Javier Valdez, un gu¨ªa en el infierno
El periodista era un referente fundamental para entender el poder del narcotr¨¢fico en Sinaloa
La imagen habla por s¨ª sola. El sombrero tapa el rostro de la v¨ªctima, tendida sobre el asfalto de Culiac¨¢n. Cualquier habitante de la capital de Sinaloa reconoce la prenda. Era el sombrero con el que Javier Valdez, uno de los periodistas m¨¢s valientes del pa¨ªs, se dejaba ver por las calles de la ciudad. El reportero y escritor ha sido asesinado este lunes cerca de R¨ªoDoce, la publicaci¨®n que fund¨® en 2003 junto a Ismael Boj¨®rquez y Alejandro Sicairos.
El crimen ha causado un fuerte impacto en el medio period¨ªstico mexicano. ¡°Es muy fuerte, no lo asimilo todav¨ªa¡±, cuenta Diego Enrique Osorno. El periodista afincado en Monterrey, como muchos otros colegas, encontraban en Valdez un referente para entender y moverse entre las pantanosas informaciones del narcotr¨¢fico en Sinaloa. ¡°Adem¨¢s de ser un periodista muy comprometido con la verdad conoc¨ªa los c¨®digos del mundo de la mafia. Ten¨ªa fuentes en todos lados¡±, cuenta Osorno.
Valdez (Culiac¨¢n, 1967) era una aduana fundamental para los periodistas nacionales y extranjeros que visitaban Sinaloa con la finalidad de escribir la en¨¦sima informaci¨®n sobre el c¨¢rtel. El periodista pod¨ªa ayudar con alguna cita para el reportaje o aportaba informaci¨®n off the record cuando las condiciones de seguridad en la entidad inclinaban a los periodistas locales a una necesaria autocensura.
La escritora y periodista Lydia Cacho preparaba una nueva visita a Sinaloa. Hace una semana habl¨® por ¨²ltima vez con Valdez, su amigo. La conversaci¨®n estuvo marcada por la preocupaci¨®n del aumento de la violencia contra los periodistas y una dosis de humor negro. ¡°Entre broma y en serio dec¨ªamos que cada vez quedamos menos¡±, relata Cacho.
La legitimidad de Valdez part¨ªa de su valent¨ªa. No abandon¨® Sinaloa, ni siquiera con la crisis de violencia que la entidad alcanz¨® en 2011 con la guerra contra la delincuencia organizada de Felipe Calder¨®n. ¡°Sab¨ªa que hab¨ªa que dar la batalla hasta el final¡±, afirma Cacho.
En una entrevista en 2011, Valdez habl¨® de c¨®mo mantenerse cuerdo en medio de la barbarie. ¡°Me ayuda ir a terapia: lo hice cada semana durante dos a?os en un periodo muy cr¨ªtico y definitorio para m¨ª y lo hago ahora en ciertas coyunturas¡±, dijo el periodista a Luis Castrill¨®n. Otro tratamiento era, de vez en cuando, ¡°un g¨¹isqui sin agua mineral ni rocas¡±. Cuando nada de eso funcionaba ten¨ªa otra cura: escribir.
Reportero y corresponsal del diario La Jornada, Valdez decidi¨® fundar en 2003 su propio medio. En R¨ªoDoce se propuso, junto con otros colegas, contar el narcotr¨¢fico como si fuera una fuente. Con cr¨®nicas, poniendo rostro a las v¨ªctimas, los periodistas relataban y explicaban la cotidianeidad del crimen organizado en ese estado del norte de M¨¦xico. ¡°En su columna semanal, Malayerba, Valdez retrataba la fuerza cultural del narcotr¨¢fico en esa regi¨®n. Al narco no lo protege el Gobierno, lo protege la sociedad¡±, apunta Osorno.
¡°Fund¨® una forma diferente de periodismo y fue un maestro para muchos de nosotros. A m¨ª me ayud¨® a aproximarme a estos temas sin arriesgar a las familias de las v¨ªctimas. Era una obsesi¨®n de su trabajo¡±, dice Lydia Cacho.
La Universidad de Columbia, en Nueva York, reconoci¨® el trabajo ¡°heroico¡± de los periodistas de R¨ªoDoce en 2011. La misma organizaci¨®n que entrega el Premio Pulitzer les otorg¨® el premio Mar¨ªa Moors Cabot por su excelencia en la cobertura en Am¨¦rica Latina.
Valdez es asesinado en un momento de plenitud en su trayectoria period¨ªstica. Sin dejar la redacci¨®n del diario hab¨ªa encontrado tambi¨¦n ¨¦xito como escritor. La editorial Penguin Random House le hab¨ªa publicado cinco libros y preparaba un sexto. Su obra?¡ªMiss Narco, Los morros del narco, Levantones: historias reales, Con una granada en la boca, Hu¨¦rfanos del narco y Narcoperiodismo¡ª deja testimonio del mismo horror que hoy le ha quitado la vida.
¡°En sus cr¨®nicas hab¨ªa un genuino dolor para tratar de entender la dimensi¨®n humana de la cat¨¢strofe¡±, asegura su editor, Ricardo Cayuela. ¡°Por eso es brutalmente inaceptable su crimen. Se han llevado al m¨¢s atento al dolor de los otros¡±.
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