Despertando en una pesadilla
?Cu¨¢les ser¨¢n los l¨ªmites entre los negocios del millonario y el Estado?
Fue como si hubiese ocurrido un desastre natural. El d¨ªa despu¨¦s de la elecci¨®n estudiantes y colegas de la Universidad de Kentucky hablamos, muchos con l¨¢grimas en los ojos, de la pesadilla en que nos despertamos. Las consecuencias del triunfo de Donald Trump ser¨¢n espantosas sobre todo para quienes fueron los objetos de la furia de su ret¨®rica: los musulmanes, los latinos, los negros y las mujeres. Su presidencia buscar¨¢ tirar al trasto las pol¨ªticas p¨²blicas impulsadas por los movimientos sociales desde los a?os sesenta. Adem¨¢s, reconfigurar¨¢ la esfera p¨²blica tolerante de las diferencias que tom¨® tantos a?os construir, en un espacio en que los hombres blancos como ¨¦l no tengan reparos de expresar su sexismo, homofobia y racismo.
Es un error culpar a los blancos pobres y con poca educaci¨®n universitaria de ser los culpables de la elecci¨®n de Trump. Hombres y mujeres de clase media blanca con educaci¨®n y buenos empleos tambi¨¦n le dieron su voto, aunque probablemente ocultaron sus intenciones a los encuestadores pues con raz¨®n les dar¨ªa verg¨¹enza abiertamente apoyar a un candidato racistas y sexistas.
Trump triunf¨® politizando el miedo de los blancos al multiculturalismo y a vivir en un mundo diverso. Cre¨® enemigos claros: la clase pol¨ªtica, los medios de comunicaci¨®n y los intelectuales liberales. Articul¨® el nacionalismo blanco en contra de los latinos y de los mexicanos vistos como extranjeros peligrosos y de los musulmanes como la negaci¨®n de la Am¨¦rica cristiana. Si bien en un momento parec¨ªa que su sexismo le quitar¨ªa votos, esto no ocurri¨®. Los electores blancos le perdonaron y en grandes n¨²meros votaron por ¨¦l.
Al igual que otros populistas, Trump buscar¨¢ extraer y manufacturar autoritariamente al verdadero pueblo americano, tal y como ¨¦l se lo imagina, de la poblaci¨®n realmente existente. Para lograrlo probablemente trate de regular la esfera p¨²blica. Trump es antipluralista. Considera que ¨¦l es la voz del pueblo aut¨¦ntico y que todos los que le cuestionan son los representantes de las ¨¦lites corruptas de Washington.
En sus m¨ªtines de masas pidi¨® a sus seguidores que abucheen a los medios de comunicaci¨®n, amenaz¨® con juicios a los diarios que publicaron reportajes sobre su no pago de impuestos, sobre sus malos negocios y sobre sus ataques sexuales a las mujeres. Lo m¨¢s probable es que durante su presidencia endurezca la guerra en contra de los medios. Es posible que al igual Hugo Ch¨¢vez, Rafael Correa y Nicol¨¢s Maduro trate de silenciar, regular e impulsar la autocensura de los medios.
Trump no tiene rivales sino enemigos pol¨ªticos a los que tiene que destrozar. En su lucha sin cuartel en contra de los enemigos del verdadero pueblo americano es probable que no respete el Estado de derecho. Por ejemplo declar¨® y sus seguidores gritaron con ¨¦l que Hillary Clinton deber¨ªa ir a la c¨¢rcel. ?Ser¨¢ que al igual que con Ch¨¢vez y Correa su voz se convertir¨¢ en la ley y los jueces se someter¨¢n a su voluntad? ?Transformar¨¢ al Partido Republicano en su propiedad? ?C¨®mo resolver¨¢ las tensiones entre los sectores de su partido que apoyan la globalizaci¨®n y las que est¨¢n a favor de su nacionalismo proteccionista?
Los populistas latinoamericanos no dudaron en usar al Estado como su posesi¨®n patrimonial para repartir prebendas a sus aduladores y castigar a los cr¨ªticos. ?Cu¨¢les ser¨¢n los l¨ªmites entre los negocios del millonario y el Estado americano? ?Usar¨¢ al Estado para favorecer sus negocios? ?Ver¨¢ en el Estado su nueva y lucrativa empresa?
El triunfo de Trump impulsar¨¢ a los populismos de derecha europeos como el Frente Nacional en Francia y el Partido Liberal (FP?) en Austria. La pregunta es, ?c¨®mo frenarlos? Hillary Clinton fracas¨® pues fue vista como la encarnaci¨®n de las ¨¦lites pol¨ªticas y de Wall Street. Ni el que sea mujer motiv¨® a que muchas mujeres blancas de clase media y estudiadas se entusiasmen con la posibilidad de la primera mujer que llegue a la presidencia.
Algunos intelectuales y l¨ªderes de partidos populistas de izquierda dicen ser la mejor alternativa para frenar a la derecha. Sin embargo, la experiencia latinoamericana ilustra los peligros autoritarios de movimientos en que un l¨ªder dice encarnar la voluntad homog¨¦nea del pueblo. Para parar a los populismos de derecha hacen falta coaliciones entre movimientos y partidos progresistas y pluralistas que no se encarnen en un l¨ªder-redentor.
El populismo, de derecha o de izquierda, es antipluralista. Pero los populistas de derecha, como Trump, ni siquiera buscan incluir a los excluidos. Se basan en el miedo y el odio para intentar reconstruir un pasado m¨ªtico en el que los no blancos y las mujeres estaban excluidos y subordinados.
Carlos de la Torre es profesor de sociolog¨ªa de la Universidad de Kentucky.
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