Mujer ind¨ªgena: la desigualdad de g¨¦nero en Colombia
La comunidad embera es la primera en Am¨¦rica en reconocer que practica la mutilaci¨®n genital femenina
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Hay dos palabras que representan la desigualdad de g¨¦nero en Colombia: mujer ind¨ªgena. Sufren discriminaci¨®n por su sexo, por su etnia y porque la mayor¨ªa son pobres. Desde que nacen aprenden que su rol es cuidar de la casa y de los hijos. No solo asumen el machismo desde ni?as, tambi¨¦n son las principales v¨ªctimas de todas las violencias que se viven en este pa¨ªs. El maltrato dentro y fuera de sus comunidades; la prostituci¨®n forzada, el desplazamiento y el asesinato a causa de m¨¢s de medio siglo de guerra; y el abandono de sus territorios originarios por la miner¨ªa legal e ilegal. Su calvario, encima, es invisible. La falta de datos censales y de ayuda del Estado oculta en las profundidades de la selva ¡ªdonde viven¡ª la realidad de estas mujeres.
Uno de los secretos m¨¢s dram¨¢ticos que sufren las ind¨ªgenas sali¨® de la clandestinidad en 2007. Dos ni?as del pueblo embera, una de las m¨¢s de 80 comunidades ¨¦tnicas que viven en este pa¨ªs, murieron a causa de la mutilaci¨®n genital. En ese momento, las parteras no pudieron seguir manteniendo su secreto y Colombia se convirti¨® en el primer y ¨²nico pa¨ªs de Am¨¦rica en reconocer esta pr¨¢ctica. Estas mujeres, las doctoras de su pueblo, las que concentran toda la sabidur¨ªa medicinal y a las que nadie niega la raz¨®n, tienen la creencia de que el cl¨ªtoris puede llegar a crecer como un pene y, por tanto, lo consideran una malformaci¨®n intersexual. ¡°Por eso creen que tienen que controlarlo mutil¨¢ndolo al nacer¡±, explica Patricia Tob¨®n, ind¨ªgena embera y abogada de formaci¨®n, quien lidera un grupo de letrados para defender los derechos de su pueblo, en especial los de las mujeres.
Alrededor del mundo
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Desde las dificultades de las libanesas para conseguir el divorcio hasta la doble discriminaci¨®n de las mujeres negras en Brasil
Los emberas suman 250.000 pobladores en Colombia, pero tambi¨¦n tienen presencia en Panam¨¢ y Ecuador. Viven en distintos departamentos del pa¨ªs y, en muchos casos, en el interior de la selva. Hasta esos lugares, donde la guerra se vivi¨® con dureza, no llegan ni las carreteras, ni el Ministerio de Salud, ni el de Educaci¨®n. Tampoco los organismos del Estado que se comprometieron a trabajar en contra de una pr¨¢ctica que est¨¢ tipificada como feminicidio y que afecta a uno de los derechos humanos fundamentales de las mujeres, de todas las mujeres: el sexual y reproductivo. ¡°Nosotros trabajamos en el interior de la sociedad embera concienciado a las mujeres y a la gobernanza ind¨ªgena¡±, dice esta abogada, una de las dos con estudios superiores que tiene su pueblo. En 2012 consiguieron que las m¨¢ximas autoridades ¨¦tnicas aceptaran en un acuerdo que la mutilaci¨®n genital femenina no era parte de su cultura. ¡°El gran ausente fue el Gobierno¡±.
El otro trabajo invisible
El 90% de las mujeres en Colombia dedica nueve horas diarias al trabajo dom¨¦stico no remunerado con un impacto en el PIB de unos 120 billones de pesos anuales. No hay ning¨²n sector del pa¨ªs con este peso en la econom¨ªa.
Un estudio adelantado por el DANE entre los a?os 2007 y 2010 desvel¨® que el promedio de carga total de trabajo, incluyendo actividades remuneradas y no remuneradas, adelantado por las mujeres fue de 72,4 horas semanales y de 61,6 horas semanales para los hombres. Este 14% de diferencia, en horas de trabajo constatan no solo las dobles y triples jornadas que asumen muchas mujeres en Colombia, sino tambi¨¦n la enorme invisibilidad de este trabajo en el hogar.
Tob¨®n no se rindi¨® y continu¨® luchando hasta conseguir que se incluyera como una de las metas del plan de desarrollo de Colombia. ¡°Desde 2014 no se han puesto recursos para la mutilaci¨®n femenina¡±, asegura. Lo que demandan son programas de prevenci¨®n y atenci¨®n real desde un enfoque intercultural. Son mujeres biling¨¹es, en el mejor de los casos, que requieren de personal que hable su lengua y sea capaz de entender que dejan que mutilen a sus ni?as porque ignoran que es una mala praxis.
Para conseguir este primer objetivo, se enfrentan a un gran obst¨¢culo. En Colombia no hay una cifra clara de cu¨¢ntas mujeres ind¨ªgenas, por tanto, es muy dif¨ªcil saber cu¨¢ntas ni?as emberas nacen o mueren en la selva despu¨¦s de ser mutiladas. La ¨²ltima vez que se cont¨® a los colombianos fue en el censo de 2005 elaborado por el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estad¨ªstica). En ese momento, estas comunidades sumaban 1,3 millones, de los que casi 680.000 eran mujeres, el 49,5%. Esto representa un 3% del total de f¨¦minas en el pa¨ªs. La Organizaci¨®n Ind¨ªgena Nacional (ONIC), portavoz del 80% de las asociaciones, cuenta con un censo paralelo de tres millones, m¨¢s del doble del oficial.
Las emberas, como el resto de las ind¨ªgenas colombianas, tienen las tasas de asistencia escolar m¨¢s bajas de Colombia. ¡°La formaci¨®n es esencial para nosotras porque tenemos poco acceso a la educaci¨®n¡±, dice Ana Teresa Vergara, embera, y responsable de la Consejer¨ªa de la Mujer de la Organizaci¨®n Ind¨ªgena de Antioquia. ¡°Somos las que damos vida a nuestros hijos, pero es hora de que opinemos y decidamos en la organizaci¨®n¡±. Su trabajo consiste en que sus pares no solo participen en los espacios de decisi¨®n de los pueblos ind¨ªgenas, sino que su voz se oiga.
El machismo y la falta de recursos econ¨®micos condenan a estas mujeres a la cocina y el patio de sus casas. En 2014, el ¨²ltimo dato registrado en el Censo Agropecuario, algo m¨¢s de 115.000 chicas mayores de cinco a?os acudieron a las aulas de un censo escolar de casi 360.000. De estas, una mayor¨ªa, 61.300, se quedaron en la b¨¢sica primaria. Solo 2.726 llegaron a la Universidad. El resumen es que las mujeres desempleadas que viven en zonas rurales y forman parte de comunidades ind¨ªgenas o afrodescendientes representan la poblaci¨®n m¨¢s vulnerable en el que est¨¢ considerado uno de los pa¨ªses m¨¢s desiguales del mundo, seg¨²n indicadores internacionales como el ¨ªndice Gini del Banco Mundial.
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¡°Cambiarle el chip a las mujeres ind¨ªgenas no es dif¨ªcil¡±, explica Vergara, ¡°intentamos que hagan una reflexi¨®n interna: hace m¨¢s de 500 a?os, cuando ya est¨¢bamos en Am¨¦rica Latina, las mujeres estaban al lado de los hombres, eran lideresas¡±. Ahora quieren volver a conseguirlo. Y, como anta?o, mano a mano con los varones. ¡°Si ellos generan la violencia y la restricci¨®n, tienen que formar parte del proceso de sensibilizaci¨®n¡±, dice. La primera fecha marcada en el calendario es 2030, el a?o en que la mutilaci¨®n genital femenina deber¨¢ haberse erradicado en el mundo seg¨²n los Objetivos del Milenio de la ONU. Para entonces, o antes, esperan que las ind¨ªgenas colombianas, incluidas las emberas, no solo aprendan y combatan por sus derechos, sino que dejen de ser las mujeres m¨¢s vulnerables de Colombia. ¡°Estamos en el inicio del camino, acabamos de empezar¡±, reconocen ambas.
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