¡°Pas¨® Irma y nos quedamos con Trump¡±
En Naples, Florida, el mayor tif¨®n de la historia del oc¨¦ano Atl¨¢ntico no aterriz¨® con una violencia tan extrema como se preve¨ªa
¡°Pas¨® Irma y nos quedamos con Trump", bromeaba Jorge A. este lunes por la ma?ana en Naples (Florida) tras salir indemne del paso del hurac¨¢n Irma. Mexicano indocumentado de 19 a?os, en EE UU desde 2013 despu¨¦s de cruzar clandestino la frontera que quiere fortificar el jefe de la Casa Blanca, caminaba por su barrio obrero entre se?ales tumbadas, ¨¢rboles con los cepellones arrancados de cuajo, asfalto inundado. "Estuvo fuerte, pero menos mal que no fue tan malo como dec¨ªan. Y tambi¨¦n hay que mirar lo bueno. Ahora vienen unos d¨ªas con mucho trabajo". Jorge es jardinero, e Irma, para ¨¦l, ya no es m¨¢s que un mal sue?o. La realidad ha vuelto y con ella la prioridad n¨²mero uno de su familia: "Que no nos deporten".
En Naples el mayor tif¨®n de la historia del oc¨¦ano Atl¨¢ntico no aterriz¨® con una violencia tan extrema como se preve¨ªa. El ojo de Irma azot¨® la ciudad el domingo por la tarde con fases de tremenda virulencia en las que la visi¨®n del exterior desde las ventanas era la de una masa blanca compacta, un c¨²mulo indistinguible de viento cicl¨®nico y lluvia torrencial.
El sistema el¨¦ctrico colaps¨® y las l¨ªneas de telefon¨ªa m¨®vil y fija se cortaron. Los tres millones de habitantes de la zona metropolitana se atrincheraron y vivieron la tormenta guarecidos en sus casas, en refugios (al menos 15.000) o en hoteles como Robert Bourk, de 85 a?os, que sali¨® en chanclas al patio a las ocho de la ma?ana, se fum¨® un cigarro y concluy¨®: "Qu¨¦ demonios, pues seguimos vivos, ?no?".
Este lunes las autoridades no hab¨ªan reportado v¨ªctimas y todav¨ªa estaban calibrando los da?os materiales. No hab¨ªa luz ni internet ni gasolina. Pero ni por asomo se concretaron las peores predicciones de las agencias meteorol¨®gicas de EE UU, que contemplaban inundaciones costeras de hasta cuatro metros de altura que habr¨ªan dejado miles de casas sumergidas. Irma lleg¨® a Naples como hurac¨¢n de categor¨ªa tres y al impactar se degrad¨® a dos. Hubo vientos sostenidos de 160 kil¨®metros por hora, suficientes para partir troncos en dos, pero benignos si se compara con los 300 kil¨®metros por hora con que el monstruoso cicl¨®n que naci¨® junto a la isla africana de Cabo Verde y arras¨® la semana pasada peque?as islas del Caribe oriental como Barbuda o San Mart¨ªn.
"Si el hurac¨¢n llega a pasar por aqu¨ª con categor¨ªa cinco acaba con todo esto", dec¨ªa el cubano Alexis Campos, de 55 a?os. "Pero esto es Am¨¦rica y en una semana est¨¢ todo arreglado". Con el d¨ªa seminublado y con un bochorno enfermizo, avanzaba descalzo con el agua hasta las rodillas por Sunny Acres Mobile Village, un asentamiento de casas prefabricadas que se inund¨® hasta unos 40 cent¨ªmetros de altura y en el que se desprendieron cubiertas de metal, como la de Regla Pino. Ella dec¨ªa a este diario el s¨¢bado en v¨ªsperas de la tormenta que ten¨ªa miedo de perder su hogar -"espero que no salga volando"- y hoy, aunque lloraba por los destrozos que la empobrecer¨¢n m¨¢s, respiraba dentro de lo malo: "Por lo menos aqu¨ª puedo seguir viviendo". Regla, que sali¨® de Cuba en balsa, vive sola y trabaja en un supermercado por ocho d¨®lares la hora, pensaba en su hijo Mijael, fallecido en enero en un accidente de tr¨¢fico. "?l me arregl¨® el techo cuando se lo llev¨® otro cicl¨®n. Era el que me alegraba. Ya todo se jodi¨®". Y esperaba la llamada de su jefe. "Imagino que ya ma?ana me tocaba ponerme a trabajar otra vez".
A la entrada del recinto de casas baratas, Cristina Rosas, mexicana de 67 a?os se beb¨ªa un coco de una palmera que se hab¨ªa ca¨ªdo. "Ahorita tenemos sed", dijo. A su lado su sobrino segu¨ªa cortando cocos a tajadas de machete. "En mi casa se perdi¨® el techo. Fue una voladera", cont¨® Rosas, que explic¨® que hab¨ªa comprado la vivienda en marzo. "Tanto sacrificio y toda destruida".
En Marco Island, al sur de Naples, aterriz¨® Irma con fuerza cuatro y los da?os han sido mayores. Se trata de una isla donde residen miles de ancianos jubilados de otros estados y con poder adquisitivo. A la entrada de la isla ya hab¨ªa sido izada una gran bandera nueva de EEUU que contrastaba con las enormes palmeras derrumbadas a los lados de la avenida principal. Destrozos serios, pero sin v¨ªctimas.
Tal vez uno de los restaurantes mejor valorados en Naples hoy a mediod¨ªa fuera la Taquer¨ªa Cielito Lindo. "No ¨ªbamos a abrir, solo vinimos a desayunar, pero la gente nos empez¨® a pedir entrar y decidimos abrir para ayudar", dijo su due?a, Norma Ramos. Estaban cocinando con gas. Una fila de gente feliz con la temprana apertura de Cielito Lindo iba pidiendo su comida y pagando en efectivo. El concepto de felicidad en esta ciudad de Florida tras sobrevivir a Irma se pod¨ªa resumir en el pedido de uno de los clientes: "Eight tacos and two quesadillas, please".
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