Para que todo siga igual
Percibimos cambios de ciclos. Los referentes dejaron de serlo
Los d¨ªas que corren nos parecen extraordinarios. Percibimos cambios de ciclos o ¨¦pocas. Lo que hay, se dice en cita marxista, se desvanece en el aire. Los referentes dejaron de serlo. Lo anterior es as¨ª porque miramos las cosas cercanamente, en la velocidad de las redes y en el desasosiego de un mundo diferente al que pensamos. ?Y si tomamos perspectiva? Si vemos m¨¢s all¨¢ del Brexit o la elecci¨®n de Trump, ?qu¨¦ pasa? Que muy poco habr¨¢n de cambiar las grandes tendencias hist¨®ricas de nuestro tiempo. Aparecer¨¢n nuevos actores, papeles a?adidos o farsas crecientes. Lo esencial no se modificar¨¢.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas en el mundo han existido cuatro grandes procesos. La democratizaci¨®n formal de las sociedades. El discurso de los derechos humanos como fuente de legitimaci¨®n pol¨ªtica y ordenaci¨®n de conductas p¨²blicas. La consistente expansi¨®n capitalista en modalidad global. La concentraci¨®n de la riqueza y el aumento de las desigualdades. Para favorecer estos procesos se han construido narrativas complicadas. S¨®lo as¨ª es factible armonizar las contradicciones inherentes a lo que se quiere sostener como progreso. El mal radical se ha situado en el Estado, en su caricaturizaci¨®n. Se le quiere controlar mediante procesos electorales elitistamente financiados. Se le quiere contener para que no afecte a las personas, m¨¢s all¨¢ de su incapacidad para proveer servicios esenciales. Se le quiere acotar para permitir la libre circulaci¨®n de bienes y servicios con base en una universalizaci¨®n no predicable a otros campos sociales. Se le quiere acotar para que cada cual mantenga sus ganancias independientemente de la situaci¨®n de los dem¨¢s.
La narrativa que ha organizado las tendencias de nuestro tiempo parte de la ridiculizaci¨®n de lo p¨²blico
La narrativa que ha organizado las tendencias de nuestro tiempo parte de la ridiculizaci¨®n de lo p¨²blico. Ha sido eficiente. Los afectados la asumen como moralmente correcta y posibilidad excluyente de salvaci¨®n propia. Han aceptado que el Estado debe diluirse por su malignidad cong¨¦nita. Que debe permitirse la libertad financiera y empresarial, la reducci¨®n de las reglas de convivencia y la actuaci¨®n de la fuerza. Parafraseando a mi amigo Silva-Herzog, se ha llegado a la perfecci¨®n de la idiotez. Las personas aceptan los mecanismos constitutivos de su mala situaci¨®n. Grave. Las personas confirman electoralmente los mecanismos que las mantendr¨¢n en tal situaci¨®n. Grav¨ªsimo.
Volviendo por en¨¦sima vez al lugar com¨²n, ante nuestros ojos se est¨¢ produciendo un perfecto giro lampedusiano. Todo est¨¢ cambiando para que unos pocos mantengan su estatus. Su discurso es barato y eficaz. La democracia es s¨®lo forma. Es necesario, dicen, entender al pueblo en su profundidad psicol¨®gica. Los derechos humanos son para los d¨¦biles. Es necesaria la lucha, el car¨¢cter, la virilidad. La econom¨ªa global afecta a los propios en beneficio de los ajenos. Primero somos nosotros. La desigualdad es mala. Ella se debe a los pol¨ªticos corruptos, a las empresas ligadas con ellos, a la mucha regulaci¨®n. Se debe volver a lo b¨¢sico. Que cada quien tenga con qu¨¦ vivir dignamente como producto de su trabajo honesto y nada m¨¢s. Fuera los impuestos y las regulaciones. Fuera el Estado interventor y desp¨®tico. Viva el hombre primario, causa y fin de todo.
Si Lampedusa no hubiera escrito para Sicilia, si los cuerpos sociales de los que trat¨® no fueran piamonteses y borb¨®nicos y Tancredi hablara para nuestros d¨ªas, ?qu¨¦ nos dir¨ªa? Que todo est¨¢ cambiando para que siga igual. Que es mejor vivir con poca democracia, pero con autenticidad. Que deben acotarse los derechos humanos por ser ortopedias que lastiman la aut¨¦ntica dignidad. Que la riqueza debe producirse por los propios y para los propios. Que las desigualdades son honorables. Que quienes no han tenido seguir¨¢n sin tener, pero como resultado de una decisi¨®n libre. Que quienes han tenido, seguir¨¢n teniendo pero de otro modo. Que su dinero, prestigio y poder se mantendr¨¢. Que ¨²nicamente cambiar¨¢ la fuente. Que contar¨¢n con el aplauso y la satisfacci¨®n de quienes les dan estatus. Si Lampedusa estuviera hoy aqu¨ª, algo como esto podr¨ªa decirnos. El gatopardismo es el signo de los tiempos.
Jos¨¦ Ram¨®n Coss¨ªo D¨ªaz?es ministro de la Suprema Corte de Justicia de M¨¦xico. @JRCossio
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