Theresa May: la emperatriz se queda desnuda
Tocada por una campa?a que dej¨® expuestas sus debilidades, la primera ministra ha perdido la mayor¨ªa
Lo malo del guion que escribi¨® Theresa May (Eastbourne, 1956) para estas elecciones es que su premisa principal carece de coherencia: una l¨ªder ¡°fuerte y estable¡± no sucumbe a la avaricia.
La primera ministra cay¨® en la tentaci¨®n de adelantar los comicios para reforzar su propia posici¨®n en el partido, en el pa¨ªs y en Europa. No se conform¨® con ser Theresa May y quiso ser Margaret Thatcher. Los analistas electorales le dijeron que pod¨ªa. So?¨® con una coronaci¨®n por aclamaci¨®n, pero la campa?a y los resultados no han hecho sino exponer sus carencias.
Poco a poco, toda la coreograf¨ªa se fue al traste. Ha ganado las elecciones pero, como predijeron los sondeos, ha perdido la mayor¨ªa. Su liderazgo y su proyecto han quedado inevitablemente tocados.
May no se conform¨® con pilotar la nave firmemente hacia la galaxia desconocida del Brexit: quiso transformar el pa¨ªs. Se habl¨® del?mayismo. Un conservadurismo para la clase trabajadora que afianzar¨ªa a los tories como partido hegem¨®nico. Una tercera v¨ªa entre la globalizaci¨®n y el nacionalismo. ¡°No creemos en el mercado libre sin l¨ªmites¡±, dijo, ¡°rechazamos el culto al individualismo ego¨ªsta¡±.
De la mano de la hija de un vicario de provincias, que creci¨® alejada de las elites de Londres, los tories quer¨ªan entrar en territorios antes vedados. Supon¨ªa una ruptura con todo lo anterior, una vuelta al prethatcherismo. El Partido Conservador, al que May se afili¨® en la adolescencia y en uno de cuyos guateques conoci¨® a su marido, dejar¨ªa de ser t¨®xico entre los m¨¢s desfavorecidos.
Pero el proyecto qued¨® desdibujado en un programa electoral vago y pobre. Hab¨ªa una propuesta osada: el ¡°impuesto a la demencia¡±. Dirigida contra los pensionistas acomodados, uno de los segmentos m¨¢s fieles del electorado tory, la medida demostrar¨ªa que no son solo el partido de los ricos y mayores. Pero la ins¨®lita retirada de la medida tan solo cuatro d¨ªas despu¨¦s, una chapuza hist¨®rica, revel¨® lo dif¨ªcil que es satisfacer a la vez a los votantes a los que representan los tories y a aquellos a los que quieren representar.
La irrupci¨®n del terrorismo en la campa?a lo puso todo patas arriba. El debate se centraba en la seguridad nacional. Quien fuera durante seis a?os f¨¦rrea ministra del Interior jugaba, pues, en casa. Pero la realidad se resiste a seguir el guion escrito por May. Fue ella quien decidi¨® convertirlo en tema de campa?a y pronto se vio acorralada por las cr¨ªticas a los recortes en la polic¨ªa durante sus a?os al frente del Home Office. No deja de ser ir¨®nico que ella, que lleva un a?o empe?ada en romper con el legado de Cameron, sea la que acabe pagando por la austeridad del Gobierno de su predecesor.
Los problemas de Theresa May son argumentos para quienes ven¨ªan advirtiendo con la boca peque?a contra los peligros de abandonar los espacios seguros. Desplazados por el intento de cambio de rumbo ideol¨®gico y por una l¨ªder que tiende a decidirlo todo sin salir de su m¨¢s estrecho c¨ªrculo de confianza, muchos diputados cr¨ªticos se sentir¨¢n ahora autorizados para plantear sus pegas. Sobre todo porque esta campa?a no se construy¨® en torno al partido, sino en torno a May. Era ella o Corbyn. El orden o el caos.
La breve crisis que sigui¨® a la dimisi¨®n de David Cameron, tras su derrota en el refer¨¦ndum, acab¨® con el partido cerrando filas en torno a May por pura supervivencia. Era la adulta en un patio de colegio en el que se peleaban Boris Johnson, Michael Gove y Andrea Leadsom. Un par de manos firmes para sujetar un partido y un pa¨ªs en estado de shock.
Nunca hab¨ªa protagonizado una campa?a desde la primera l¨ªnea. Como se cans¨® de repetir, ella es m¨¢s de hincar los codos en el despacho que de moverlos en los pasillos y las intrigas palaciegas. Antes de acudir a las urnas, May era una inc¨®gnita en la que los votantes pod¨ªan proyectar sus preferencias. A medida que la campa?a fue despejando la inc¨®gnita, la emperatriz se qued¨® desnuda.
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