Es un peligro estar vivo
Detr¨¢s de los periodistas liquidados habr¨¢ otros que se lo pensar¨¢n dos veces antes de publicar
Javier estaba convencido de que lo iban a matar. Porque estaba vivo, porque resid¨ªa en Culiac¨¢n, porque era periodista. El lunes fue asesinado. Hace dos semanas, a una pregunta de una reportera de EL PA?S, Javier Valdez respondi¨®: ¡°Disculpa, agradezco tu inter¨¦s, pero por razones de seguridad no puedo dar declaraciones, se puso cabrona la situaci¨®n¡±. Pero su vocaci¨®n period¨ªstica era m¨¢s fuerte que sus precauciones. Pr¨¢cticamente cada reportaje, cada columna que escrib¨ªa en su semanario R¨ªodoce o como corresponsal del diario La Jornada sentenciaba su muerte. Horas antes de ser ejecutado de 12 balazos en una calle de Culiac¨¢n y a plena luz del d¨ªa, Valdez public¨® un texto sobre El Licenciado, lugarteniente del Chapo, en el que daba cuenta de la batalla que aquel hab¨ªa emprendido en contra de los hijos del capo para convertirse en sucesor y hacerse con el control de este grupo.?
La muerte de Javier Valdez ha sacudido a la opini¨®n p¨²blica en general y a la comunidad period¨ªstica en particular, algo que no deja de ser notable en un pa¨ªs en el que las muertes violentas superar¨¢n la cifra de 25.000 personas este a?o, a raz¨®n de casi 70 por d¨ªa. La reacci¨®n es resultado del prestigio que Valdez gozaba en M¨¦xico y en el extranjero; autor de libros sobre narcotr¨¢fico y premio a la Libertad de Prensa en 2011 por parte de la CPJ de Nueva York. Pero la indignaci¨®n tambi¨¦n obedece a que la muerte del periodista sinaloense es la ¨²ltima de un largo rosario de colegas ca¨ªdos en los ¨²ltimos a?os, algo que pone en duda la posibilidad de mantener informada a la comunidad.
Habr¨ªa que insistir en que la supresi¨®n de periodistas, de activistas de derechos humanos o de jueces que fallan en contra de la delincuencia no es un asunto de n¨²meros. Ochenta miembros de la prensa han sido asesinados o han desaparecido en los ¨²ltimos 10 a?os; desde luego, una cifra nimia comparada con los 100.000 muertos y 30.000 desaparecidos que arroja la llamada guerra contra el narcotr¨¢fico, iniciada en 2006.
El problema reside en que al eliminar a un periodista por publicar reportajes que resultan inc¨®modos a los poderosos (sean pol¨ªticos o sean narcos), lo que se est¨¢ suprimiendo es el derecho de la comunidad de enterarse de aquello que es vital para el inter¨¦s p¨²blico. Detr¨¢s de estos 80 profesionales liquidados habr¨¢ otros 800 (por citar un n¨²mero) que se lo pensar¨¢n dos veces antes de atreverse a publicar o difundir algo que moleste a los poderosos, algo que se convierta en sentencia de muerte del periodista, como sucedi¨® con Valdez. Y, por otro lado, es un hecho que por cada ejecuci¨®n hay decenas de amenazas e intimidaciones f¨ªsicas o verbales en contra de los medios de comunicaci¨®n y los que trabajan en ellos.
?A cu¨¢ntos jueces tienen que asesinar los poderes salvajes antes de que ning¨²n magistrado se anime a condenarlos? Otra vez, no se trata de n¨²meros, sino del da?o irreversible que puede provocar en la impartici¨®n de justicia. Algo similar sucede con la prensa. La cobertura informativa de la violencia y de la corrupci¨®n regional en M¨¦xico es un arbolito de Navidad, cuyas luces se van apagando hasta dejar a oscuras a buena parte de la geograf¨ªa nacional.
En el pasado, cuando uno hablaba de poderes salvajes se refer¨ªa al crimen organizado y sus brutales m¨¦todos. Pero los organismos internacionales han documentado que m¨¢s de la mitad de las agresiones en contra de periodistas y de activistas de derechos humanos procede del ¨¢mbito pol¨ªtico. La impunidad absoluta con la que han operado los narcos al quitarse de encima a cr¨ªticos molestos result¨®, al parecer, una tentaci¨®n irresistible para funcionarios y pol¨ªticos cuando son incomodados por periodistas que exhiben su corrupci¨®n y sus abusos.
No es de extra?ar que las autoridades hayan sido tan incompetentes para investigar y resolver cr¨ªmenes en contra de periodistas (a pesar de las fiscal¨ªas presuntamente creadas para tal efecto). No se trata s¨®lo de un asunto de ineptitud, sino tambi¨¦n de complicidades. Denunciar las cuentas secretas y las mansiones inexplicables de un gobernador o un funcionario poderoso con frecuencia lleva a perder el empleo, a veces algo m¨¢s.
Lo dijo claramente Valdez al recibir el premio de la CPJ: ¡°En Culiac¨¢n, Sinaloa, es un peligro estar vivo y hacer periodismo es caminar sobre una invisible l¨ªnea marcada por los malos que est¨¢n en el narcotr¨¢fico y en el Gobierno. [...] Uno debe cuidarse de todo y de todos¡±.
@jorgezepedap
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