Por qu¨¦ animar a un hijo a un viaje brutal
Los gambianos ya no se marchan solo huyendo de la miseria y la falta de trabajo; quienes emigran a Europa se han convertido en un modelo a seguir
Saben lo que esto le debe de parecer a una persona ajena. Han aceptado que sus hijos, sus hermanos o sus maridos emprendan la ruta ilegal hacia Europa sabiendo que corren el riesgo de ser secuestrados, torturados y de ahogarse por el camino. Incluso los han animado a hacerlo.
En la peque?a ciudad de Saba, en Gambia, mucha gente ha perdido a alg¨²n ser querido. Aun as¨ª, instan al siguiente a que se vaya. ¡°Cuando mi hermano Sleiman muri¨®, fue por voluntad de Al¨¢¡±, dice Ebrima Danso, un agricultor que cultiva cacahuetes y sand¨ªas. Cuando Sleiman falleci¨® en Italia por causas desconocidas, tambi¨¦n ces¨® el flujo de giros bancarios que permit¨ªan sobrevivir a su familia. Siendo el hijo mayor, Ebrima Danso ten¨ªa que quedarse a cuidar de su madre, as¨ª que no vio m¨¢s opci¨®n que animar a su hermano menor a que se pusiese en camino hacia Europa para sustituir a Sleiman. Cuando le preguntamos por los riesgos a los que expon¨ªa a su hermano, respondi¨®: ¡°Si lo consigue, podr¨¢ asegurar la supervivencia de nuestra madre y del resto de la familia. Si no, habr¨¢ sido la voluntad de Al¨¢. Lo dejo todo en sus manos¡±. El hermano peque?o se fue a Libia, donde lo secuestraron los milicianos. No han vuelto a saber de ¨¦l desde junio, cuando termin¨® el Ramad¨¢n.
Reunidos a la sombra delante de una peque?a tienda de comestibles, mientras venden bolsas de arroz y poca cosa m¨¢s, los mayores del pueblo aluden a la aguda penuria econ¨®mica.
Wasasi Singhateh es padre de tres hijos. Cuenta que dos de ellos murieron a bordo de una embarcaci¨®n destinada al tr¨¢fico de personas cuando el tanque del combustible se incendi¨®. Cincuenta de los 150 pasajeros murieron abrasados o se ahogaron al intentar escapar de la gasolina en llamas.
¡°Por supuesto que yo no querr¨ªa que mis hijos corriesen esos riesgos. Nadie lo quiere, pero no tenemos otra manera de que nuestras familias sobrevivan¡±, se lamenta Singhateh. Su tercer hijo se fue a Espa?a. Les manda 50 euros cuando puede, generalmente una vez al mes. Lo justo para un saco de arroz para que sus familiares de Saba se las arreglen.
Con dos millones de habitantes, Gambia es el pa¨ªs m¨¢s peque?o de ?frica. Y sin embargo, los gambianos son una de las cinco nacionalidades que m¨¢s cruzan el Mediterr¨¢neo en direcci¨®n a Italia. En los primeros seis meses de este a?o, 4.920 llegaron a la pen¨ªnsula italiana, el porcentaje m¨¢s alto con diferencia en relaci¨®n con el total de poblaci¨®n.
A lo largo de los ¨²ltimos 10 a?os, las remesas de dinero enviado por quienes han emigrado a sus familias en Gambia se han multiplicado por cuatro, y seg¨²n c¨¢lculos del Banco Mundial, actualmente representan nada menos que el 22% del PIB del pa¨ªs. Frente a ello, todo el sector agr¨ªcola, que proporciona ingresos al 70% de la poblaci¨®n, representa el 30% del PIB.
Seg¨²n Ada Lekoetje, coordinadora residente de Naciones Unidas y responsable de supervisar las relaciones entre las organizaciones de la ONU y el Gobierno de Gambia, las altas tasas de emigraci¨®n desde el pa¨ªs, as¨ª como desde otros de ?frica occidental, han acabado pasando factura a sus perspectivas de desarrollo. ¡°En algunas zonas se han marchado pr¨¢cticamente todos los j¨®venes. Tras el ¨¦xodo, falta la mano de obra necesaria en el sector agr¨ªcola¡±, afirma.
Las dificultades econ¨®micas son el principal motor de la emigraci¨®n, pero ya no son el ¨²nico. ¡°Tambi¨¦n es una actitud¡±, aclara la coordinadora de la ONU, una visi¨®n que comparten los analistas econ¨®micos, las ONG de ayuda al desarrollo y los j¨®venes activistas.
En Gambia, los emigrantes se han convertido en ejemplos a seguir como antes lo eran los m¨¦dicos o los abogados, explica Omar Badjie, director de la ONG Ayuda en Acci¨®n en el pa¨ªs. ¡°La gente con un empleo relativamente bueno tambi¨¦n se va, ya sean maestros, soldados, polic¨ªas o incluso funcionarios. Dejan su puesto y se marchan sin m¨¢s. Los efectos se notan en todas partes¡±, a?ade el cooperante.
Sin embargo, en los ¨²ltimos meses, el n¨²mero de emigrantes ha descendido radicalmente, se?ala Moussa Dibba, jefe de la divisi¨®n de emigraci¨®n de Farafenni, un punto fronterizo clave con el vecino Senegal. En gran parte se debe a que salir de Libia se ha vuelto dif¨ªcil, pero tambi¨¦n, insiste, a que la comunidad internacional ha dado apoyo al Gobierno para que corte el flujo en su origen.
¡°Hace seis meses, los traficantes pod¨ªan reunir 50 emigrantes en un d¨ªa y salir con un autob¨²s lleno. Me atrever¨ªa a decir que el modelo de negocio se ha venido abajo¡±, afirma Dibba. ¡°Ahora, si pensamos que tienen intenci¨®n de emigrar, los paramos. Un d¨ªa normal interceptamos entre siete y 10 y los mandamos de vuelta a casa¡±. Los que aspiran a emigrar son sometidos a campa?as informativas que insisten en las dificultades del viaje y en el alto riesgo de fracasar.
La comunidad internacional respalda la iniciativa, declara la coordinadora de Naciones Unidas. ¡°Durante mucho tiempo, la gente se ha fijado solamente en el 5% o el 10% que consigue salir adelante en Europa. Tenemos que cont¨¢rselo todo y centrar la atenci¨®n en el 90% o m¨¢s que llegan a Europa y solo encuentran penurias, o en aquellos que ni siquiera llegan¡±, remacha Ada Lekoetje. ¡°Tal vez no los disuada a todos, pero por lo menos sabr¨¢n cu¨¢les son sus posibilidades antes de tomar la decisi¨®n de irse¡±.
A pesar de todo, Papa Ndiaye, un sastre de Farafenni, no se dej¨® disuadir por el fracaso. En su primer intento, hace tres a?os, se qued¨® sin dinero ya antes de llegar al S¨¢hara y tuvo que volver con las manos vac¨ªas. En un callej¨®n, trabaja en una antigua m¨¢quina de coser para ahorrar dinero suficiente para volver a intentarlo. ¡°Tengo que hacerlo. Aqu¨ª no hay nada. Puedo coser, pero la gente no puede pagar. Ese es el problema¡±, se lamenta.
En Banjul, la capital, cinco hombres y mujeres j¨®venes est¨¢n reunidos en un peque?o despacho para planear el pr¨®ximo paso de su campa?a dirigida a convencer a sus coet¨¢neos de que no emigren.
El Gobierno y la comunidad internacional se sirven de grupos como Activista para difundir el mensaje. En esta asociaci¨®n animan a los que han vuelto a que den un paso al frente y cuenten las dificultades que han sufrido y la alta probabilidad de que te atrapen y te devuelvan a Gambia. Tambi¨¦n animan a los j¨®venes gambianos que han logrado salir adelante en su pa¨ªs a que demuestren que hay alternativas viables.
El grupo, sin embargo, ha descubierto que, a menudo, el verdadero problema no es la mentalidad de los j¨®venes, sino la de sus padres, especialmente la de sus madres. El hallazgo confirma su experiencia personal. ¡°A todos nos presionan para que nos vayamos¡±, insiste Fatou Fofene, una activista de 26 a?os. ¡°Para las madres, tener a sus hijos en Europa se ha convertido en una cuesti¨®n de prestigio. No respetan a los j¨®venes que deciden quedarse¡±, explica.
Las madres pueden aplicar toda clase de t¨¢cticas. Algunas llaman directamente in¨²til a su hijo y ridiculizan la aportaci¨®n econ¨®mica que hace a la familia. Otras son m¨¢s sutiles y lo que hacen es no prestar apenas o ninguna atenci¨®n a los que se quedan en casa, mientras que elogian a los que j¨®venes se han ido, ya sean de la propia familia o de los vecinos. ¡°En nuestra cultura, esto tambi¨¦n resulta muy persuasivo¡±, concluye Fofene.
Este art¨ªculo forma parte de una serie realizada por Politiken, Der Spiegel, Le Monde, La Stampa, The Guardian y EL PA?S. Un viaje que pasa por Espa?a, Marruecos, Libia, Gambia, Argelia y Grecia. LEER TODOS LOS REPORTAJES >>
* Traducci¨®n de News Clips.