Fidel une al Miami dividido por la pol¨ªtica hacia Cuba
Los festejos se apagan en la capital del exilio cubano, pero nadie lamenta la muerte de Castro
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La fiesta se ha apagado en la Calle Ocho de la Peque?a Habana de Miami. Frente al caf¨¦ Versailles, punto de encuentro del exilio anticastrista cubano y sede no oficial de las celebraciones que durante casi 48 horas ininterrumpidas siguieron a la noticia de la muerte de Fidel Castro, ya solo quedan los clientes habituales, pocos polic¨ªas y algunos periodistas. Pero Miami no perdona a quien considera ampliamente la fuente de todos los males de Cuba.
Mientras La Habana sigue sumida en el luto, Miami no guarda l¨¢grimas para Fidel Castro. Mientras las cenizas de Fidel se preparan para hacer su ¨²ltimo recorrido, a partir del mi¨¦rcoles, por la isla que gobern¨® con mano de hierro durante medio siglo, sus enemigos m¨¢s ac¨¦rrimos marchar¨¢n ese d¨ªa una vez m¨¢s por la capital del exilio para mantener viva la llama anticastrista ahora que su principal fuego se ha apagado.
El n¨²cleo organizador de la concentraci¨®n es la Brigada 2506, en cuya sede el tiempo parece haberse detenido en alg¨²n momento de finales de los a?os 60 del siglo pasado. En el sal¨®n principal de la organizaci¨®n, por supuesto en la Peque?a Habana, retratos en blanco y negro visten la pared principal. Son los ¡°m¨¢rtires¡±, los m¨¢s de cien combatientes de esta brigada de cubanos exiliados que murieron durante la fracasada invasi¨®n de Bah¨ªa de Cochinos en abril de 1961 para intentar derrocar a Castro.
¡°Muri¨® Fidel, pero no muri¨® como yo quer¨ªa, yo habr¨ªa querido tumbarlo del gobierno¡±, dec¨ªa su presidente, Humberto Arg¨¹elles, en su primer encuentro tras ¡°la noticia¡± entre los aplausos del medio centenar de asistentes, casi todos de avanzada edad.
¡°Agarrarlo preso, meterlo en las mazmorras que nos meti¨® a todos nosotros, que se pasara ah¨ª comiendo lo que nos dio de comida, que durmiera donde dormimos nosotros y, despu¨¦s de unos meses ah¨ª, llevarle a un tribunal y que, cuando termine el juicio, que dijera que la sentencia es el pared¨®n, para que sufriera en su pellejo lo que hizo pasar a mucha gente¡±, enumer¨® el domingo. Lo hizo entre aplausos m¨¢s cerrados a¨²n de una comunidad que ha conservado el odio anticastrista durante m¨¢s de medio siglo y que rechaza cualquier apertura hacia la isla al menos mientras la domine un Castro.
Desde su modesta vivienda en Hialeah, otro de los barrios de mayor concentraci¨®n cubana de Miami, la familia Borges no comparte ese sentimiento visceral. Y no es que no tenga motivos para ello, subrayan. Una fotograf¨ªa a?eja del hermano y el sobrino de Segundo y Juan Carlos Borges, los patriarcas de la familia, domina la estancia principal. Ambos fueron fusilados en 1964, por pertenecer a la guerrilla que intent¨® combatir las fuerzas castristas en la sierra del Escambray. Juan Carlos, que tambi¨¦n se hab¨ªa unido, con solo 16 a?os, a esa infructuosa lucha, pas¨® los siguientes 16 en c¨¢rceles de la isla.
La de Fidel era ¡°la muerte m¨¢s esperada, porque era el cerebro de la dictadura m¨¢s mala¡±, dice Segundo. Pero en la casa no ha habido ni habr¨¢ celebraciones porque ¡°no nos gusta¡± festejar un fallecimiento. Y porque, agrega Juan Carlos con cansancio, ¡°no creo que vaya a pasar nada en Cuba, ellos no tienen intenci¨®n de hacer ning¨²n cambio¡± tras la muerte de su l¨ªder hist¨®rico. Eso s¨ª, desde el momento en que conocieron la noticia, en el jard¨ªn ondea una gigantesca bandera cubana guardada desde que la familia lleg¨® a EE UU procedente de Cuba, en 1991. Es una de las pocas tan visibles en la zona.
Conforme uno se aleja del coraz¨®n anticastrista de la Peque?a Habana, se difuminan tambi¨¦n los sentimientos. La figura de Fidel Castro genera, en Miami, un rechazo generalizado y ha unido estos d¨ªas a la poblaci¨®n cubanoamericana. Pero la gran pregunta, qu¨¦ debe hacer EE UU con Cuba, sigue dividiendo a una comunidad con grandes diferencias entre las generaciones del exilio ¡°hist¨®rico¡± y los que nacieron ya aqu¨ª o llegaron en los ¨²ltimos a?os por motivos m¨¢s econ¨®micos que pol¨ªticos. Estos aplauden mayoritariamente la normalizaci¨®n de relaciones iniciada por Barack Obama y ahora amenazada por Donald Trump.
¡°Hay una diferencia entre la vieja y la nueva guardia en t¨¦rminos de c¨®mo ven las relaciones de EE UU con Cuba, pero diferente es la muerte de Fidel. Eso al¨ªa a ambas generaciones, porque Fidel tiene peso en toda la historia personal de los cubanoamericanos¡±, explica el soci¨®logo Guillermo Grenier, de la Universidad Internacional de Florida. Eso s¨ª, a?ade, ¡°los que m¨¢s quieren el derrumbe del embargo, el 74%, son los j¨®venes entre 18 y 39 a?os. Los millennials quieren m¨¢s relaciones con la isla, no hay duda¡±.
Como Nathaly Vega, de 21 a?os, que lleg¨® en 2008 de Cuba y que ha celebrado durante d¨ªas la muerte de Fidel. Pero no rechaza el acercamiento a La Habana, adonde ella sigue regresando todos los a?os para ver a su madre: ¡°A veces somos muy cerrados y queremos estar en una posici¨®n demasiado firme, pero tenemos que abrir un poco la mente y dejar que las cosas pasen poco a poco¡±.
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