Las riquezas de Alepo, su condena
El valor geoestrat¨¦gico de la ciudad en la contienda siria ha condenado a sus gentes, su patrimonio cultural e industrial
La historia ha condenado a Alepo y a sus gentes por su valor geoestr¨¢tegico. ¡°Alepo marca un antes y un despu¨¦s en la historia¡±, dijo un reforzado Bachar el Asad. El r¨¦gimen recupera Alepo expulsando al reducto de rebeldes, que ten¨ªan la ciudad como importante basti¨®n estrat¨¦gico cuya provincia comparte 822 kil¨®metros de frontera con Turqu¨ªa, retaguardia y l¨ªnea de suministro de los insurrectos. Con Alepo, el Gobierno sirio recupera tambi¨¦n el coraz¨®n econ¨®mico de la Siria de preguerra, patrimonio cultural de la humanidad y cuna de una burgues¨ªa industrial aliada de los Asad.
Militarmente, con Alepo las tropas sirias avanzan en su plan de trasvasar progresivamente todas las bolsas de opositores del pa¨ªs concentr¨¢ndolas en Idlib, ¨²nica capital de provincia a manos rebeldes. All¨ª, los oficiales sirios anuncian se librar¨¢ la batalla decisiva, tras la que se prev¨¦ otra estampida de desplazados, esta vez hacia Turqu¨ªa. Con contados efectivos exhaustos por la guerra, luchar en un solo frente rebelde favorece al Ej¨¦rcito regular sirio que durante el ¨²ltimo lustro se ha afanado en mantener el control de las grandes urbes y las arterias que las conectan entre s¨ª. Al noreste del pa¨ªs se reactiva la guerra contra el Estado Isl¨¢mico, en la que participan las potencias internacionales. Al sur, se estanca otro frente contra las facciones insurrectas.
?Durante 4.000 a?os, hititas, asirios, ¨¢rabes, mongoles, mamelucos y otomanos han recorrido las calles de la ciudad vieja de Alepo. All¨ª se han batido durante los ¨²ltimos cuatro a?os opositores armados y soldados regulares sirios en un frente que ha permanecido mayormente estanco. Al menos hasta que, acumulando victorias en la periferia de Damasco y amparados por la aviaci¨®n rusa desde el aire y milicias aliadas que suplen la falta de efectivos en tierra, el pasado 15 de noviembre el Ej¨¦rcito sirio dio el asalto final.
Hasta esa fecha, los uniformados sirios hab¨ªan de cruzar callejuelas expuestas a la mirilla de francotiradores y tramos a trav¨¦s de boquetes abiertos en las paredes para conectar pasajes seguros entre las viviendas. Desde las ¨²ltimas posiciones, parapetados detr¨¢s de sacos de arena, se pod¨ªa divisar la ciudadela de Alepo custodiada por sus nueve puertas. A su alrededor ondeaban una mir¨ªada de banderas insurrectas. La lucha se extend¨ªa al casco viejo, entre callejas, zocos y mezquitas milenarias, catalogados como patrimonio de la humanidad por la Unesco (Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Educaci¨®n, la Ciencia y la Cultura). M¨¢s de 150 edificios hist¨®ricos han sido da?ados, sin contar centenares de casas tradicionales y boutiques del zoco.
El minarete de la Gran Mezquita Omeya, de mil a?os de antiguedad y ¨²nica estructura original intacta desde su construcci¨®n, no ha sobrevivido al siglo XXI. A sus puertas, turbas de ancianos invidentes se arremolinaban los viernes a la hora de la plegaria para recitar versos del Cor¨¢n a cambio de unas monedas.Ya no se les oye. Los mapas tur¨ªsticos de Alepo acumulan polvo entre las estanter¨ªas de desertados hoteles. En los desplegables, una treintena de puntos marcan las joyas de la ciudad vieja donde antes repiqueteaban m¨¢s de una veintena de muecines. De cuyas callejas ya hace tiempo que sali¨® el ¨²ltimo turista.?
Oum al Jeir (la madre de la bonanza, en ¨¢rabe) era el nombre de preguerra de Alepo, cuya industria daba cuenta del 35% de la producci¨®n total de Siria. Pero los comerciantes ya no hacen caja en Alepo, como tampoco lo hacen los importantes empresarios textiles. Hoy caminan sobre las cenizas de a?os de trabajo y millones en inversiones. La zona industrial de Sheij Nayar, a 10 kil¨®metros al norte de Alepo, albergaba 2.000 f¨¢bricas y daba de comer a 42.000 trabajadores. Destruida y saqueada durante los combates, la maquinaria ha reaparecido junto con miles de trabajadores en el sur de Turqu¨ªa, que progresivamente releva a Siria en la producci¨®n textil como en la de telenovelas anta?o rodadas en Damasco.
Recuperar Alepo es devolv¨¦rsela a la burgues¨ªa industrial que aun permanece en el pa¨ªs. Una victoria que refuerza una importante base social representada en todas las confesiones y sobre la que reposa en parte el Gobierno de Damasco y sus instituciones. Parte de la burgues¨ªa industrial y cosmopolita Alepina ha optado por mudarse a Damasco y los menos a Beirut o al extranjero. Otros lo han hecho a Latakia, junto con un mill¨®n de desplazados de los tres con los que contaba Alepo. All¨ª reabren sus f¨¢bricas y restaurantes revigorando la econom¨ªa costera siria.
Im¨¢genes a¨¦reas muestran la envergadura de la destrucci¨®n en el Alepo oriental sobre el que parece haberse desplomado el cielo bajo el peso de los bombarderos y morteros. La guerra no solo ha alterado la fisionom¨ªa de la segunda mayor ciudad del pa¨ªs: la composici¨®n de su poblaci¨®n tambi¨¦n ha cambiado. Miles de desplazados, campesinos y clase obrera, han llegado de la campi?a huyendo de los combates y del avance del Estado Isl¨¢mico. Estos ya no venden sus verduras en los mercados de Beirut, en cuyos estantes algunos precios han casi duplicado.
La historia se repite en Alepo, que en los pr¨®ximos meses ser¨¢ testigo de una nueva rotaci¨®n de gentes. A esta ciudad que junto a Damasco clama ser la m¨¢s antigua del mundo constantemente habitada, ver¨¢ a parte de sus gentes regresar a la ciudad vieja, mientras que otras se despiden a bordo de autobuses rumbo a la campi?a occidental.
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