La hora de la flema inglesa
Es posible que pol¨ªticos brit¨¢nicos y el propio Trump utilicen el horror de lo que ha ocurrido para argumentar a favor de medidas antiimigratorias m¨¢s duras
La cuesti¨®n ahora es cu¨¢l ser¨¢ la respuesta al atentado en Londres. Lo indicado es, ante todo, tristeza y compasi¨®n por las v¨ªctimas y sus familiares. Lo probable es que se impongan medidas de seguridad m¨¢s fuertes en Londres, incluso que empiecen a aparecer soldados en las calles como en Par¨ªs. Dependiendo de la nacionalidad o la motivaci¨®n del responsable o los responsables, lo posible es que pol¨ªticos no solo en Reino Unido, sino que en otros pa¨ªses, como por ejemplo Donald Trump en Estados Unidos, utilicen el horror de lo que ha ocurrido para argumentar a favor de medidas antiimigratorias m¨¢s duras.
El problema, en cuanto a cualquier intento de evitar una repetici¨®n de un ataque de esta naturaleza, es que las opciones son limitadas cuando un veh¨ªculo motorizado se convierte en un arma letal. Uno de los motivos por los cuales las fuerzas de seguridad brit¨¢nicas han opinado que ha habido m¨¢s atentados terroristas en Francia o en B¨¦lgica que en Reino Unido es que es mucho m¨¢s f¨¢cil obtener armas de fuego en el continente europeo que en un pa¨ªs protegido por el mar. Contra un coche o un cami¨®n ninguna isla poblada est¨¢ a salvo. La ¨²nica forma de evitar que un terrorista recurra a tal m¨¦todo para matar es identificar y detener al terrorista de antemano. Una incrementada presencia policial o militar es de poco valor una vez que el terrorista se ha subido a su veh¨ªculo.
Un cuchillo, como el que utiliz¨® el presunto terrorista para matar al polic¨ªa en el palacio de Westminster, es f¨¢cil tambi¨¦n de conseguir no importa cu¨¢l sea el lugar. Y m¨¢s f¨¢cil de esconder que un fusil. Por m¨¢s que haya un clamor ahora para que el gobierno tome m¨¢s medidas preventivas, la realidad es que una presencia m¨¢s visible de polic¨ªas armados o soldados en las calles de Londres poco podr¨¢ hacer para impedir que un terrorista decidido a matar con un arma blanca, y a morir si fuera necesario, se cobre al menos una v¨ªctima. Algo se har¨¢, indudablemente, para intentar tranquilizar a la poblaci¨®n y demostrar que el gobierno est¨¢ haciendo lo posible para proteger a la ciudadan¨ªa, pero el impacto ser¨¢ m¨¢s psicol¨®gico que otra cosa.
Un terrorista suicida es casi imposible de frenar, y menos si pretende matar desde el volante de un veh¨ªculo. El principal consuelo o motivo de calma para el ciudadano de a pie en Londres es que mientras los terroristas suicidas son una peste en los tiempos en los que vivimos, se trata de una peste que cobra pocas v¨ªctimas. Es ¨²til recordar en momentos tr¨¢gicos y terror¨ªficos como este que en el ranquin de posibles causas de muerte en una ciudad como Londres, caer v¨ªctima de un terrorista ocupa un lugar muy bajo, muy por detr¨¢s de, por ejemplo, un accidente de coche normal.
Si lo recordar¨¢n los pol¨ªticos que ganan adeptos sacando provecho de los temores y de las tendencias xen¨®fobas de ciertos sectores de las poblaciones de occidente, ya veremos. Seguramente no. Pero, mientras tanto, y a no ser que de repente se vea una epidemia de atentados similares al de Westminster, lo cual es poco probable, la mejor y m¨¢s ¨²til respuesta del p¨²blico en general al terror que acaba de afligir las calles de Londres es mantener la serenidad y seguir viviendo como siempre. Es decir, recurrir a la flema inglesa.
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