Muere Liz Smith, la columnista que fabric¨® e hizo famoso a Donald Trump
La periodista y reina del chisme catapult¨® al joven constructor neoyorquino en los a?os setenta
La comedia humana tuvo en Liz Smith algo m¨¢s que una retratista popular. Fallecida el domingo pasado a los 94 a?os en Manhattan, la archiconocida columnista y reina del chisme se consagr¨® en el tempestuoso mundo de los tabloides neoyorquinos por algunas cualidades que para muchos eran defectos: no hac¨ªa ascos a las v¨ªsceras de una sociedad opulenta, se distingu¨ªa por contar lo que los famosos quer¨ªan que contase, y descubri¨® antes que nadie al joven e impetuoso Donald Trump. Un monstruo insomne que bajo los ojos curiosos de Liz Smith alcanz¨® la fama que tanto deseaba.
Antes de tocar el firmamento, Smith recorri¨® d¨¦cadas de periodismo. Nacida en Texas en 1923, trabaj¨® en el Cosmopolitan y el Sport Ilustrated, escribi¨® piezas mercenarias y logr¨® asomarse a algunos programas de radio y televisi¨®n. Pero su gran momento lleg¨® el 16 de febrero de 1976 cuando dio a luz a la columna que la distingui¨® para siempre. Fue en el New York Daily News y se titulaba simplemente Liz Smith.
Aunque la columna cambi¨® de cabeceras a lo largo de los a?os, nunca se alej¨® del gran p¨²blico ni perdi¨® su esencia: mirar por el ojo de la cerradura a los m¨¢s ricos. Contar de modo amable la vida de las divinidades de Hollywood, los pol¨ªticos imperiales y los potentados de Manhattan.
El producto era popular. No lo apreciaba el mundo de la alta cultura ni de las martirizadas vanguardias de la Costa Este. Pero tampoco lo pretend¨ªa. Sus lectores del Daily News (1976-1991), New York Newsday (1991-1995), The New York Post (1995-2009) y New York Social Diary obten¨ªan de Smith un relato directo y f¨¢cil sobre la vida en el Olimpo. Historias cuya excesiva proximidad a las fuentes fueron objetos de constantes reproches en la profesi¨®n.
¡°Es una cr¨ªtica v¨¢lida. Pero no s¨¦ qu¨¦ hacer con ella. No tengo que ser pura ni lo soy. Es decir, no soy una reportera que trabaje asuntos de vida o muerte, secretos de estado o el ascenso o la ca¨ªda de gobiernos¡±, afirm¨® en una entrevista en 1991 a The New York Times.
Amiga de Frank Sinatra y Katherine Hepburn, pero tambi¨¦n ¨ªntima de Madonna, su reinado en el mundo del cotilleo fue indudable. Lleg¨® a ser una de las periodistas mejor pagadas de Estados Unidos y con su columna era capaz de entronizar a quien quisiera. Eso ocurri¨® con una de sus grandes apuestas, Donald Trump.
Eran los a?os setenta. Trump, todav¨ªa bajo las alas de su amigo, el abogado y antiguo macartista Roy Cohn, deseaba con todas sus fuerzas dejar atr¨¢s el Queens paterno y triunfar en la vertiginosa Manhattan. All¨ª, en la isla donde todos los sue?os son posibles, el incipiente constructor empez¨® a moverse como un tigre. Bat¨ªa la noche y anhelaba ver su nombre en los tabloides. No era extra?o que ¨¦l mismo llamase a los reporteros para contar sus supuestas aventuras con estrellas.
Liz Smith le detect¨® r¨¢pidamente. En sus palabras era ¡°el rey de la hip¨¦rbole con un toque vulgar a lo Elvis¡±. Un ser excesivo que hall¨® en la columnista un amplificador de su inagotable ego.
Trump y su esposa Ivana se volvieron una constante en sus escritos. No hab¨ªa inauguraci¨®n o fiesta que no fuese celebrada. Halagado, el multimillonario dec¨ªa a quien quisiera escucharle que Smith era ¡°la m¨¢s grande¡±.
La luna de miel se torci¨® cuando la columnista hall¨® un titular mejor. Ocurri¨® en 1989. A las redacciones de los peri¨®dicos sensacionalistas de Nueva York llegaron fotos de una fulgurante rubia platino llamada Marla Maples acompa?ando a Trump.
Smith fue directo al bot¨ªn. Acudi¨® al constructor y, como ha escrito el bi¨®grafo Marc Fischer en The Washington Post, le pidi¨® que le contar¨¢ todo. ¡°Dame la historia a m¨ª o si no acabar¨¢s en un lugar mucho peor que en la columna de Liz Smith¡± , le solt¨®.
Trump mantuvo su silencio. Pero no Ivana. Harta de ser enga?ada, llam¨® a Smith cuando su marido estaba de viaje en Jap¨®n y se confes¨®. No dej¨® detalle sin explicar. Desde el ocaso de su vida sexual hasta la ruptura matrimonial.
La bomba fue primera p¨¢gina durante 12 d¨ªas seguidos en el Daily News. Trump respondi¨® desde The New York Post con material suficiente para ocupar 8 primeras p¨¢ginas consecutivas. Durante meses el divorcio fue la ¨²nica tarea de Smith. Un estallido que elev¨® a Trump a un estrellato que ya jam¨¢s perder¨ªa. Tambi¨¦n fue el momento estelar de la columnista.
No volvi¨® a vivir d¨ªas de agitaci¨®n semejante. Public¨® libros, como Rubia Natural, con chismes sobre los grandes de Hollywood, prosigui¨® con su columna y llev¨® con discreci¨®n pero sin secreto su bisexualidad. Antes de morir, la vida le permiti¨® ver a su vociferante criatura convertida en presidente de Estados Unidos. Nadie sabe si fue un castigo o un premio para ella.
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