El gran muft¨ª de Arabia Saud¨ª tacha de ¡°depravaci¨®n¡± el cine y los conciertos
Su rechazo a la t¨ªmida apertura cultural pone en entredicho el plan de modernizaci¨®n del pr¨ªncipe Mohamed
Los t¨ªmidos planes de apertura de Arabia Saud¨ª a la Cultura y el entretenimiento han chocado contra el muro de la intransigencia religiosa. La m¨¢s alta autoridad isl¨¢mica del reino, el gran muft¨ª Abdelaziz al Sheij, ha expresado su oposici¨®n que se celebren conciertos y se abran cines en el pa¨ªs, tal como hab¨ªan anunciado las autoridades. El rechazo del muft¨ª, que ha tachado de ¡°depravaci¨®n¡± esos espect¨¢culos, pone en entredicho un importante pilar de la Vision 2030 con la que el pr¨ªncipe Mohamed Bin Salm¨¢n, hijo favorito del rey y viceheredero al trono, pretende modernizar su pa¨ªs.
¡°No abran la puerta al diablo¡±, ha pedido Al Sheij a los gobernantes, seg¨²n el portal de noticias Sabq traducido por France Presse. ¡°Sabemos que los conciertos de cantantes y el cine son una fuente de depravaci¨®n¡±, respondi¨® a preguntas de la cadena de televisi¨®n Al Majd, de cuyo contenido se han hecho eco varios peri¨®dicos saud¨ªes.
El muft¨ª, cabeza visible del ultraconservador establishment religioso, es conocido por sus posturas ultramontanas que incluyen no considerar musulmanes a los chi¨ªes, negar que sea posible la reconciliaci¨®n de las religiones o defender que las ni?as son aptas para el matrimonio a partir de los 10 a?os. No obstante, es la primera vez que se pronuncia tan claramente en contra del proyecto del pr¨ªncipe Mohamed de abrir v¨ªas para el ocio en la sociedad saud¨ª, en busca del apoyo de los j¨®venes a su ambicioso proyecto de reformas y diversificaci¨®n de la econom¨ªa.
El hijo del rey, o MBS como se le conoce en c¨ªrculos diplom¨¢ticos, ha comprendido que para llevar a cabo la transformaci¨®n de su pa¨ªs, anclado en una econom¨ªa rentista y dependiente del petr¨®leo, necesita la complicidad de sus s¨²bditos. Dos tercios de los saud¨ªes tienen menos de 30 a?os (el propio pr¨ªncipe acaba de cumplir los 31) y necesitan alicientes vitales para salir del torpor en el que se hallan sumidos. De ah¨ª que entre las reformas de su Vision 2030 se incluya fomentar ¡°el entretenimiento para la familia¡±.
Un primer espect¨¢culo de hip hop el pasado octubre desat¨® una ola de entusiasmo entre la juventud de Riad, la capital saud¨ª. Un responsable del flamante Departamento General de Ocio anunci¨® entonces la actuaci¨®n del cantante saud¨ª Mohamed Abdo, en Yeddah, la segunda ciudad del pa¨ªs, para finales de enero de 2017, y poco despu¨¦s en Riad. Pero las presiones de los conservadores ya obligaron a cancelar el a?o pasado sendas galas previstas en esas ciudades y una intervenci¨®n del humorista Mike Epps.
La reapertura de los cines (que ya existieron a mediados del siglo pasado) supondr¨ªa un duro golpe para el af¨¢n de control de los ultraconservadores. Tal como expres¨® Al Sheikh en la entrevista, las salas ¡°podr¨ªan mostrar pel¨ªculas libertinas, obscenas, inmorales y ateas, ya que recurrir¨¢n a pel¨ªculas importadas para cambiar nuestra cultura¡±. Adem¨¢s, el muft¨ª teme que cines y conciertos constituyan ¡°una invitaci¨®n a que los dos sexos se mezclen¡± lo que, en su opini¨®n, ¡°corromper¨¢ la moral y destruir¨¢ los valores¡±.
Desde el giro conservador dado por el Reino del Desierto a ra¨ªz de la revoluci¨®n iran¨ª y los incidentes de La Meca de 1979, el pa¨ªs se ha convertido en un anacronismo. Es el ¨²nico del mundo donde no se permite conducir a las mujeres, las salas de cine est¨¢n prohibidas y se espera que el ¨²nico entretenimiento de sus j¨®venes sea el rezo. La realidad es sin duda distinta, pero el peso de los religiosos como fuente de legitimidad de la familia real, frena la posibilidad de ajuste.
¡°La sociedad saud¨ª no quiere cines ni conciertos. Son cosas que molestan. Hay que estudiarlas antes de autorizarlas¡±, ha declarado por su parte el jeque Abbdal¨¢ al Mutlaq, miembro del Alto Comit¨¦ de Ulemas, en la radio local Nida¡¯a al Islam.
Quienes disponen de medios simplemente viajan los fines de semana a Dub¨¢i, Bahr¨¦in o Londres para ir al cine, bailar, beber o simplemente respirar. La segregaci¨®n sexual que impera en el reino dificulta la relaci¨®n normal entre chicos y chicas. Los muchachos de menos recursos tienen que conformarse con merodear en torno a los centros comerciales, donde a menudo acosan a las escasas mujeres que salen solas y en los que se les proh¨ªbe la entrada a los solteros; algunos consumen alcohol y estupefacientes de contrabando, o se embarcan peligrosas carreras de coches por las calles de sus ciudades.
¡°En mi opini¨®n, las declaraciones del muft¨ª suponen m¨¢s bien un apoyo¡±, interpreta sin embargo Abdulrahman al Rached en su columna de Asharq al Awsat. ¡°No ha dicho que estuviera contra las salas de cine y los conciertos, sino que ha expresado reservas en respuesta a una pregunta muy hipot¨¦tica, en caso de que el cine sea utilizado para promover pel¨ªculas obscenas o el ate¨ªsmo¡±.
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