Emmanuel Macron, o la arriesgada cuadratura del c¨ªrculo
El candidato centrista, favorito durante semanas, ve reducida su ventaja al final de la campa?a
Emmanuel Macron es el candidato alquimista, el de la fusi¨®n de los contrarios. La izquierda y la derecha. El sistema y el antisistema. La continuidad y la ruptura. El liberalismo y la protecci¨®n.
Tras figurar durante semanas como favorito en los sondeos para ser el pr¨®ximo presidente de Francia, llega sin aliento al final de la campa?a, con otros tres candidatos pis¨¢ndole los talones y dudas sobre la eficacia de su particular cuadratura del c¨ªrculo.
Macron apela al General De Gaulle, padre de la Francia moderna, como un antecedente de su movimiento transversal: el hombre providencial que, m¨¢s all¨¢ de los partidos, conect¨® con los franceses en una hora grave.
¡°Como el General de Gaulle, elijo lo mejor de la izquierda, lo mejor de la derecha e incluso lo mejor del centro¡±, dijo Macron esta semana ante unas 20.000 personas en el palacio de deportes de Bercy, en Par¨ªs.
Antes, las pantallas gigantes del pabell¨®n hab¨ªan mostrado unas viejas im¨¢genes en blanco y negro de De Gaulle, el jefe de la Francia Libre durante la ocupaci¨®n nazi, el hombre que situ¨® a Francia como potencia vencedora de la II Guerra Mundial, el fundador de la V Rep¨²blica en 1958. ¡°Que los partidarios de la izquierda y los partidarios de la derecha digan que yo estoy del otro lado demuestra que no estoy en un lado ni en otro, sino por Francia¡±, dec¨ªa el general.
La reinterpretaci¨®n de De Gaulle, cuyos herederos pol¨ªticos se sit¨²an mayoritariamente en la derecha, es un movimiento t¨ªpico de Macron. No es su primer ejercicio de relectura hist¨®rica. Uno de sus discursos m¨¢s celebrados, en mayo de 2016, estuvo dedicado a Juana de Arco, s¨ªmbolo nacional apropiado por la extrema derecha. En la versi¨®n ¡®macroniana¡¯, Juana de Arco no es una figura ancestral y pre-moderna del nacionalismo m¨¢s rancio sino un emblema de la audacia a la hora de cuestionar el orden establecido y de la unidad en un momento decisivo para la naci¨®n.
Cuando Macron se mira en el espejo, se ve reflejado en estas figuras hist¨®ricas. ¡°Tienes que ayudar a calmarle, se cree Juana de Arco¡±, le confes¨® una vez su esposa, Brigitte, a un amigo. La periodista Anne Fulda rese?a la an¨¦cdota en ¡®Emmanuel Macron. Un joven tan perfecto¡¯, una de las m¨²ltiples biograf¨ªas que se han publicado estos meses sobre ¨¦l.
Macron es el candidato m¨¢s audaz o el m¨¢s suicida; el m¨¢s atrevido o el m¨¢s arrogante.
En tiempos de c¨®lera contra las ¨¦lites, repliegue identitario y desconfianza hacia la econom¨ªa de libre mercado, he aqu¨ª un exbanquero orgulloso de su curr¨ªculum, un europe¨ªsta convencido, un partidario de la liberalizaci¨®n econ¨®mica. Macron propone una ruptura con los modos de la pol¨ªtica francesa, pero no hay candidato m¨¢s continuista que ¨¦l, el heredero oficioso del presidente saliente, el socialista Fran?oise Hollande. Es antisistema, dice, pero cuenta con el respaldo de personalidades centrales de la clase dirigente de su pa¨ªs.
Este es un pa¨ªs donde a los miembros de la casta pol¨ªtica se les exige calentar banquillo durante d¨¦cadas: en la Asamblea, en las alcald¨ªas, en los ministerios. Un pa¨ªs en el que la instituci¨®n presidencial est¨¢ revestida de un aire mon¨¢rquico. Y de repente irrumpe Macron, un reci¨¦n llegado que hasta hace dos a?os un desconocido por el gran p¨²blico, un aspirante a lo m¨¢s alto que nunca antes se hab¨ªa presentado a una elecci¨®n.Y que lo hace con un partido nuevo, confeccionado a su medida, En Marcha!, o EM!, las misma iniciales que su nombre. Su experiencia es exigua: dos a?os ministro de Econom¨ªa y dos m¨¢s como consejero de Hollande en el El¨ªseo. Tiene 39 a?os y la cara ani?ada, pero se intuye que desde peque?o hablaba como un hombre mayor, y dice ¡°mis nietos¡± para referirse a los de su esposa, 23 a?os mayor que ¨¦l.
Emmanuel Jean-Michel Fr¨¦d¨¦ric Macron da la sensaci¨®n de haberse saltado todos los turnos, pol¨ªticos y vitales.
El de Bercy es uno de sus ¨²ltimos grandes m¨ªtines, en Par¨ªs, una ciudad que le quiere, la capital a la que lleg¨® desde la provinciana Amiens, cuando era adolescente, para conquistarla. Es la Francia de ¨¦xito, la Francia globalizada. La de las personas con t¨ªtulos acad¨¦micos ¡ªlas ¨¦lites intelectuales y econ¨®micas¡ª que ven el futuro con optimismo, como Macron. La que, como Macron, cree que el pa¨ªs necesita unas gotas de liberalismo para salir del marasmo econ¨®mico y social de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Bercy no est¨¢ lleno, pero en las fotos panor¨¢micas, no se notar¨¢.
Su ventaja en los sondeos se ha erosionado. Regresan las dudas sobre la capacidad del novato para conquistar el El¨ªseo. En el pa¨ªs que invent¨® las palabras izquierda y derecha, pesa la maldici¨®n del centro. Su antecesor m¨¢s cercano, Fran?ois Bayrou, consigui¨® un 18% de votos en 2007, y un 9% en 2012. Nunca pas¨® a la segunda vuelta. Mucho antes, en 1965, Jean Lecanuet, a quien llamaban el Kennedy franc¨¦s, intent¨® ocupar este espacio con un eslogan que Macron ha calcado: ¡°Un hombre nuevo para una Francia en marcha¡±. Obtuvo un 15% de votos.
Macron sube al estrado y habla mientras se pasea, al estilo de los viejos telepredicadores norteamericanos. Parece menudo, all¨ª arriba, fr¨¢gil. Habla de las generaciones anteriores ¡ªel mayo de 68 y Solidarnosc; De Gaulle y su contrafigura civil Pierre Mend¨¨s-France; presidentes de izquierdas como Mitterrand y derechas como Chirac: la alquimia, la cuadratura del c¨ªrculo¡ª para acabar invocando la responsabilidad de su propia generaci¨®n para tomar las riendas y transformar el pa¨ªs. El mensaje es nuevo y fresco, y al mismo tiempo r¨ªgido, muy calculado. ¡°Es extra?o, no se sabe bien de d¨®nde viene¡±, ha dicho de ¨¦l el escritor Michel Houellebecq. ¡°Parece un poco un mutante¡±. Tiene prisa.
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