Las mujeres de Tumaco se respetan, carajo
La iniciativa 'No es hora de callar' de la periodista Jineth Bedoya apoya a las v¨ªctimas de violencia sexual en el Pac¨ªfico colombiano
Nubia Becerra vive sola en Tumaco, puerto del Pac¨ªfico colombiano, en el departamento de Nari?o, hasta donde lleg¨® desplazada por la violencia. Vive sola porque una de sus parejas la maltrat¨® y la otra la viol¨®, as¨ª que ya no se f¨ªa de los hombres. Vive sola porque a su hijo lo mat¨® la guerrilla. Vive sola porque el pasado octubre la bala que iba dirigida a un mototaxista por un ajuste de cuentas acab¨® con la vida de su nieto. Cada momento de su existencia est¨¢ marcado por la guerra de Colombia. La paz en su ciudad, una de las m¨¢s pobres del pa¨ªs, es una entelequia. ¡°Hago los pies y la gente me pregunta si no me averg¨¹enzo de mi trabajo¡±, dice con una sonrisa brillante que no le abandona. ¡°Siempre respondo que cuidarle los pies a los dem¨¢s es important¨ªsimo porque con los pies se camina¡±.
En el camino de Nubia y de otras 50 mujeres se cruz¨® hace siete meses la periodista colombiana Jineth Bedoya. La reportera ha llevado hasta Tumaco su campa?a No es hora de callar, con la que anima a las v¨ªctimas de violencia sexual a que hablen, denuncien y busquen ayuda. Ella lo hizo hace 17 a?os despu¨¦s de que un grupo de paramilitares la secuestr¨®, tortur¨® y viol¨® cuando realizaba un reportaje en una c¨¢rcel a las afueras de Bogot¨¢. Todas estas mujeres le ponen nombre a uno de los mayores problemas de Colombia. Solo entre enero y abril de este a?o casi 22.000 han sido abusadas, seg¨²n datos de Medicina Legal.
¡°Hace un tiempo me compromet¨ª con las mujeres de Tumaco a que vendr¨ªa hasta aqu¨ª¡±, explica Bedoya, ¡°y hemos llegado con talleres para empoderarlas y para que entiendan que no se pueden quedar en v¨ªctimas, que ya son supervivientes¡±.
Desde octubre, un grupo de unos 20 voluntarios, la mayor¨ªa de la casa editorial EL TIEMPO, donde Bedoya trabaja, visita a estas madres, abuelas, adolescentes y ni?as, la menor tiene 12 a?os. Primero fueron a sus barrios de casas de madera elevadas sobre el mar que dibujan el horizonte de Tumaco. Despu¨¦s se reunen una o dos veces al mes en un hotel cerca de la playa. Para asegurarse de que todas llegan les pagan el transporte y les dan de comer. Les ense?an a hacer fotograf¨ªas con sus m¨®viles y a publicarlas en redes sociales para que puedan usar la tecnolog¨ªa y as¨ª promocionar sus peque?os negocios. Nubia ya sabe calcular a cu¨¢ntas clientas les hace la pedicura, el precio y cu¨¢nto cobra a final de mes.
En ese mismo espacio comparten lo que han sufrido. ¡°Al principio les cuesta mucho hablar, reconocer que lo que les ha sucedido es importante¡±, explica Bedoya. Para animarlas, la periodista siempre usa la primera persona del plural: ¡°Estamos aqu¨ª para afrontar un dolor que solo nosotras comprendemos. Para que simplemente nos crean. Muchas veces nos dicen que no fue tan grave o niegan que ocurriera¡±, les dice. ¡°O que nos lo buscamos¡±, se escucha entre el p¨²blico. Solo una de cada 10 mujeres que sufrieron alg¨²n tipo de violecia denunciaron, seg¨²n datos de la Fiscal¨ªa para 2016. La universidad de la Sabana de Bogot¨¢ public¨® un estudio en agosto del a?o pasado en el que se retratan los retos sociales por los que pasan estas mujeres: el 70% de los encuestados consider¨® que una persona maltratada es culpable de permanecer junto a quien la maltrata; el 81% opin¨® que la familia debe permanecer unida a cualquier costo; el 90% estaba de acuerdo con que ¡°la ropa sucia se lava en casa¡±.
¡°La palabra de una mujer es tan importante que debe ser suficiente en un juicio¡±, concluye la reportera que ha tenido que comparecer 12 veces ante un juez. 12 ocasiones en las que la Justicia le ha obligado a rememorar por lo que pas¨®.
Al escuchar a Jineth Bedoya las mujeres de Tumaco se desquitan de sus reticencias preliminares y hablan. Marieta levanta la mano y se pone en pie: ¡°Yo soy v¨ªctima. A mi hijo lo torturaron y violaron seis guerrilleros. Que lo estropeen a uno, pase, pero al hijo de uno¡ nunca me voy a olvidar¡±. Trabaja de mototaxista en uno de los barrios m¨¢s pobres de la ciudad donde convive con guerrilleros del ELN y el clan del Golfo, una de las bandas criminales m¨¢s importantes de Colombia. Son la ley, quienes establecen el toque de queda: a partir de las nueve de la noche no se puede salir de casa. Son tambi¨¦n sus victimarios. ¡°De los hombres que me violaron uno ya est¨¢ libre, vive cerca de mi casa y me tiene echado el ojo¡±.
Muchos de los violadores de las mujeres de Tumaco cumplieron seis, siete, ocho a?os de c¨¢rcel cuando el expresidente ?lvaro Uribe lleg¨® a un acuerdo para desmovilizar a los paramilitares a principios del 2000 tras a?os de matanzas indiscriminadas. ¡°Ahora est¨¢n libres, han vuelto a sus casas y sin asistencia de la Justicia estas mujeres son revictimizadas¡±, apunta Bedoya. Una amenaza latente que tambi¨¦n sufren aquellas que han sido abusadas por sus familiares. El Estado no est¨¢ para nadie en Tumaco.
En dos minutos de intervenci¨®n Marieta resume todos los males que confluyen en esta ciudad de unos 200.000 habitantes. El acceso al agua potable, la sanidad y la educaci¨®n son algunos de los servicios b¨¢sicos de los que carecen. La regi¨®n donde se encuentra Tumaco ostenta el deshonroso t¨ªtulo de ser el terreno con mayor n¨²mero de hect¨¢reas cultivadas con coca, seg¨²n datos de la ONU, y una perfecta salida al mar para cualquier tipo de contrabando. El caldo de cultivo para las guerrillas y el narco en ausencia hist¨®rica del Estado. Por eso en estas tierras el proceso de paz con las FARC es solo una noticia que emitieron en televisi¨®n el pasado noviembre. Aqu¨ª la guerra sigue y el cuerpo de las mujeres es una extensi¨®n del campo de batalla.
¡°A pesar de la violencia, creo que los buenos somos m¨¢s aqu¨ª. Hay que mostrar la cara buena de nuestro pueblo¡±, dice Joani, otra superviviente. Ese otro lado de Tumaco aparece cuando el fot¨®grafo Juan Manuel Vargas, voluntario en No es hora de callar, les hace un retrato en la playa. En ese momento no hay l¨¢grimas, solo un grupo de mujeres nerviosas que bromean con la pose que van a hacer ante la c¨¢mara. ¡°Mi intenci¨®n es hacerlas sentir bonitas¡±, explica.
Para que tambi¨¦n se sientan importantes Jineth Bedoya consigui¨® que el 25 de mayo, la fecha en que ella fue abusada, se convirtiera por decreto presidencial en el d¨ªa por la dignidad de las mujeres v¨ªctimas de violencia sexual en Colombia. Este a?o lo ha celebrado en Tumaco con las mujeres que trabaja y con otras llegadas desde distintas partes del pa¨ªs. Olga Luc¨ªa Iglesias ha viajado desde el departamento vecino del Valle del Cauca donde vive desde hace 10 a?os huyendo de la noche de 2001 en que, a la salida de su trabajo en una discoteca de C¨²cuta, en la frontera con Venezuela, la raptaron para despu¨¦s ser violada por 10 hombres, paramilitares que obedec¨ªan ¨®rdenes de un cabecilla despechado.
Con una joven de Norte de Santander que fue abusada y vio c¨®mo asesinaban a su familia; al lado de una lideresa bogotana que ayuda a mujeres que tuvieron hijos de sus violadores; con otra superviviente de Caldas que ha tenido que pasar por varias cirug¨ªas por las vejaciones que sufri¨®. Todas caminaron con una rosa morada al lado de un centenar de supervivientes hasta la orilla del Pac¨ªfico. En ese lugar le entregaron al oc¨¦ano parte de su dolor y gritaron: ¡°?Las mujeres de Tumaco se respetan, carajo! ?Las sobrevivientes de violencia sexual hoy le decimos s¨ª a la paz. Por eso venimos bailando y cantando. Porque este es un grito que Colombia est¨¢ escuchando!¡±.
Por la noche siguieron bailando y cantando en un concierto del cantautor colombiano Santiago Cruz, que decidi¨® parar su gira internacional para participar en la iniciativa. Durante unas horas celebraron que siguen vivas. Despu¨¦s se subieron al autob¨²s y volvieron a la realidad, a sus barrios.
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