Trump y Palestina
M¨¢s all¨¢ de cuatro generalidades no se sabe en qu¨¦ consiste la pol¨ªtica exterior de Trump
M¨¢s all¨¢ de cuatro generalidades no se sabe en qu¨¦ consiste la pol¨ªtica exterior de Trump. Probablemente el presidente norteamericano tampoco. Pero Israel y Palestina no pueden llamarse a enga?o. Una gana y otra pierde.
Esta es la sucesi¨®n de declaraciones del propio Trump o de su Administraci¨®n: encargar a su yerno Jared, jud¨ªo, cuya familia es muy pr¨®xima del primer ministro israel¨ª, Benjamin Netanyahu, el dossier palestino; reconocer a Jerusal¨¦n como capital de Israel, deslig¨¢ndose del resto de Occidente que solo reconoce a Tel Aviv, aunque tras la jura presidencial no se ha vuelto a hablar del asunto; nombramiento de David Friedman embajador en Israel, presidente de Amigos de Beit El, una colonia en Cisjordania; afirmar que los asentamientos no son un obst¨¢culo para la paz, aunque muy recientemente haya "desaconsejado" seguir con ello; y como coronaci¨®n, el anuncio de que la paz deben negociarla directamente los interesados, tras la retirada de EE UU de la mediaci¨®n oficial. La semana pasada, como presunta contrapartida, se produjo una conversaci¨®n telef¨®nica, parece que a iniciativa palestina, entre Trump y el presidente de la AP, Mahmud Abbas, seguida de un comunicado sobre un pr¨®ximo encuentro entre ambos en Washington, con fecha indeterminada.
Netanyahu, gran maniobrero, ha conseguido convencer a parte de la opini¨®n occidental de que existe vida a su derecha, Naftali Bennett, que exige la expulsi¨®n de los palestinos israel¨ªes a Jordania, as¨ª como la anexi¨®n de la mayor parte del territorio, las b¨ªblicas Judea y Samaria, y al que tiene amarrado a su gobierno de coalici¨®n. El primer ministro ha hecho declaraciones a voluntad: en 2009 se dijo partidario de la soluci¨®n de los dos Estados, palestino e israel¨ª; pero, posteriormente, a?adi¨® que ese Estado deber¨ªa carecer del control de sus fronteras por tierra, mar y aire; y en 2015, como cierre de ejercicio, que jam¨¢s consentir¨ªa que existiera. Con la coartada ultranacionalista de Bennett, hace solo unas semanas rechazaba un plan de paz del secretario de exteriores de Obama, John Kerry, en el que a cambio de una retirada general de la Palestina ocupada, la AP tendr¨ªa que reconocer el car¨¢cter jud¨ªo del Estado, lo que habr¨ªa reducido al palestino de nacionalidad israel¨ª, ya no de hecho sino legalmente, a ciudadano de segunda clase, sin derechos como colectivo. Y en el plano internacional el terrorismo de ISIS es el mejor argumento para que Israel no quiera negociar con nadie.
El fin de la mediaci¨®n, que jam¨¢s ha llevado a ninguna parte, es, sin embargo, grav¨ªsima porque deja a Israel manos libres, como as¨ª lo ha entendido Netanyahu, para seguir inflando de asentamientos y colonos Cisjordania. En Israel es dif¨ªcil distinguir hoy un bando de paz. Las encuestas apuntan a que hay un 20% de ciudadanos seculares, opuestos a la creciente ocupaci¨®n religiosa del Estado; dos tercios que aceptan la denominaci¨®n de ¡®pueblo elegido¡¯; y una mayor¨ªa contraria a la creaci¨®n del Estado ¨¢rabe. Por eso no cabe esperar nada del encuentro de Washington, al que tendr¨¢ que acudir disciplinadamente el presidente de la Autoridad Palestina.
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