Inquietud en los conservadores de May por la inesperada subida del laborismo
Al reaundarse la campa?a tras el atentado de Manchester, los errores de la primera ministra hacen saltar las alarmas en las filas tories a apenas 10 d¨ªas de las elecciones
A estas alturas, la lecci¨®n deber¨ªa estar clara: nada debe darse por hecho en la pol¨ªtica brit¨¢nica. De los creadores de Reino Unido elegir¨¢ un Parlamento ingobernable (2015) y Los brit¨¢nicos acabar¨¢n optando por permanecer en la UE (2016), llega ahora Theresa May lograr¨¢ una victoria hist¨®rica en las pr¨®ximas elecciones (2017). Los finales de las dos primeras pel¨ªculas son conocidos: en 2015 David Cameron cosech¨® una mayor¨ªa absoluta que nadie esperaba y, en 2016, Reino Unido dej¨® al mundo mudo al apoyar mayoritariamente el Brexit. El final de la tercera se conocer¨¢ el pr¨®ximo 8 de junio. May probablemente ganar¨¢. Pero cada vez parece m¨¢s probable que gane y, a la vez, pierda.
La campa?a fue dram¨¢ticamente interrumpida por el atentado terrorista en Manchester el pasado lunes por la noche. Horas antes, la primera ministra se hab¨ªa visto obligada a rectificar una de las medidas estrella de su programa electoral, apenas cuatro d¨ªas despu¨¦s de presentarlo. Los votantes, le advirtieron los candidatos que hac¨ªan campa?a a pie de calle, hab¨ªan reaccionado airados a lo que la prensa bautiz¨® como ¡°impuesto a la demencia¡±, su propuesta de pedir a m¨¢s pensionistas que acarreen con los costes de la asistencia sociosanitaria que reciben en sus domicilios. Los sondeos recortaban significativamente su ventaja respecto a los laboristas.
May decidi¨® ¡°aclarar¡± la medida. ¡°?Nada ha cambiado, nada ha cambiado!¡±, exclamaba, nerviosa, acorralada por el implacable Andrew Neil en una demoledora entrevista en la BBC. Pero no convenci¨® a nadie. ¡°No recuerdo una rectificaci¨®n de esta envergadura¡±, tuiteaba el nonagenario profesor de Oxford David Butler, que ha seguido las ¨²ltimas 20 elecciones generales.
Por la noche, la onda expansiva de la bomba detonada por Salman Abedi lo paralizaba todo. En los d¨ªas siguientes, la gesti¨®n del brutal atentado en M¨¢nchester ofrec¨ªa la mejor versi¨®n de May. La ex ministra del Interior supo transmitir la confianza y la autoridad que el pa¨ªs reclamaba. El viernes se reanudaba la campa?a electoral. Jeremy Corbyn, el l¨ªder laborista, regalaba en su primer discurso carnaza a quienes lo tachan de no apto para primer ministro: relacionaba la amenaza terrorista con la pol¨ªtica exterior de los ¨²ltimos Gobiernos brit¨¢nicos.
De pronto, un sondeo realizado entre el mi¨¦rcoles y el jueves hac¨ªa saltar las alarmas en los cuarteles generales del Partido Conservador. La distancia entre tories y laboristas se reduc¨ªa a solo 5 puntos. La mitad que al principio de la semana. Casi cinco veces menos que cuando May decidi¨® adelantar las elecciones. El voto laborista sub¨ªa a su nivel m¨¢s alto (38%) desde 2014.
La consigna en los estrategas tories es volver a centrar el debate al lugar de donde nunca debi¨® moverse: ?A qui¨¦n entregar las riendas del pa¨ªs, al ca¨®tico Jeremy Corbyn o la estable y fuerte Theresa May? pero esa imagen que quieren proyectar de May casa mal con su ins¨®lito historial de rectificaciones.
Ambos se enfrentan por primera vez a una campa?a como candidatos a inquilinos del 10 de Downing Street. Y lo cierto es que, hasta la fecha, la campa?a parece estar mejor a Corbyn, cercano y sincero, que a May, torpe y huidiza. La popularidad de la conservadora ha ca¨ªdo al ritmo que ha subido la del laborista.
La ventaja de los tories fue de entre 10 y 20 puntos durante todo el a?o pasado, pero al comienzo de la campa?a para estas elecciones super¨® los 20, al absorber el apoyo de un UKIP en crisis total. Los cinco sondeos del fin de semana revelan m¨¢rgenes de entre seis y 14 puntos, algo mayores que el que arrojaba la encuesta del viernes. La diferencia entre unos y otros marcar¨¢ el ¨¦xito o el fracaso de Theresa May. Adelant¨® las elecciones para obtener una amplia mayor¨ªa parlamentaria, aprovechando que los laboristas tienen un l¨ªder que muchos consideran inelegible. La primera ministra acept¨® centrar la campa?a de su partido en su propia figura como l¨ªder. Si fracasa, todos sabr¨¢n a qui¨¦n culpar.
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