liberal de los noventa fue promisorio, pero ef¨ªmero y muy lejano en el tiempo. De hecho, ocurri¨® en el siglo anterior.
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