Un a?o atrapada en la noche m¨¢s amarga
Clinton se encuentra de plat¨® en plat¨® promocionando el libro de su derrota. La ¨²ltima pol¨¦mica sobre las primarias dem¨®cratas es, para quien a¨²n lo dudaba, su estocada final
Los candidatos derrotados suelen experimentar una mejora de sus ratios de popularidad en Estados Unidos. El fen¨®meno, bien documentado por Gallup, se explica sobre todo por el cambio de sensibilidad de los votantes independientes o del partido rival, a los que con la victoria amarrada se les suaviza la inquina. Ocurri¨® con los republicanos Mitt Romney (cuatro puntos de mejora), John McCain (10 puntos) y de forma muy marcada con George Bush padre, que no repiti¨® mandato (16 puntos). Tambi¨¦n con el dem¨®crata Al Gore (10 puntos). Pero con Hillary Clinton no existe compasi¨®n, ni tregua: es la ¨²nica aspirante a la Casa Blanca cuya aprobaci¨®n no solo no aument¨®, sino que ocho meses despu¨¦s de los comicios hab¨ªa empeorado (un punto), algo que no ha ocurrido en 25 a?os.
Este mi¨¦rcoles se cumplir¨¢ un a?o de la noche en que Clinton se vio derrotada por uno de los candidatos m¨¢s impopulares de la historia estadounidense, despreciado por su propio partido, sin prestigio internacional y un enamoramiento malsano de cualquier cosa que huela a incorrecci¨®n pol¨ªtica. Este mi¨¦rcoles se cumplir¨¢ un a?o, en resumen, de la madre de todos los fracasos, el de una pol¨ªtica cualificada, experimentada y respetada en el mundo que descubri¨® muy tarde algo muy doloroso: que no era querida. En un libro publicado el pasado septiembre, que bajo el t¨ªtulo Qu¨¦ pas¨® analiza sus desventuras en las elecciones presidenciales, esa es posiblemente la confesi¨®n m¨¢s descarnada. ¡°Tuve que aceptar que millones y millones de personas no me quer¨ªan. Imaginen lo que se siente¡±, explica en el libro.
En ¨¦l describe una tormenta perfecta, en la que coinciden la mayor parte de analistas: de las investigaciones reabiertas por el FBI por su uso de los correos (que enseguida se cerraron sin novedades), a las acusaciones de corrupci¨®n de su rival dem¨®crata Bernie Sanders, pasando por la propaganda rusa o los malos c¨¢lculos de su campa?a en los territorios que luego resultaron decisivos. Pero al margen de todos los episodios concretos, Clinton tambi¨¦n se?ala un elemento m¨¢s gaseoso, ese que tambi¨¦n subyace hoy en esos sondeos de popularidad: que a los estadounidenses nunca les acab¨® de gustar, que era detestada por los republicanos y vista con recelos por los propios dem¨®cratas ya desde su ¨¦poca como primera dama. La poca qu¨ªmica personal, su condici¨®n de establishment y el sexismo desempe?aron un papel en ello.
Aquella noche del 8 de noviembre, con un resultado electoral contrario a lo que le hab¨ªan predicho la mayor¨ªa de sondeos, no fue capaz de hablar al p¨²blico. Lo hizo al d¨ªa siguiente y luego desapareci¨®. D¨ªas despu¨¦s se la vio paseando con su esposo por los alrededores de Chappaqua, el precioso pueblo del Estado de Nueva York donde los Clinton fijaron su residencia tras abandonar la Casa Blanca. Dice que se puso a arreglar armarios, a tomar vino blanco y a descansar. Y empez¨® a escribir ese Qu¨¦ pas¨®, una especie de testamento pol¨ªtico, escrito a¨²n en caliente por alguien que no parece plantearse retorno alguno a la carrera presidencial.
La promoci¨®n del libro la ha devuelto a la escena p¨²blica un a?o despu¨¦s de su noche fat¨ªdica. Y si hace un a?o lo que copaba los titulares en torno a la entonces candidata era la reapertura del caso de los correos anunciada por el entonces jefe del FBI, James Comey, ahora la persigue otro esc¨¢ndalo. La expresidenta del Comit¨¦ Nacional Dem¨®crata, Donna Brazile, acusa a su campa?a de haberse hecho con el control del partido gracias a una especie de rescate financiero del mismo y de haber manipulado las primarias en detrimento del izquierdista Sanders. La senadora dem¨®crata Elizabeth Warren de Massachusetts, un referente del ala m¨¢s progresista de la formaci¨®n, se acaba de sumar a esa acusaci¨®n.
Mientras, la investigaci¨®n de la trama rusa ¡ªla injerencia de Mosc¨² en las elecciones y la posible connivencia con la campa?a de Trump¡ª avanza y ya ha desencadenado los primeros arrestos y ya ha llevado a las primeras confesiones por las conexiones poco claras entre colaboradores del hoy presidente y agentes cercanos al Kremlin. Pero el Partido Dem¨®crata no saca apenas r¨¦dito del caso, enredado como est¨¢ ahora en su propia y nueva crisis interna. De hecho, Trump ha vuelto a atacar a los dem¨®cratas y a su exrival en las elecciones a ra¨ªz de esta acusaci¨®n.
En sus comparecencias p¨²blicas, Clinton sigue hablando de Trump, de alguna forma atrapada a¨²n en esa noche de hace un a?o, y Trump, molesto por los avances de la investigaci¨®n de la trama, sigue hablando de ¡°la corrupta Hillary¡±. Para quienes se niegan a dar por muerta la carrera de Clinton (hay quien la se?alaba como futura alcaldesa de Nueva York), aunque ella se ha declarado jubilada como candidata a nada, esta pol¨¦mica sobre las primarias es la estocada final.