Soluciones a la destrucci¨®n del sismo en M¨¦xico: el bar es ahora una escuela
El Coco Bongo, en Juchit¨¢n, cambia las cervezas por pinturas. Cada ma?ana, decenas de ni?os van a clase en el patio del local
Despu¨¦s del terremoto, muchas escuelas cerraron en Juchit¨¢n. Las bardas se hab¨ªan ca¨ªdo, las fachadas presentaban grietas. Algunas incluso hab¨ªan colapsado, caso de la primaria del centro del pueblo. Si no era del todo imposible, ir a la escuela se convirti¨® en un peligro inaceptable para los ni?os. En Oaxaca y Chiapas, los estados afectados, m¨¢s de mil centros cerraron sus puertas. En Juchit¨¢n, con miles de casas hechas escombro, las clases de ingl¨¦s se hab¨ªan convertido en un lujo. Vista la situaci¨®n, un grupo de vecinos trataron de hacer algo al respecto.
"Todo el mundo estaba preocupado con sus casas y no se enfocaban en los ni?os", dice Carlos Antonio L¨®pez, vecino de Juchit¨¢n y propietario del bar Coco Bongo. L¨®pez est¨¢ casado y tiene dos hijos. "Si nosotros ten¨ªamos miedo de lo que hab¨ªa pasado", dice, "imag¨ªnate los ni?os. Ten¨ªan mucho m¨¢s miedo todav¨ªa y nadie se preocupaba".
Hace unas semanas, ¨¦l y su esposa, Nelmi Roselis, tuvieron una idea: ?Y si armamos una escuela en el bar? Sus dos hijos se pasaban el d¨ªa en la casa. Ve¨ªan la tele, jugaban. Muchos de los vecinos estaban igual. Por las ma?anas, el bar no abr¨ªa, as¨ª que pensaron que igual era buena idea usar el patio como sal¨®n de clases.
Pusieron un anuncio en Facebook, buscaban maestros y alumnos. En pocos d¨ªas, empezaron a llegar. Al principio no eran m¨¢s de cinco cr¨ªos, ahora, todos los d¨ªas, suman entre 25 y 30.
Uno de los maestros es el se?or Delfino Marcial Cerqueda, que imparte artes pl¨¢sticas. "Soy vecino del Coco Bongo y pintor", cuenta. Delfino dice que vio la situaci¨®n de sus vecinos y se ofreci¨® a dar clase a los ni?os. "Primero ¨¦ramos unos cuantos y est¨¢bamos en la calle. Empezamos en la calle y despu¨¦s nos pasamos a la casa de otro vecino, pero hab¨ªa perros y les espantaba. Y tambi¨¦n hab¨ªa juguetes y los ni?os quer¨ªan m¨¢s jugar que ir a clase".
Justo despu¨¦s lleg¨® la opci¨®n de pasarse al Coco Bongo. Carlos Antonio, el due?o, cuenta que la primera en presentarse fue la maestra Evelyn. "Ella empieza a las 8 de lunes a jueves. Los viernes, tienen ingl¨¦s. Y luego viene el maestro de pintura. Y estamos buscando uno para los s¨¢bados. Tienen clases de pintura, zapoteco [el idioma ind¨ªgena local], ingl¨¦s, matem¨¢ticas, computaci¨®n... Por la ma?ana se les da desayuno, caf¨¦ con galletas, cereal con leche, atole de avena, as¨ª cositas calientitas, porque hay ni?os que no alcanzan a desayunar bien. Y luego se les da de comer. Al principio, tres madres ayudaban a mi esposa, ahora ya es s¨®lo mi esposa. Cada dia son cinco o seis kilos de tortilla. Hoy comieron spaguetti. Los ni?os est¨¢n contentos".
Se les ve. Se nota. El viernes pasado, un grupo de unos 15 pintaban hojas de colores en clase del maestro Delfino. El profe explicaba que esa forma de pintar se llama frotado y que la usan los arque¨®logos en sus investigaciones. Tomas un cray¨®n, dec¨ªa, y lo frotas. Los ni?os agarraban hojas de un ¨¢rbol, las pon¨ªan debajo del papel y frotaban. Algunos iban descalzos, otros se apoyaban en la mesa de billar. Colgado en la nevera de las cervezas, un pizarr¨®n informaba de los nombres en ingl¨¦s de los colores, purple, pink...
A las dos, explicaba Carlos Antonio, abre el bar. Y entonces ya no habr¨¢ ni?os, ni crayones. El negocio, dice, est¨¢ flojo, as¨ª que tampoco cuesta tanto. Con un poco de suerte, las escuelas volver¨¢n a abrir en unos meses, incluso la del centro, la que se cay¨®. MIentras tanto, el sal¨®n de clases est¨¢ en el bar Coco Bongo.
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