Periodistas
Cuando la prensa libre es el enemigo
En mayo pasado fue asesinado el periodista mexicano Javier Valdez C¨¢rdenas. Era un prol¨ªfico reportero, columnista y escritor de Sinaloa, estado que lleg¨® a las portadas de los peri¨®dicos del mundo gracias al Chapo Guzm¨¢n. El dato geogr¨¢fico y el t¨ªtulo de su libro m¨¢s reciente son buenas pistas para inferir quien lo mat¨®. ¡°Narcoperiodismo: una investigaci¨®n profundamente documentada sobre la forma en que el narcotr¨¢fico aniquila o seduce a periodistas¡±, se lee en el sitio de Amazon.
¡°Aniquila o seduce¡±, n¨®tese el candor de las opciones. Es un crudo y acertado retrato de la tragedia mexicana, sin embargo. As¨ª se ha normalizado el autoritarismo criminal-subnacional, ese peculiar tipo de r¨¦gimen basado en la colusi¨®n de la pol¨ªtica y el cartel.
Valdez no es es el primer periodista asesinado por investigar dichas conexiones y dif¨ªcilmente sea el ¨²ltimo. Ello ha convertido a M¨¦xico en arquetipo de violencia contra los periodistas, sin duda, pero tampoco es el ¨²nico lugar donde ocurre. Ni mucho menos, solo encarna una paradigm¨¢tica manera, entre tantas, de atentar contra la libertad de prensa.
Gen¨¦ricamente, debe ser visto como eso: la vulneraci¨®n del derecho a informar. El periodismo se ha convertido en profesi¨®n de alto riesgo en diversos contextos y latitudes. Es el rasgo com¨²n a todas las corrientes antiliberales en boga, varias de ellas en el poder. El an¨¢lisis aqu¨ª no es exhaustivo, pero algunos ejemplos sirven para ilustrar el punto.
?Lo que muchos denominan populismo, el estalinismo en todas sus versiones, la llamada revoluci¨®n bolivariana, el neofascismo europeo, el racismo en cualquiera de sus formas, el aislacionismo de Trump tanto como el del UKIP, las teocracias, el terrorismo y otras organizaciones criminales tienen todos un enemigo com¨²n: la prensa libre y las normas constitucionales que la garantizan.
En Rusia es arriesgado investigar al Kremlin, la corrupci¨®n o los altos negocios de los oligarcas. Eso hizo Anna Politkovskaya, por ejemplo, periodista de Novaya Gazeta asesinada en 2006 por su cobertura de las violaciones a los derechos humanos cometidas por las fuerzas de Mosc¨² en el C¨¢ucaso norte, especialmente durante la guerra chechena. Los reporteros del mismo peri¨®dico son hoy amenazados por cubrir los abusos contra homosexuales, tambi¨¦n frecuentes en Chechenia.
Turqu¨ªa ha sido declarado el peor pa¨ªs para la libertad de prensa en 2016, habiendo encarcelado m¨¢s periodistas que ning¨²n otro y clausurado cientos de medios. La ofensiva contra el periodismo se aceler¨® en respuesta al intento de golpe de julio de ese a?o. Se espera un empeoramiento de esas condiciones luego del reciente refer¨¦ndum constitucional, por el cual se institucionaliza una creciente cuota de discrecionalidad en manos del presidente Erdogan.
En Francia a¨²n se debate el asesinato de los periodistas de la revista a Charlie Hebdo de enero de 2015 y sus implicancias. Para muchos fue la insensibilidad de los periodistas, su s¨¢tira desmedida y su blasfemia que incit¨® el ataque; como si el l¨¢piz y las balas fueran equivalentes, vale la pena agregar. Hasta el Papa ironiz¨® entonces que si alguien ofendiera a su madre, ¡°bien podr¨ªa esperarse un pu?etazo¡±, invitando a una cierta justicia por mano propia. El mensaje es temerario pero conocido: culpar a la victima, asesinarla otra vez.
Am¨¦rica Latina, a su vez, ha experimentado m¨²ltiples agresiones a los periodistas por parte de aquellos gobiernos determinados a perpetuarse en el poder, se llamen populistas, estalinistas, militares o una mezcla de todo lo anterior. Es que en un pa¨ªs donde la prensa es libre, el poder puede ser investigado. La sociedad se siente capaz de criticar, ¡°empoderada¡± a hacerlo. La perpetuaci¨®n es menos probable. El periodista se convierte en el adversario a neutralizar.
En Estados Unidos, las agresiones de Trump a la prensa ya se van transformando en rutina. Son solo verbales, por twitter. Existen l¨ªmites estrictos marcados por un poder judicial robusto y la omnipresencia de la Primera Enmienda Constitucional, la cual consagra la libertad de expresi¨®n.
Ello no obstante contribuye a crear un clima de hostilidad, propicio para la violencia. Un ejemplo ocurri¨® en el estado de Montana. El candidato republicano al Congreso Greg Gianforte arremeti¨® contra el periodista de The Guardian que cubr¨ªa su campa?a, Ben Jacobs, derrib¨¢ndole y golpe¨¢ndole en el suelo produciendo la rotura de sus lentes.
Las autoridades imputaron a Gianforte por agresi¨®n f¨ªsica. D¨ªas m¨¢s tarde, Jacobs obtuvo su nuevo par de lentes, donando los anteriores a Newseum, el museo de las noticias en Washington DC, para documentar el hecho. Un final feliz.
Feliz siempre y cuando no sea all¨ª donde tambi¨¦n termine la libertad de prensa, en un museo. Pues para eso est¨¢n los museos: evocar el pasado y reificar lo abstracto.
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