De pronto, Perianes al piano
Es de los pianistas que reinventan el placer de la m¨²sica supuestamente memorizada en formatos digitales para resucitarla
Dicen que Glenn Gould saludaba de vez en cuando a ciertos amigos pregunt¨¢ndoles: ¡°?En qu¨¦ tono crees que ando?¡± y esta tediosa semana ven¨ªa desgran¨¢ndose en La menor sostenido cuando de pronto, lleg¨® Javier Perianes al piano. Se trata de un genio, de ¨¦se tipo de grandeza inapelable que en M¨¦xico llamamos ching¨®n, que ya hab¨ªa dado una probada de su chingoner¨ªa la semana pasada en el piano del selecto Club Matador durante la presentaci¨®n de un disco donde ejecuta dos sonatas de Schubert como quien sabe que la eternidad es una larga cordobesa. Lanzado ese anzuelo, urg¨ªa volver a escuchar y ver a Perianes al tim¨®n de las teclas como navegante en tierra y debo a la Fundaci¨®n Scherzo, la Cadena SER y el diario El Pa¨ªs el acierto de programarlo dentro del ciclo de Grandes Int¨¦rpretes en el Auditorio Nacional de M¨²sica de Madrid.
Reci¨¦n llegado de un viaje a M¨¦xico (donde dicen que un demente, al parecer da?ado del sentido del o¨ªdo, tuvo a mal escribir una nota desafinada sobre su presentaci¨®n en la Sala Nezahualc¨®yotl) donde consta que no pocos espectadores mexicanos supieron aquilatar el h¨¢lito de inmensa calidad art¨ªstica de este joven pianista de Huelva que lleva en la mina de su alma el tesoro invaluable de un genio incombustible: si as¨ª toca al filo de los 40 a?os de edad, no quiero ni imaginar lo que ser¨¢ Perianes en la pr¨®xima d¨¦cada, pues es de los pianistas que reinventan el placer de la m¨²sica supuestamente memorizada en formatos digitales para resucitarla como quien reconstruye una flor ajada con el prodigio de su prestidigitaci¨®n.
Se borraron todos los tonos negros de la semana en cuanto Javier Perianes se sent¨® al piano y declar¨® en silencio lo que podr¨ªa ser su credo
Se borraron todos los tonos negros de la semana en cuanto Javier Perianes se sent¨® al piano y declar¨® en silencio lo que podr¨ªa ser su credo ¡°Acercarse a las obras con humildad¡± y demostrar que la humildad es quiz¨¢ la forma m¨¢s sabia de la dulzura, no exenta de caprichosos reclamos leves a la raz¨®n pura, la que convierte en p¨¦talos de marfil las notas negras de la partitura. Ya memorizado por el Maestro, el pentagrama es un prado nevado en su mente que hace contorsionar su cuerpo entero y as¨ª formar la sutil conversaci¨®n de madrugadas entre sabanas blancas y todo lo que suscita esa joya que se va puliendo en la m¨²sica de Schubert.
Luego, el ambiente de silencio se torna s¨ªsmico mas no tel¨²rico y otra pieza del mismo compositor parece evocar a los himnos que se escuchan como canciones de cuna o viceversa y todo eso se va repitiendo como un eco, un eco leve que repite en baj¨ªsimos vol¨²menes el agua que es m¨²sica y mosaico, en medio de la necia persistencia de la tos. Es asombrosa la propensi¨®n madrile?¨ªsima a toser y toser en todo concierto en una muestra de indefinible estulticia similar a la de los irracionales reclamos desde alg¨²n tendido de la Plaza de Las Ventas o el decibelaje incendiario de las gradas en el moribundo estadio Vicente Calder¨®n. Parecer¨ªa que los an¨®nimos que tosen se hacen presentes en un protagonismo que exhala su propio nerviosismo o el pasmo de no saber aquilatar debidamente el fen¨®meno que nos ocupa: Javier Perianes es uno de los mejores pianistas vivos y el privilegio de su presencia desconcierta al tiempo que hipnotiza y s¨ª, seguramente eso y quiz¨¢ por eso, dan ganas de toser. Tami¨¦n es cierto que la dureza de los p¨²blicos madrile?os (sea en los toros, el f¨²tbol o en la sala de conciertos) se debe a una notable exigencia donde no se perdona al artista que viene a enga?ar al tendido y se premia como en ning¨²n otro lado a los que de veras se entregan, los que tocan de coraz¨®n, torean con el alma en mano o se juegan el sudor de la camiseta por amor.
En la noche que le cambi¨® el ¨¢nimo a la semana vinieron luego interpretaciones perfectas de la m¨²sica de Manuel de Falla, Claude Debussy e Isaac Alb¨¦niz deshilando en el vac¨ªo desde un jard¨ªn de arabescos como arroyos de un amanecer hasta un corredero de hormigas invisibles para llegar en una m¨¢gica explosi¨®n a un abrupto final, pasando por no pocos momentos en que Perianes alzaba la cabeza del teclado, acompasando cada motivo con el cuerpo contorsionado y las piernas ligeramente en vuelo. Despu¨¦s, Debussy como quien alisa una seda con la mano abierta y la contagiosa melod¨ªa l¨¢nguida que parece recrear los pasos cansados de un abuelo bajando por la escalera. Todo lo que emana de un piano que incendia silencio por la delicada piel de las yemas de un pianista que domina ya la quietud de lo perfecto, en el centro del ruedo del universo, inc¨®lume entre las toses, allende el ruido necio de las semanas que parecen negras y que se enredan en el ¨¢nimo de quien escribe como la tediosa condena de volver a denostar tantas injusticias del mundo y tanta mala noticia que llena las pantallas hasta que de pronto, Perianes al piano nos recuerda el sereno sendero de la felicidad en La mayor.
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