Donde Trump es Superman
En el club de golf del magnate su nombre se repite desde las servilletas hasta las papeleras
Miami, s¨¢bado.
Trump National Doral ¨Cdice, sobre flores rojas, bajo verdes palmeras, el letrero que hay a la entrada¨C. Primero Trump. Despu¨¦s National. Despu¨¦s Doral.
Grabado en m¨¢rmol. Porque el presidente electo de EE UU ama el m¨¢rmol.
Trump compr¨® en 2012 este conjunto de hotel y campos de golf de 323 hect¨¢reas por 150 millones de d¨®lares y ha gastado 250 m¨¢s en renovarlo. La inversi¨®n en campos de golf ha sido una de sus apuestas desde los a?os noventa. Con resultados dudosos. La agencia Reuters ha publicado una investigaci¨®n que concluye que Trump ha perdido ¡°cientos¡± de los m¨¢s de mil millones que ha invertido en golf.
¨CTenemos dos restaurantes. Uno ¡°m¨¢s deportivo¡± y otro de carnes ¡°prime¡± ¨Cte informa una empleada en la caseta de entrada.
Conduces al aparcamiento. Pasas junto a una fuente cantarina con una escultura de una campesina. Ves un reloj de jard¨ªn de hierro forjado con el lema Trump Doral en dorado. Dejas a un lado el sal¨®n de eventos Donald J. Trump Grand Ballroom y el Centro Pritikin para la Longevidad. Y tras bordear arquitecturas de colores pastel y columnas cl¨¢sicas, estacionas el coche en un rinc¨®n de la finca donde te disgusta advertir un enorme tubo que desemboca como una anaconda industrial en un canal de aguas turbias.
¨CQu¨¦ va a tomar el se?or ¨Cpregunta Dalvo, un camarero de la vieja escuela, de rostro oliva y arrugas surcadas, que pareciera acabar de llegar de servir un verm¨² a Frank Sinatra el siglo pasado. Brasile?o e hijo de italiana, una combinaci¨®n distinta a la habitual en el Trump National Doral. ¡°Aqu¨ª un 95% del staff y un 95% de los clientes hablan espa?ol¡±, comenta.
Los insultos de Trump a los mexicanos no han sido raz¨®n para que su plantilla del club de golf, de inmensa mayor¨ªa latina, lo rechace, al menos de puertas para fuera.
¨CEs un hombre dulce¨Cdice Dalvo en portugu¨¦s¨C. Yo vot¨¦ por el patr¨®n.
Lo atendi¨® a menudo en las ¨²ltimas semanas. Trump aparec¨ªa por Miami para hacer campa?a y se quedaba a hacer noche en el club. Cuenta que estaba protegido por decenas de agentes del Servicio Secreto y elogia la propina que dej¨® el ¨²ltimo d¨ªa: ¡°Dio la orden de que le entregasen 100 d¨®lares a cada uno de los que lo atendieron. Fueron 1.800 d¨®lares¡±.
La marca Trump es omnipresente en el club. Su nombre est¨¢ en las papeleras, en la funda de las televisiones de las caba?as de las piscinas, en la servilletas del ba?o. En un sal¨®n est¨¢n enmarcadas en las paredes portadas de revista dedicadas al jefe con titulares como El secreto de Donald Trump o Qu¨¦ dulce es el ¨¦xito. Hay una motocicleta estilo Chopper dise?ada en honor a Trump: ¡°100% americana¡±, precisa la placa de bronce.
Un cliente joven descansa con su novia en una caba?a y teclea junto a la piscina en su computadora con una pegatina del lema de Trump: Volvamos a hacer Am¨¦rica grande. Unos se?ores mayores toman copas en un jacuzzi y uno de ellos no se ha quitado su playera blanca. La se?ala con orgullo para la foto. Es Trump caracterizado como Superman.
William Livermore, empleado del club, nos pasea por el campo de golf. Un gran r¨®tulo a la entrada repite en letras de color amarillo canario: Trump Doral.
¨C?Lo ha conocido personalmente?
¨CNo, pero he hablado con su hijo Eric. Un muchacho muy dulce para ser hijo de Trump.
¨CNo cree que ¨¦l sea dulce¡
¨C?l es un jefe y un jefe tiene que estar fuerte. Dicen que con su c¨ªrculo es un hombre dulce, pero nunca deja ver esa parte a los que no lo conocen.
Livermore vot¨® por su jefe. ¡°Necesitamos a alguien que sepa de negocios¡±, dice, y critica a los dem¨¢s pol¨ªticos por actuar como si fueran parte de ¡°un club¡± ajeno al mundo de los ciudadanos. Cae la tarde y los miembros del club de golf de Donald Trump aprovechan los ¨²ltimos minutos de sol para apurar los ¨²ltimos hoyos, los ¨²ltimos golpes.
¨C?Alg¨²n socio se ha dado de baja por las pol¨¦micas de Trump?
¨CNo creas, los que no tienen amor por Trump tampoco quieren perder los 50.000 d¨®lares de entrada que pagaron por la membres¨ªa.
Pero la controvertida campa?a pol¨ªtica del republicano ya le ha pasado factura a su resort. La PGA, la organizaci¨®n del golf profesional americano, ha decidido trasladar en 2017 a Ciudad de M¨¦xico el torneo que celebraba aqu¨ª. ¡°Eso s¨ª nos va a costar¡±, opina el empleado, ¡°porque una de las cosas que atra¨ªan a los golfistas de Nueva York en tiempo de nieve era que ten¨ªamos un torneo profesional. Ahora, a lo mejor, escogen otro lugar¡±.
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