Las pinceladas barrocas de un japon¨¦s que lo dej¨® todo atr¨¢s deslumbrado por Goya y Vel¨¢zquez
El Instituto Cervantes rinde homenaje a Yasumasa Toshima, que con 40 a?os dej¨® su trabajo en la universidad, abandon¨® a su familia y viaj¨® a Espa?a para hacerse pintor
En 1974, cuando el pintor Yasumasa Toshima se fue a vivir a Madrid, el billete de m¨¢xima denominaci¨®n permitido en Espa?a era de mil pesetas. La econom¨ªa japonesa era la n¨²mero uno y los japoneses dictaban tendencias mundiales en tecnolog¨ªa, modelos de producci¨®n y consumo. El yen era omnipotente y la manera m¨¢s segura de hacerlo rendir era invertir en las etiquetas m¨¢s prestigiosas del momento: Chanel, Mercedes Benz, Manhattan y Picasso.
Toshima conect¨® con el Albaic¨ªn y su gente y se propuso nunca m¨¢s volver al Jap¨®n. Sobrevivi¨® durante 25 a?os gracias a una vida asc¨¦tica
Un japon¨¦s como Toshima, que se aventuraba sin un trabajo fijo en un lejano pa¨ªs gobernado por una dictadura era, y lo ser¨ªa tambi¨¦n hoy, una rareza. Esbelto y con un aire bohemio de motociclista setentero, abandon¨® con 40 a?os su segura rutina de profesor universitario y viaj¨® a Espa?a atra¨ªdo por las pinceladas sueltas de Vel¨¢zquez. En especial por los fondos m¨¢s oscuros del barroco sevillano.
En 1976, cuando se anunci¨® el billete de cinco mil pesetas, descubri¨® que Granada se ajustaba mejor a sus inquietudes art¨ªsticas. Conect¨® con el Albaic¨ªn y su gente y se propuso nunca m¨¢s volver al Jap¨®n. Sobrevivi¨® durante 25 a?os gracias a una vida asc¨¦tica, regada con frecuentes visitas al bar El 22, trabajos ocasionales de fotograf¨ªa y un giro puntual, modesto en yenes pero pr¨®digo en pesetas, que le enviaba su esposa Etsuko.
Visitaba su familia de cuando en cuando y en uno de sus viajes se llev¨® a Granada a Nao, su hija discapacitada. Solo regres¨® definitivamente, con su emblem¨¢tico penacho de pelo completamente cano, cuando Etsuko falleci¨® en 1999.
Antes de marcharse ya embadurnaba sus lienzos con manchas superpuestas a la manera de Vel¨¢zquez y castigaba los colores hasta lograr un efecto tenebroso que lo hermanaba con Goya. La influencia espa?ola en su obra fue tenue en lo formal y muy profunda en lo espiritual, explica Sosyu Shigyo, un polifac¨¦tico empresario y escritor que impresionado con la obra de Toshima termin¨® convertido en su modelo, su mecenas y su principal coleccionista. "Pintaba para encontrar el misterio de la vida y Granada le ayud¨®", apunta Shigyo. Los cr¨ªticos japoneses y, recientemente un programa de la televisi¨®n p¨²blica NHK, catalogan la obra de Toshima como "realismo solitario".
El Instituto Cervantes de Tokio le rinde homenaje este mes mostrando la etapa granadina de su obra. Paisajes y rincones del Albaic¨ªn y sus vecinos, tratados con la misma reverencia pict¨®rica que Vel¨¢zquez dedicaba a la realeza.
"Toshima vendi¨® poco a lo largo de su vida pues rechazaba el arte que busca reconocimiento", contin¨²a Shigyo quien se jacta de haber roto dos principios de la vida de Toshima. El primero, al pedirle que pintara su retrato. Sabiendo que nunca aceptaba encargos le propuso: "Si pintas un punto y dices que soy yo, lo cuelgo en mi despacho". Toshima le dio la vuelta a la oferta y acept¨® pintar el retrato con la condici¨®n de que le permitiera hacer todos los estudios que hicieran falta. El empresario le mont¨® un taller al lado de su oficina y terminaron siendo grandes amigos hasta la muerte de Toshima en 2006, por un c¨¢ncer de colon, a los 72 a?os.
Shigyo pudo entonces romper la regla n¨²mero dos, la de no vender obras a nadie, y compr¨® a los familiares 800 pinturas. Le dedic¨® una galer¨ªa conmemorativa abierta al p¨²blico y ha editado libros para dar a conocer la obra de un artista que siempre tuvo claro a quien deb¨ªa su obra. Un fot¨®grafo coreano que Toshima conoci¨® en Granada le dedic¨® un libro en el que cita un acertijo que le explic¨® un d¨ªa el pintor: "?En qu¨¦ se diferencian el hombre y la mujer? En la percepci¨®n. El hombre solo ve su sue?o y la mujer c¨®mo llegar a este".
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