¡®Clash¡¯, met¨¢fora del drama egipcio en una furgoneta policial
La recomendable pel¨ªcula de Mohamed Diab aborda la situaci¨®n pol¨ªtica en Egipto tras el gope de Estado
No es nada f¨¢cil enviar un mensaje pol¨ªtico con una cierta carga de profundidad a trav¨¦s de un buen filme. A veces, el gui¨®n difumina en exceso el discurso pol¨ªtico torn¨¢ndolo confuso o invisible. Otras, la pol¨ªtica acaba devorando la historia, al ponerla a su servicio. En ninguno de estos dos pecados cae Mohamed Diab, director de Clash, una excelente met¨¢fora de la tragedia que experimenta Egipto. Y por eso, porque funciona como pel¨ªcula al margen de la pol¨ªtica, ha cosechado un amplio reconocimiento internacional, el ¨²ltimo en las Jornadas Cinematogr¨¢ficas de Cartago, donde se hizo con tres t¨¢nits, el de Plata, el que plremia el mejor montaje y el de la mejor fotograf¨ªa.
Toda la pel¨ªcula, desde su primera a ¨²ltima secuencia, sucede dentro de una de las t¨ªpicas herm¨¦ticas furgonetas de la polic¨ªa egipcia que m¨¢s bien parecen un cami¨®n de mercanc¨ªas. Tan solo unas peque?as ventanillas con barrotes permiten la entrada de aire. Por ello, los egipcios utilizan el anglicismo box (¡°caja¡±) para denominarlas. No obstante, gracias a un excelente guion, salpicado con unas gotas del proverbial sentido del humor egipcio a modo de distensi¨®n, el filme no es claustrof¨®bico.
La acci¨®n sucede durante una de las m¨²ltilpes batallas campales que tuvieron lugar en Egipto despu¨¦s del golpe de Estado de 2013, en las que se enfrentaron los seguidores del derrocado presidente islamista Mohamed Morsi con las fuerzas de seguridad, apoyadas por civiles partidarios del Ej¨¦rcito. Durante aquel dram¨¢tico verano, murieron m¨¢s de 1.500 personas a causa de incidentes de violencia pol¨ªtica. Por primera vez en la historia contempor¨¢nea del pa¨ªs, hubo reiteradas confrontaciones entre civiles, habitualmente armados con palos y cuchillos.
En la furgoneta policial, se acaban encontrando militantes islamistas y ac¨®litos de las Fuerzas Armadas, estos ¨²ltimos arrestados por error, adem¨¢s de dos periodistas y un polic¨ªa insubordinado. Es decir, una especie de microcosmos que representa la sociedad egipcia. En su primera interacci¨®n, ambos grupos se enzarzan en una violenta pelea que tan solo un manguerazo de la polic¨ªa puede interrumpir. En diversas ocasiones, islamistas y pro-Sisi, actual presidente y el ejecutor del golpe como ministro de Defensa, est¨¢n a punto reiniciar la reyerta, que tan solo evita la amenza de la polic¨ªa de disparar contra todos ellos.
En la cr¨ªtica a este odio visceral entre los ¡°dos Egiptos¡±, a su incapacidad de aceptar al ¡°otro¡±, se articula el mensaje central de la pel¨ªcula. Diab sugiere que es una locura intentar erradicar al adversario pol¨ªtico y que en el intento, los unos y los otros acabar¨¢n destruyendo el pa¨ªs. El director, y coguionista junto a su hermano Khaled, se mueve con destreza y sutileza en el campo de minas que es el polarizado panorama pol¨ªtico en el Egipto de hoy. Clash no es maniquea, ni tampoco toma partido. Esta no es una historia de buenos y malos, y esa es una de sus mayores virtudes.
Como era de esperar, ello ha suscitado cr¨ªticas por parte de los sectores m¨¢s politizados de la sociedad egipcia. Los j¨®venes revolucionarios, que aborrecen igualmente a islamistas y militares, achacan a Diab haberles excluido de la pel¨ªcula. Ciertamente, cualquier an¨¢lisis profundo deber¨ªa situarlos en la ecuaci¨®n pol¨ªtica egipcia, si bien hoy en d¨ªa ocupan un papel secundario. Ahora bien, es una tarea m¨¢s apropiada para un ensayo, un libro o un documental que para un filme. Los activistas revolucionarios no participaron en las jornadas sangrientas post-golpe, y su presencia en la furgoneta habr¨ªa resultado forzada. Es decir, habr¨ªa supeditado el cine a la pol¨ªtica.
Efectivamente, Clash no recoge todas las claves para entender el actual drama egipcio. No podr¨ªa ser de otra forma, ya que ese es un objetivo inalcanzable para cualquier cineasta. En cambio, lo que s¨ª podemos exigir al director de un filme con ribetes pol¨ªticos es que no mienta. Y Diab, que salt¨® a la fama internacional con su primera obra Cairo 678, no lo hace. Las numerosas pinceladas de realidad que nos ofrece -la ambig¨¹edad de la Hermandad hacia la violencia, las ejecuciones extrajudiciales, la inquina a la prensa de los pro-Sisi- son siempre honestas.
Lo ¨²nico que se le podr¨ªa reprochar quiz¨¢s es no haber mostrado en toda su crudeza la violencia policial en el momento del arresto. Recuerdo haber visto aquellos d¨ªas muchos manifestantes detenidos ensangrentados mientras los conduc¨ªan a una box, mientras los agentes a¨²n les atizaban un pu?etazo por aqu¨ª, una patada por all¨ª. Ahora bien, no hay que olvidar que los guiones de todas las producciones cinematogr¨¢ficas egipcias deben pasar por el dedazo de la censura. Y tambi¨¦n ah¨ª reside el m¨¦rito del filme.
Afortunadamente, Clash ya se ha podido exhibir en las salas de los cines egipcios. Ojal¨¢ que sus espectadores asimilen su mensaje pol¨ªtico central. Por el bien de Egipto.
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