Rusia impide la condena de la ONU a la matanza de Siria
Trump condena con fuerza el ataque, pero sin pedir la ca¨ªda de El Asad
No habr¨¢ condena de la ONU por el b¨¢rbaro ataque qu¨ªmico en Siria. Rusia sali¨® en defensa del r¨¦gimen de Bachar el Asad y mostr¨® otra vez su poder de bloqueo en el Consejo de Seguridad. Ni siquiera el horror de 86 muertos, 30 de ellos ni?os, bast¨®. El Kremlin acus¨® contra toda evidencia a los rebeldes de haber ocultado armamento qu¨ªmico. EE UU, Francia y el Reino Unido lo negaron. ¡°Mi actitud con El Asad ha cambiado mucho. Se han cruzado l¨ªneas rojas¡±, declar¨® Donald Trump, aunque tampoco pidi¨® la ca¨ªda del r¨¦gimen.
S¨¦ptimo a?o de guerra. 10 millones de desplazados y 312.000 muertos, un tercio de ellos civiles. El conflicto conmueve al mundo, pero sigue en un callej¨®n sin salida. El ataque a¨¦reo del martes en la provincia de Idlib lo demuestra. Estados Unidos, Francia y Reino Unido identificaron ese mismo d¨ªa como agresor al r¨¦gimen de Bachar el Asad. ¡°El ataque qu¨ªmico perpetrado contra inocentes, entre ellos mujeres, ni?os y beb¨¦s, no puede ser ignorado por el mundo civilizado, lo condenamos¡±, declar¨® Trump. Su secretario de Estado, Rex Tillerson, se sum¨®: ¡°As¨ª opera El Asad, con brutalidad y barbarie. El uso de armas qu¨ªmicas contra su propio pueblo revela un desprecio fundamental contra la decencia humana¡±.
Dijeron esto, pero ni Trump ni Tillerson dieron el paso l¨®gico de exigir la ca¨ªda de El Asad. Ni siquiera el gesto de apoyar a Francia y el Reino Unido en una propuesta de condena e investigaci¨®n en el Consejo de Seguridad de la ONU tuvo efecto. En Washington se sab¨ªa que estaba condenada de antemano.
Los rusos, con poder de veto, ya hab¨ªan se?alado que consideraban inocente al r¨¦gimen sirio y que, para ellos, el material qu¨ªmico hab¨ªa sido ocultado por rebeldes en un almac¨¦n terrestre que estall¨® con las bombas a¨¦reas. No sirvi¨® que los observadores en la zona lo desmintieran o que Washington sostuviese la autor¨ªa del r¨¦gimen. Con el rechazo ruso, la resoluci¨®n se estanc¨®, ni siquiera fue votada y qued¨® lista para correr la misma suerte que la que en febrero pretendi¨® sin ¨¦xito imponer sanciones al r¨¦gimen por sus demostrados ataques con gas cloro a tres posiciones rebeldes en 2014 y 2015.
Era un resultado previsible. Tambi¨¦n para Washington. ¡°Trump no ve a El Asad como una prioridad. Obama ten¨ªa la misma pol¨ªtica, pero nunca la admiti¨® y jam¨¢s se enfrent¨® a las implicaciones. De alg¨²n modo esperaba que el proceso de Ginebra generase un nuevo gobierno por la v¨ªa diplom¨¢tica, lo que era un simple deseo¡±, afirma Michael O¡¯Hanlon, profesor de Princeton y codirector del Centro para la Seguridad e Inteligencia del think tank Brookings Institution.
En esta l¨ªnea, la Casa Blanca dio pruebas de su determinaci¨®n y, en plena espiral por las im¨¢genes de los ni?os agonizantes, llam¨® a reconocer la ¡°realidad pol¨ªtica que existe en Siria¡±. Tillerson dio un paso m¨¢s y deleg¨® el papel de vigilante en Rusia e Ir¨¢n, a quienes pidi¨® que ¡°ejerzan su influencia sobre el r¨¦gimen sirio¡±. Este giro ya se advirti¨® hace d¨ªas cuando el secretario de Estado, que la pr¨®xima semana viaja a Rusia, admiti¨® que la suerte del presidente El Asad tiene que ser decidida por el pueblo sirio, precisamente la tesis defendida por Mosc¨² y que, de materializarse en unos comicios, aboca casi con seguridad en su reelecci¨®n.
Pero la verbalizaci¨®n m¨¢s clara de la nueva pol¨ªtica lleg¨® de la mano de la en¨¦rgica embajadora de EE UU en la ONU, Nikki Haley, una voz que no deja de crecer en asuntos internacionales ante el bajo perfil de Tillerson. ¡°Uno escoge sus batallas. Y en este caso nuestra prioridad ya no radica en sentarnos y expulsar a El Asad¡±, proclam¨®. Luego, en el debate del consejo de seguridad se mostr¨® mucho m¨¢s dura y volvi¨® al juego del doble rasero. Mostr¨® fotos de ni?os muertos y lanz¨® un furibundo ataque: ¡°Estamos ante un nuevo golpe del r¨¦gimen sirio y Rusia no puede seguir escurriendo la responsabilidad. Si no se hace nada, estos ataques seguir¨¢n. Cuando los miembros fracasamos al actuar de forma colectiva, a veces nos vemos forzados a emprender nuestra propia acci¨®n¡±. Acabado su discurso, como era previsible, la resoluci¨®n de la ONU qued¨® estancada. Otra vez.
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