La extra?¨ªsima relaci¨®n del Papa con la Argentina
Francisco ha dado muestras de que el presidente Mauricio Macri no est¨¢ entre sus l¨ªderes preferidos
Dos de las potencias futbol¨ªsticas del planeta son Argentina y Brasil. Para clasificar a cualquier mundial, ambos deben sortear un largo proceso de eliminatorias en las que participan seleccionados muy competitivos de 10 pa¨ªses latinoamericanos. De esos 10 pa¨ªses, el papa Francisco, desde que asumi¨® hace cinco a?os, habr¨¢ visitado siete, si se cuenta la gira actual. En julio de 2013 fue a Brasil, para dolor de los argentinos que consideran a ese pa¨ªs su hist¨®rico rival. A mediados de 2015 fue a Paraguay, Bolivia y Ecuador. Y ahora, a Chile y Per¨². El gran ausente en este programa es, naturalmente, la Argentina, patria del jefe de la Iglesia cat¨®lica. Dos veces, en sus giras, pas¨® por encima del pa¨ªs sin bajar a visitarlo. Estuvo en todos los pa¨ªses lim¨ªtrofes menos en uno, Uruguay. Todo esto ha contribuido a alimentar el fantasma de que Jorge Bergoglio tiene un raro problema psicol¨®gico con la Argentina, o como m¨ªnimo, a instalar una y otra vez una pregunta: ?por qu¨¦ no viene?
Solo para no entrar en discusiones teol¨®gicas es necesario suponer que el Papa no tiene problemas psicol¨®gicos. Es la persona m¨¢s cercana a Dios sobre la Tierra ¡ªo as¨ª dicen¡ª, con lo cual ser¨ªa improcedente conjeturar sobre el funcionamiento de su cerebro. Pero si se intenta encontrar una explicaci¨®n racional a lo que hace, el problema se agiganta. Es muy dif¨ªcil saber realmente por qu¨¦ uno, o la pareja de uno, hace las cosas que hace, mucho m¨¢s entender las razones por las que un presidente reacciona as¨ª o as¨¢. Esa perplejidad puede llegar hasta el paroxismo en el caso de un Papa. La diplomacia vaticana suele ser sigilosa, herm¨¦tica, sinuosa, opaca: por definici¨®n, una pregunta directa nunca obtiene una respuesta clara.
Pero lo cierto es que si uno mira el programa de las giras, es muy dif¨ªcil concluir solo que el Papa decide ir a otros pa¨ªses. Al contrario, Su Santidad, como lo llaman sus fieles, ha tachado a la Argentina del mapa. Una costumbre papal bastante anacr¨®nica consiste en enviar saludos a los pueblos de los pa¨ªses por los que pasa su avi¨®n, como si uno no pudiera enviar saludos por WhatsApp a quien quisiera desde cualquier lado. Eso gener¨® esta semana cierta expectativa. Si pasaba sobre la Argentina para aterrizar en un pa¨ªs vecino, seguramente su misiva ser¨ªa especialmente dedicada, cari?osa, personal, extensa o algo de todo eso. No ocurri¨®. El Vaticano distribuy¨® un fr¨ªo saludo formal, ?en ingl¨¦s!, un copy-paste de la declaraci¨®n que produce cada vez que se repiten estas circunstancias en cualquier lugar del planeta.
?Qu¨¦ le pasa? ?Por qu¨¦ el desaire? ?Le ha pasado algo tan traum¨¢tico en Buenos Aires que preferir¨ªa ni tener que recordarlo? ?Le tema a la discusi¨®n que, naturalmente, desatar¨ªa entre los suyos, que conocen tan bien sus virtudes celestiales y sus vicios terrenales?
Los hombres cercanos a Francisco dicen que ¨¦l vendr¨¢ cuando se "pacifique" el pa¨ªs. A estas alturas es un lugar tan com¨²n como disparatado. La Argentina tiene sus problemas, pero no es un pa¨ªs en guerra civil. La democracia funciona normalmente, hay alternancia, libertad de prensa, no hay guerra interna ni externa, no hay conflictos sociales o raciales o religiosos ¡ªal menos que se resuelvan por v¨ªa armada¡ª, la dimensi¨®n del narcotr¨¢fico es insignificante si se compara con lo que pasa en Colombia o M¨¦xico, adonde el Papa ya fue. Adem¨¢s, Bergoglio estuvo en Medio Oriente, en Cuba; ahora mismo en Chile fue recibido con atentados contra iglesias. El ¨²ltimo Papa que visit¨® la Argentina fue Juan Pablo II y lleg¨® justo en medio de la guerra contra Inglaterra por las Islas Malvinas. No parece que la paz, interna o externa, sea la l¨®gica que gu¨ªa el dise?o de las giras papales.
Otros dicen que no le gusta Mauricio Macri. En esta versi¨®n, el Papa ser¨ªa un l¨ªder de la lucha contra el capitalismo salvaje, el neoliberalismo y el presidente argentino una de sus expresiones. Es dudoso que el mundo se divida de esta manera, tan tajante. Al fin y al cabo, se trata del jefe del Vaticano. Sin embargo, es cierto que Francisco ha dado muestras de que el presidente argentino no est¨¢ entre sus preferidos. Incluso durante su visita actual a Chile decidi¨® no encontrarse con el presidente electo, Sebasti¨¢n Pi?era, un hombre bastante parecido a Macri. Al parecer, se siente m¨¢s c¨®modo con l¨ªderes como Bachelet o Evo Morales. Pero Francisco tampoco vino a la Argentina cuando gobernaba Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner. Y, adem¨¢s, ?no es exagerado, poco inteligente, un poco torpe, ir o dejar de ir a un pa¨ªs porque no le gusta tal o cual presidente? ?No ser¨ªa muy sencillo de resolver el problema para un cuerpo diplom¨¢tico tan experimentado? Se encuentran, se saludan, el Papa dice lo que le parece del pa¨ªs y del mundo, y se vuelve. Y, si le pinta, puede darse el lujo de un desaire, como el que Juan Pablo II le hizo a Ernesto Cardenal en la Nicaragua sandinista. Al fin y al cabo, nada es tan trascendente. Pi?era gana elecciones en Chile y Macri en la Argentina, y la selecci¨®n nacional clasifica a Rusia, independientemente de los gestos polis¨¦micos de Francisco.
Pero el hombre est¨¢ empacado.
No quiere y no quiere.
Un Papa no puede hacer todo lo que desea ¡ªcomo se sabe, son gente que padece en su vida m¨¢s prohibiciones que el resto de los mortales¡ª. Pero puede no hacer lo que no quiere. Y parece ser que no quiere ni o¨ªr hablar de venir a su pa¨ªs.
Francisco ha dejado una estela de pol¨¦micas en su paso por Latinoam¨¦rica. En Cuba, se le reproch¨® su negativa a reunirse con familiares de presos pol¨ªticos. La oposici¨®n venezolana a¨²n espera alg¨²n gesto categ¨®rico suyo de repudio a la represi¨®n que caus¨® m¨¢s de 120 muertos en 2017. En Chile, en estos d¨ªas, v¨ªctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes han manifestado que su pedido de perd¨®n ser¨ªa hip¨®crita si no fuera acompa?ado por la destituci¨®n de los sacerdotes y obispos denunciados por esos hechos espantosos.
En la Argentina sucede algo m¨¢s tierno.
Un reba?o ¡ªfeo llamarlo as¨ª, pero es como lo indica la liturgia¡ª espera a su pastor.
Por una vez en la historia hay un Papa celeste y blanco.
Viene al barrio, pero no visita su casa.
?Habremos cometido alg¨²n pecado que no merece redenci¨®n?
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