La telenovela macabra de la muerte del embajador griego en Brasil
La investigaci¨®n en R¨ªo de Janeiro traza un crimen tramado por la esposa del diplom¨¢tico y su amante. Un c¨®mplice declar¨® que la viuda le ofreci¨® m¨¢s de 23.000 euros para acabar con Kyriakos Amiridis
La supuesta desaparici¨®n y muerte del embajador griego en Brasil, Kyriakos Amiridis, mientras pasaba sus vacaciones en R¨ªo de Janeiro, ha acabado por parecerse a una telenovela macabra con cap¨ªtulos de maltrato, desesperaci¨®n, infidelidades y dinero de por medio.
La Polic¨ªa Civil de Rio, que resuelve apenas 16% de los homicidios que caen en sus manos, ha conseguido en este caso recrear en tiempo r¨¦cord lo que ocurri¨® de la noche del lunes que, supuestamente, Amiridis desapareci¨®, hasta la tarde del jueves, cuando un coche apareci¨® carbonizado con un cad¨¢ver dentro. El veh¨ªculo, con la misma matr¨ªcula que el alquilado por el diplom¨¢tico, estaba bajo un puente en Nova Igua?u, el municipio de la regi¨®n metropolitana de R¨ªo en la Baixada Fluminense donde la familia Amiridis pasaba sus vacaciones de Navidad, a 48 km de la playa de Ipanema.
La trama cuenta con tres protagonistas, todos detenidos temporalmente por asesinato: la viuda del embajador, Fran?oise Amiridis, de 40 a?os; su amante de hace seis meses, el polic¨ªa militar S¨¦rgio Gomes Moreira, de 29 a?os; y un pariente y c¨®mplice de ¨¦ste, Eduardo Moreira, de 24 a?os (la polic¨ªa se ha referido a ¨¦l como un primo, mientras el juez que decret¨® su prisi¨®n lo menciona como sobrino del militar).
La polic¨ªa, que a¨²n no puede afirmar cu¨¢l es la motivaci¨®n del asesinato, est¨¢ convencida de que el tr¨ªo tram¨® la muerte de Amiridis un d¨ªa antes de ocurrir. As¨ª lo confes¨® Eduardo, que fue generoso en sus declaraciones al verse traicionado por Sergio cuando la polic¨ªa toc¨® a su puerta. El joven declar¨® que la viuda le ofreci¨® 80.000 reales (23.666 euros) por deshacerse de su marido y ¨¦l acept¨®. Para ¨¦l, joven de clase baja sin profesi¨®n informada, aquello era una fortuna.
El lunes por la noche las c¨¢maras de seguridad de la urbanizaci¨®n donde viv¨ªa el matrimonio captaron a los dos sospechosos entrando en la residencia familiar. Ya en el sal¨®n, el polic¨ªa declar¨® que se pele¨® con Amiridis tras recriminarle las agresiones constantes que propinaba a su amante. La pelea se fue de las manos y el embajador, seg¨²n la versi¨®n del agente, sac¨® un arma (que la polic¨ªa no ha conseguido hallar) y le apunt¨®. ?l, dijo, acab¨® asfixi¨¢ndolo en ¡°defensa propia¡±. El comisario responsable del caso, Evaristo Pontes, ve esta hip¨®tesis ¡°altamente improbable¡± y se inclina por la tesis de que el polic¨ªa ya fue a la casa con la intenci¨®n de matar y que el embajador fue gravemente herido, ya que los investigadores encontraron una mancha de sangre en el sof¨¢ del sal¨®n.
Tras matarlo, los Moreira envolvieron su cuerpo en una alfombra y lo cargaron en el asiento trasero del coche que Amiridis hab¨ªa alquilado. Las c¨¢maras lo grabaron, eran casi las tres y media de la madrugada. La viuda niega su presencia en la casa durante el asesinato, pero Eduardo la incrimin¨® al afirmar que antes de que ellos consiguiesen salir de la residencia con el cad¨¢ver ella lleg¨® del centro comercial con su hija de 10 a?os. La peque?a no vio nada, pero su madre lleg¨® a exigir rapidez en la tarea. Fran?oise lo niega, y tambi¨¦n que conozca a su supuesto c¨®mplice, pero s¨ª ha confesado que supo del asesinato al d¨ªa siguiente, cuando vio la mancha de sangre en el sof¨¢ y pidi¨® explicaciones a su amante.
Tras el asesinato, el polic¨ªa militar, nervioso, dej¨® a su familiar y condujo el coche de su v¨ªctima sin rumbo. Decidi¨®, por fin, esconder el veh¨ªculo ¨C a¨²n no se sabe d¨®nde ¨C con el cuerpo dentro (en un verano con una sensaci¨®n t¨¦rmica de casi 50 grados) hasta decidir qu¨¦ hacer. Pasaron cerca de 24 horas hasta que el sospechoso opt¨® por quemar el coche y disfrazar aquello de rutinaria violencia urbana. Para ello, el polic¨ªa involucr¨® a otra persona, un mototaxista que tuvo que llevarlo a comprar gasolina y que, as¨ª como un mendigo que estaba por ah¨ª, vio el incendio del veh¨ªculo.
Una vez (mal) destruidas las pruebas, la mujer decide ir a la comisar¨ªa el mi¨¦rcoles para denunciar la desaparici¨®n de su marido, con el que estaba desde hac¨ªa 15 a?os. All¨ª dijo que desde el lunes no sab¨ªa nada de ¨¦l y que, aunque era normal que el diplom¨¢tico saliese de casa sin dar explicaciones, era raro que no llamara a su hija. La mujer no cuenta todo esto a los polic¨ªas sola. Tiene a un lado a su amante y al otro, un abogado, lo que dispara r¨¢pidamente las sospechas de los agentes. Los investigadores entonces convocan a la pareja a unas cuantas entrevistas m¨¢s, con el supuesto objetivo de seguir el rastro de Amiridis, y los amantes caen enseguida en un pu?ado de contradicciones, convirti¨¦ndose en principales sospechosos.
El caso, aunque tuvo una respuesta r¨¢pida, revela muchas preguntas que la polic¨ªa tendr¨¢ que responder antes de 60 d¨ªas, tiempo m¨¢ximo para poner en libertad a los sospechosos. ?Por qu¨¦ los amantes decidieron matar al embajador? ?Quer¨ªan solo estar juntos o hay dinero, bienes y seguro de vida de por medio? Las c¨¢maras grabaron a los dos hombres entrando en la casa de la v¨ªctima, pero ?confirman la versi¨®n de Eduardo de que la viuda tambi¨¦n estaba dentro? ?D¨®nde escondi¨® el polic¨ªa el coche sin que nadie lo descubriese? Y m¨¢s¡ ?En qu¨¦ estaba pensando la mujer cuando fue a denunciar la desaparici¨®n del marido acompa?ada de su amante?
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