El extra?¨ªsimo milagro argentino
Hoy, por una vez, no hay ninguna cat¨¢strofe. Y eso no significa que el pa¨ªs est¨¦ bien
Hay algo raro, muy excepcional, que ocurre en la Argentina en estos d¨ªas. Uno abre los diarios, y la tapa casi no se refiere a hechos que ocurren en el pa¨ªs. Un d¨ªa, el foco de la noticia es Venezuela, porque el Gobierno reprime manifestaciones y mata opositores. Otro, el centro de atenci¨®n es Brasil porque est¨¢ por caer un presidente que sucedi¨® a una antecesora, derrocada hace solo un a?o. Como si esto fuera poco, otro d¨ªa los titulares se refieren al Reino Unido, por el criminal atentado de M¨¢nchester. Pero la Argentina figura, por una vez, en un lugar subordinado hasta en los medios argentinos.
En una escena imaginada por el escritor mexicano H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn, almuerzan un periodista retirado con otro joven y activo. Al final del encuentro, el primero dice: ¡°Espero que no tenga usted de qu¨¦ escribir porque eso querr¨¢ decir que no le ha ocurrido nada malo a ninguna persona¡±. Y es probable que algo de eso est¨¦ ocurriendo. En la Argentina, hoy no hay ninguna cat¨¢strofe. Y no es que el pa¨ªs est¨¦ bien. Al contrario, ning¨²n pa¨ªs la pasa bien cuando se conjuga una alta inflaci¨®n con una ca¨ªda importante de las cantidades que produce, para no hablar del creciente d¨¦ficit p¨²blico y de la monta?a de deuda que se acumula para solventarlo.
Pero ocurre que no se suspenden elecciones, cierran medios, matan manifestantes como en Venezuela, no caen Gobiernos como en Brasil mientras la econom¨ªa se reduce un 10%, los periodistas no son asesinados de a racimos en las calles como en M¨¦xico.
Y es una sensaci¨®n, ciertamente, muy extra?a. Porque en el tren de generar noticias dram¨¢ticas, los argentinos hemos sido expertos. En los setenta, nuestra dictadura fue la m¨¢s sanguinaria de todas: por lejos. En los ochenta hubo inflaci¨®n en todo el mundo, pero en ning¨²n lugar super¨® el 3.000 % anual. Hay que vivir as¨ª, ?eh? Que ni la mejor monta?a rusa de Disney. En los noventa, muchos pa¨ªses tuvieron crisis ¡ªRusia, Brasil, Turqu¨ªa, Filipinas, Corea del Sur¡ª pero ninguna fue tan terrible como en la Argentina ?en el mundo entero! Y hay lugares en que los Gobiernos caen. Pero, en 2001, los argentinos tuvimos ?Cinco presidentes en una semana! ?A ver si alguien encuentra por ah¨ª un desmadre similar? ?Eh?
Por eso, m¨¢s all¨¢ de si esto es una buena o mala noticia, no ser como Venezuela, Brasil o M¨¦xico, el asunto nos causa cierta incomodidad, un poco de desconcierto, un toque de perplejidad, casi un s¨ªndrome de abstinencia. Es como una identidad que no cierra. Es mejor destacarse por algo que pasar desapercibido as¨ª que m¨¢s vale llamar la atenci¨®n como sea: nosotros, siempre lo hemos hecho en esa disciplina que, cualquier argentino definir¨ªa como ¡°hacer kilombo¡±. Y ahora ni eso: los brasile?os, los mexicanos y los venezolanos nos pasan por encima.
Hay m¨²ltiples teor¨ªas acerca de por qu¨¦ ocurre esto. Unos dicen que, finalmente, a golpes, los argentinos aprendimos que hay cosas con las que no se juegan porque se rompen. Otros sostienen que la paz argentina es un monumento a la hipocres¨ªa: que en Brasil todo estall¨® por los aires porque la justicia se meti¨® en el pacto de gobernabilidad mafiosa entre Gobiernos y empresarios; y que en la Argentina la quietud es sin¨®nimo de impunidad, producto de que reina la mafia y nadie le revisa las cuentas. Y hay quienes creen, finalmente, que se trata de un espejismo. Al fin y al cabo, en 1997 Brasil hizo una devaluaci¨®n un tanto traum¨¢tica, mientras la Argentina segu¨ªa de fiesta. Un par de a?os despu¨¦s aquella bola de nieve que hab¨ªa lanzado Brasilia aplast¨® a Buenos Aires con una intensidad devastadora.
O sea que, seg¨²n estos, eso de pasar inadvertidos, de no ser titulares salvo por temas menores, ser¨¢ ef¨ªmero, pasajero: inexorablemente terminaremos como siempre.
Los abuelos dicen que si hay algo dif¨ªcil de pronosticar, por definici¨®n, es el futuro. Pero por lo pronto, dados los antecedentes, quiz¨¢ convenga tocar madera, cruzar los dedos, no pasar por debajo de ninguna escalera. Y si se cruza un gato negro, salir corriendo.
Salvo que uno sea periodista, ese curioso m¨¦tier de peque?os canallas que necesitan de las calamidades para vivir, excitarse, lucirse. En ese caso, solo hay que confiar: la tranquilidad, el equilibrio, el criterio, la justa medida, nunca han sido los rasgos dominantes de nuestro car¨¢cter. 3,2,1...
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