Un (ex) presidente no tan excepcional
Desde que dej¨® la Casa Blanca, Obama se pasea en yates de millonarios y ha aceptado dar conferencias pagadas por fondos de inversi¨®n. Desde el frente dem¨®crata temen que esto da?e la imagen del partido
Despu¨¦s de dejar la Casa Blanca, a Barack Obama se le ha visto disfrutar de un deporte que como presidente se le hab¨ªa vetado por el riesgo que supone, el kitesurf, y dedicarse a algo que como gobernante tambi¨¦n ten¨ªa prohibido: ganar mucho dinero y muy r¨¢pido. Hace unas semanas se hizo p¨²blico que un fondo de inversi¨®n llamado Cantor Fitzgerald le pagar¨¢ 400.000 d¨®lares por dar una conferencia sobre sanidad el pr¨®ximo mes de septiembre. Poco antes, se supo que ¨¦l y su esposa, Michelle, hab¨ªan vendido sus memorias por unos 61 millones de d¨®lares (55 millones de euros), seg¨²n el Financial Times y otros medios, aunque donar¨¢n una parte a su fundaci¨®n.
Previamente, y como descanso despu¨¦s de ocho a?os de un trabajo duro, muy duro, se tom¨® unas vacaciones que incluyeron paseos en el yate del millonario David Geffer por la Polinesia francesa ¡ªen compa?¨ªa de celebridades como Tom Hanks y Oprah Winfrey¡ª y la pr¨¢ctica del a?orado kitesurf con otro magnate, Richard Branson, due?o de la aerol¨ªnea Virgin.
Algunos republicanos le han criticado, pero tambi¨¦n los sectores m¨¢s progresistas de su partido le han afeado los cobros millonarios por discursos. ¡°El presidente Obama es un ciudadano normal ahora y puede hacer lo que quiera, pero me parece desafortunado. El expresidente de Goldman Sachs es el consejero econ¨®mico de Donald Trump, y entonces ves esto, me parece desafortunado¡±, dijo Bernie Sanders, rival de Hillary Clinton en las primarias dem¨®cratas. ¡°Muestra el poder de Wall Street y la influencia de las grandes fortunas en pol¨ªtica¡±, lament¨®. Al ser preguntada sobre este asunto, la senadora de Massachusetts Elizabeth Warren, referente de los dem¨®cratas y azote del sector financiero, respondi¨® con un lac¨®nico ¡°me preocupa¡±.
Estos gestos de Obama no benefician a los dem¨®cratas, que se enfrentan a un reto clave: conseguir que su partido vuelva a ser visto como el de la clase media y recuperar el voto de muchos obreros y j¨®venes millennials que rechazaron a Hillary Clinton por considerarla amiga de Wall Street, puro establishment.
Truman rechaz¨® jugosas ofertas porque no quer¨ªa ¡°mercantilizar el prestigio¡± de la presidencia. Pero Ford rompi¨® el tab¨² en los setenta
¡°Como anunciamos hace un tiempo, el presidente Obama dar¨¢ discursos de cuando en cuando, unos ser¨¢n remunerados y otros no¡±, se?al¨® su portavoz, Eric Schultz, y asegur¨® que el ex mandatario pensaba dedicar la mayor parte de su tiempo a escribir y ayudar a formar a una nueva generaci¨®n de l¨ªderes. En cuanto a la conferencia de septiembre, Schultz recalc¨® que ¡°en 2008 Obama logr¨® de Wall Street m¨¢s fondos que ning¨²n otro candidato en la historia y aplic¨® en ese sector la reformas m¨¢s duras desde Roosevelt¡±.
Lo cierto es que la moda de discutir sobre las ganancias de expresidentes la inaugur¨® Gerald Ford (el primero en facturar a placer por conferencias y entrar en consejos de administraci¨®n) y se mantuvo con otros muchos, como Bush y Clinton (el cach¨¦ de Bill se dice que rondaba los 200.000 d¨®lares y el de Bush hijo oscilaba entre los 100.000 y los 200.000 al dejar la Casa Blanca).
Pero una pol¨¦mica especialmente se?alada en la hemeroteca es la de Ronald Reagan. El actor, considerado como uno de los mejores gobernantes de la historia de EE UU, dio la campanada cuando en 1989, pocos meses despu¨¦s de dejar la presidencia, se fue de viaje durante nueve d¨ªas por Jap¨®n, invitado por el Gobierno nip¨®n, con el patrocinio de un grupo de comunicaci¨®n llamado Fujisankei. Esta empresa le pag¨® dos millones de d¨®lares (de los de entonces) por conceder entrevistas a algunos peri¨®dicos y cadenas de televisi¨®n. La guinda fue que esta gira tuvo lugar en un momento de tensi¨®n econ¨®mica entre Jap¨®n y Estados Unidos. Seg¨²n una cr¨®nica de la ¨¦poca de The New York Times, Reagan no tuvo problemas en tachar de ¡°hip¨®critas¡± los recelos de algunos estadounidenses hacia las grandes inversiones niponas.
As¨ª que Obama parece seguir el patr¨®n de otros expresidentes. Pero es precisamente ah¨ª donde reside la sorpresa para muchos: que un jefe de Estado tan excepcional en ciertos aspectos se parezca tanto a sus antecesores en este tema. Los presidentes de EE UU tienen garantizada una vida acomodada cuando dejan el cargo: cobran una generosa pensi¨®n vitalicia (actualmente de 207.000 d¨®lares anuales) que se fij¨® en los a?os cincuenta despu¨¦s de que Harry Truman se quedara, tras salir de la Casa Blanca, con una pensi¨®n del Ej¨¦rcito de 112 d¨®lares al mes como ¨²nico ingreso. Truman, que regres¨® a vivir a su modesta casa de Misuri, rechaz¨® jugosas ofertas para trabajar como consultor o lobista, aunque vendi¨® los derechos de sus memorias a la revista Life. ¡°Nunca me prestar¨ªa a una transacci¨®n que, aunque respetable, mercantilizase el prestigio de la presidencia¡±, dijo.
Entonces hab¨ªa unos est¨¢ndares que no existen ahora¡±, admite el historiador Mark Updegrove, autor de Second Acts. Lives and legacies after the White House (Segundos actos. Vidas y legados despu¨¦s de la Casa Blanca). El experto explica que la moda de los expresidentes conferenciantes fue creciendo ¡°a medida que ha crecido la globalizaci¨®n y el peso de EE UU en el mundo¡±. Updegrove defiende a Obama: ¡°Entiendo que Truman no quisiera que pareciera que comerciaba con la presidencia, pero no creo que cobrar un honorario lo sea¡±, dice. ¡°No veo contradicci¨®n entre se?alar la desigualdad y al mismo tiempo aceptar esas cantidades de dinero; adem¨¢s, vamos a ver a Obama volcarse en buenas obras a trav¨¦s de su instituto y de su biblioteca, le veremos devolver mucho m¨¢s dinero del que se queda¡±, sostiene el historiador.
A Hillary Clinton sus cach¨¦s de unos 200.000 d¨®lares como conferenciante le persiguieron durante toda la campa?a electoral. La diferencia con Obama es que ¨¦l no tiene intenci¨®n de presentarse a ning¨²n cargo pol¨ªtico y se libra, as¨ª, de la sospecha de que esos pagos generosos puedan traducirse en leyes m¨¢s favorables para, por ejemplo, la banca. Pese a todo, que un gran fondo de inversi¨®n le pague el equivalente a un buen salario de todo un a?o por hora y media de conferencia es la quintaesencia de los excesos del mundo financiero que Obama ha criticado.
Ni la pobreza da carta de pureza progresista ni ganar dinero inhabilita a alguien para arengar contra la desigualdad, pero no hay duda de que las fotograf¨ªas a bordo de yates de millonarios y la qu¨ªmica especial que Obama muestra con ellos se incluir¨¢n en la lista de las contradicciones del expresidente.
Los est¨¢ndares han cambiado mucho desde la ¨¦poca de Truman. Gerald Ford se salt¨® el tab¨² y el resto de expresidentes han seguido sus pasos. Obama, simplemente, parece que ha optado por no romper con esto.
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