El restaurante con aires palaciegos de la nieta del ¨²ltimo monarca tunecino
El local, presidido por un retrato del rey destronado Lamine Bey, tiene un punto kitsch
Cerca de la fantasmag¨®rica Gran Sinagoga de T¨²nez, y paralela a la calle de la Libertad, se halla una puerta a otra dimensi¨®n hist¨®rica. La entrada a un mundo que se esfum¨® hace d¨¦cadas y del que solo quedan recuerdos. En la estancia, predomina el ba?o dorado: los candelabros, la pintura de las paredes, los ribetes de unas enormes cortinas verdes, el respaldo de las sillas ¡ Y presidiendo la sala, un gran retrato de Lamine Bey, el ¨²ltimo monarca tunecino. Se trata del Restaurante el-Walima, recreaci¨®n de los palacios reales tunecinos con un punto kitsch y olor a naftalina. Ahora bien, su propietaria conoce bien aquel ambiente palaciego. No en vano, all¨ª naci¨® y se cri¨® Salwa Bey, nieta del rey destronado.
¡°He intentado que se parezca lo m¨¢ximo posible al palacio, teniendo en cuenta los limitados medios a mi alcance¡±, explica Salwa, una mujer elegante, con el cabello corto, entre canoso y caoba. Encima de las mesas, en el centro de cada plato, con un inevitable borde dorado, se puede ver el escudo de armas. ¡°Los platos los hice yo. Fui pegando uno a uno los escudos¡±, confiesa. Hace 15 a?os que el-Walima abri¨® sus puertas. Antes, Salwa regentaba una humilde cantina de comida r¨¢pida self-service,que ocupaba la mitad del espacio actual y serv¨ªa diariamente un almuerzo a base de pollo y huevos a unas 400 personas.
La propietaria, siempre extremadamente amable y educada, relata con orgullo su vida de empresaria de la hosteler¨ªa hecha a s¨ª misma. Y es que el advenimiento de la independencia en 1956, y la posterior declaraci¨®n de la Rep¨²blica, trajo la desgracia a su dinast¨ªa. Habib Burguiba, el l¨ªder nacionalista que se convertir¨ªa en ¡°padre de la patria¡±, no se conform¨® con quitar a Lamine Bey el trono, sino que quiso humillarlo. El monarca fue trasladado a una villa herrumbrosa, sin agua ni electricidad, y con colchones esparcidos en el suelo como ¨²nico mobiliario.
¡°Nos quitaron todas nuestras pertenencias. Mi familia, mis padres y hermanos tuvimos suerte de que un amigo de infancia de mi padre nos pag¨® durante un a?o el alquiler de un apartamento¡±, recuerda con la tristeza irradiando de sus enormes ojos. Entonces, ten¨ªa 15 a?os, y se vio obligada a interrumpir sus estudios de secundaria, que nunca termin¨®, al no poder continuar pagando sus tasas. A los 19 a?os, se cas¨® con un tunecino que hab¨ªa estudiado en Francia, y pudo llevar una vida digna, pero alejada del lujo. ¡°Ve estas joyas, la gente no se lo cree, pero es bisuter¨ªa barata comprada en el zoco. Ni oro, ni esmeraldas ni nada ...¡±, espeta mientras muestra un collar y gran anillo con una piedra verdosa.
Para la dinast¨ªa de los beyes, de origen turco y que hab¨ªa gobernado T¨²nez desde 1705, la Rep¨²blica no supuso solo un mazazo econ¨®mico, sino tambi¨¦n afectivo. La familia se dispers¨®, y algunas ramas abandonaron el pa¨ªs. ¡°A sus 98 a?os, mi t¨ªa es la decana de la familia. Emigr¨® a Marruecos y no ha vuelto m¨¢s. Hace tres a?os, y por primera vez, conoc¨ª a mis primos. Vinieron a verme al restaurante. Fue muy, muy emotivo¡±, comenta Salwa, que no ha perdido un cierto porte regio.
Un primo suyo, tambi¨¦n nonagenario, ocupa el primer puesto en la l¨ªnea sucesoria. Como en la dinast¨ªa de los Saud, el trono no pasa de padres a hijos, sino al miembro m¨¢s veterano y capaz de la familia. Sin embargo, Salwa asegura que no se le pasa por la cabeza una restauraci¨®n de la monarqu¨ªa. ¡°Esa etapa termin¨®. Simplemente, nos gustar¨ªa una recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica. La historia la escriben los vencedores ¡ No es cierto que Lamine fuera un colaboracionista con los franceses. ?l era nacionalista, y hac¨ªa lo que pod¨ªa dentro de los l¨ªmites que hab¨ªa¡±, reclama. Al menos, pod¨ªan haber convertido los palacios en museos, se queja, y exhibir all¨ª las joyas de la familia, desparecidas todas al calor del fervor revolucionario.
Sus palabras coinciden con el proyecto por parte del partido gobernante, el conservador Nid¨¢ Tunis, de realzar la figura de Burguiba. A falta de una ideolog¨ªa clara y ¨¦xitos palpables, Nid¨¢ busca un anclaje en un pasado idealizado. En el ¨²ltimo a?o, el Gobierno ha colocado en destacadas avenidas de las principales ciudades estatuas del primer presidente. ¡°Hizo algunas cosas buenas, pero favoreci¨® sobre todo a su regi¨®n el Sahel. Era un gran dictador. Su figura est¨¢ sobrevalorada¡±, asevera con rostro serio. Reconoce que mira al pasado con ¡°amargura¡±, pero ¡°nunca odio¡±. El apa?ado men¨² del-Walima sabe al crep¨²sculo de una dinast¨ªa.
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