¡°Nosotros no sobornamos. Si es lo que quiere, no nos llame¡±
Dos hermanos de R¨ªo de Janeiro anuncian su empresa de mantenimiento de edificios con un mensaje contra la corrupci¨®n
Los hermanos Barbosa no se saltan una cola y se irritan cuando ven a un amigo deslizar un par de billetes en el bolsillo del camarero para conseguir un servicio VIP. Tambi¨¦n se sorprenden cuando saben de un conocido que encontr¨® un m¨®vil y se lo qued¨® y relatan avergonzados c¨®mo un invitado en una de sus fiestas pag¨® al servicio para que le sirviese m¨¢s gambas. ¡°En Brasil hay corrupci¨®n en todos los estamentos, de la panader¨ªa a la carnicer¨ªa¡±, lamentan los Barbosa. El empe?o de estos hermanos para no tomar atajos viene de familia y se ha convertido en m¨¢xima del negocio que tienen juntos en R¨ªo de Janeiro, una conocida empresa dedicada al mantenimiento de edificios. Los carteles que cuelgan de cada una de las fachadas en las que trabajan alertan: ¡°Stanley no soborna. Si es lo que quiere, no nos llame¡±.
Cuando lo que deber¨ªa ser normal se convierte en excepci¨®n destacada en un anuncio, se sabe a qu¨¦ punto ha llegado Brasil, envuelto en un gigantesco esc¨¢ndalo de corrupci¨®n pol¨ªtica y empresarial que traspasa sus fronteras. Pero la corrupci¨®n no es de ahora, advierten los Barbosa: sus carteles se imprimen hace m¨¢s de 20 a?os, mucho antes de que los brasile?os viesen a sus principales banqueros y constructores entre rejas. S¨ª hay mucho del Brasil de hoy en los relatos de Stanley y Ricardo sobre el mundo de la construcci¨®n, en el que conviven ingenieros, vecinos y presidentes de la comunidad, los villanos de esta historia: los sobornos y los c¨¢rteles de empresas del sector son comunes, provocan sobreprecios de las obras y acaban beneficiando a los de siempre.
Stanley, de 62 a?os, recuerda el d¨ªa que decidi¨® acabar con las llamadas y propuestas indecentes, hace dos d¨¦cadas. ¡°Fue la ¨²ltima gota que colm¨® el vaso¡±, dice. El ingeniero hab¨ªa recibido a un representante de un gran edificio quien anunci¨® que los vecinos hab¨ªan elegido a la empresa para adjudicarle una obra, pero tras una hora de conversaci¨®n aparentemente profesional, el visitante revel¨® su verdadera intenci¨®n: ¡°Bueno, y entonces ?cu¨¢nto vais a dejar para m¨ª?¡±. El ingeniero Barbosa no entendi¨® la indirecta, pero en el momento en el que el potencial cliente fue m¨¢s expl¨ªcito, decidi¨® decir ¡°basta¡± e institucionalizar las buenas pr¨¢cticas. Su hermano Ricardo, de 67 a?os, hab¨ªa pasado por una situaci¨®n parecida. ¡°Fui hasta otra ciudad con un ingeniero para presupuestar una obra y cuando estaba all¨ª, haciendo las cuentas, el tipo me pidi¨® que a?adiese un 10% para ¨¦l. Fue una decepci¨®n¡±, recuerda.
La lucha contra la corrupci¨®n les cuesta muchos impuestos y les ha hecho perder clientes, aseguran los hermanos Barbosa, como una obra de un mill¨®n de reales en un edificio de un barrio rico, un jugoso contrato para cualquier empresa del sector, pero que estaba condicionado a un 10% de ¡°reserva t¨¦cnica¡±, uno de los eufemismos del soborno, para el presidente de la comunidad. Los hermanos defienden que, por lo menos, se ahorran el tiempo que perd¨ªan en hacer visitas y presupuestos para despu¨¦s tener que negarse a trabajar con corruptos. ¡°Al principios notamos un malestar con el anuncio, pero creo que ven¨ªa precisamente de las personas que se identificaban con las malas pr¨¢cticas. Antes, de 10 obras, nos ped¨ªan sobornos en cuatro y ahora apenas en una de cada 10¡±, explica Stanley, el m¨¢s hablador de los hermanos. ¡°?Si a¨²n nos llaman pidiendo dinero a pesar del anuncio? Siempre hay alguien que no lee¡±, r¨ªe.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.