¡°Nunca pens¨¦ que estaba en la lista de deportados de Trump¡±
Aunque las deportaciones han ca¨ªdo en el primer a?o del mandatario, aumentan las detenciones en el interior de Estados Unidos, de migrantes sin antecedentes
A sus 29 a?os, Felipe Alcaraz ya ha sido soldado, lechero, inspector de urbanismo. Ha cosechado limones y tamarindos, ha construido casas. Ha tenido novias y sufrido penas. Y a ratos, tambi¨¦n, ha sido feliz. Pero ahora, Felipe es un deportado, categor¨ªa total. Desde su expulsi¨®n a M¨¦xico hace semana y media, la negaci¨®n define su existencia: no puede vivir en Estados Unidos, ni puede ir a la granja a trabajar, ni ver a su hermano, ni ahorrar d¨®lares. No puede, en definitiva, seguir con su vida.
Originario del Estado de Colima, en la costa del Pac¨ªfico, Felipe encarna el paradigma del migrante en la era Donald Trump. Del migrante deportado. Trabajador, habitante de un estado del interior y sin antecedentes criminales.
De acuerdo con datos de la Secretar¨ªa de Gobernaci¨®n mexicana, las deportaciones disminuyeron en los primeros nueve meses de 2017, los primeros meses del Gobierno Trump. Un 27% menos que en el mismo periodo del ¨²ltimo a?o del presidente Obama. De 151.460 a 109.842. Sin embargo, han aumentado las expulsiones de migrantes detenidos lejos de la frontera. Si antes lo m¨¢s habitual eran las deportaciones en caliente, de migrantes que acababan de pasar a EE UU, ahora son cada vez m¨¢s normales casos como el de Felipe.
En el primer a?o de Gobierno del mandatario tambi¨¦n han aumentado las detenciones y las expulsiones de migrantes sin antecedentes. En sus primeros tres meses, los arrestos de migrantes indocumentados sin antecedentes aumentaron el 150%, de acuerdo a cifras de la Oficina de Fronteras y Migraci¨®n, ICE por sus siglas en ingl¨¦s.
"Yo viv¨ªa en Sunnyside, en el Estado de Washington", cuenta Felipe, un tipo alto, t¨ªmido, con el pelo al rape. "Llevaba all¨ª dos a?os, trabajaba en una granja lechera. Un d¨ªa, por la tarde, cuando iba a trabajar, me pararon. Iba manejando la camioneta de mi hermano. Me pararon y me pidieron mi licencia. Se me hizo raro, porque no iban en carro de polic¨ªa. Yo les dije que no ten¨ªa licencia. Entonces uno se me acerc¨® y me ense?¨® una foto de su celular. ?Conoces a esta persona?, dijeron. ?Y era yo, era mi foto!".
Felipe, que asegura que nunca tuvo un problema con la justicia, cree que la sacaron de su Facebook. No se le hab¨ªa ocurrido que "los del ICE" estuvieran buscando a gente como ¨¦l. Menos que mirasen sus redes sociales. "Nunca me sent¨ª en la lista de Trump". zanja.
Resulta dif¨ªcil definir los l¨ªmites de la lista Trump. En los meses que lleva en la Casa Blanca, y antes durante la campa?a, el magnate se ha mostrado err¨¢tico respecto a los objetivos de su pol¨ªtica migratoria. ?Quiere echar a los bad hombres, como llama a criminales y delincuentes; quiere eliminar estatus especiales de protecci¨®n a migrantes como el DACA, que protege a los Dreamers o el TPS, que hace lo propio con los salvadore?os? ?Le da todo igual siempre que se construya el muro en la frontera con M¨¦xico? Eunice Rend¨®n, mexicana experta en migraci¨®n, resum¨ªa la situaci¨®n hace unas semanas en las p¨¢ginas de la revista Nexos: "Bajo la administraci¨®n del presidente Obama, las prioridades y categor¨ªas para la deportaci¨®n eran diferentes, inclu¨ªan a aquellos con antecedentes criminales graves o a todo aquel considerado un peligro para la seguridad del pa¨ªs. Hoy todos son prioridad".
De acuerdo a esa idea, Oliverto P¨¦rez, chiapaneco de 35 a?os, un metro sesenta de estatura y 65 kilos, se hab¨ªa convertido en una prioridad con patas. Viv¨ªa en Pittsburg desde hac¨ªa siete a?os. Hab¨ªa trabajado de todo: alba?il, lavaplatos, pinche de cocina. S¨² ¨²ltimo empleo hab¨ªa sido de ayudante en un restaurante koreano. Luego lo dej¨®, no se llevaba bien con el encargado. Un d¨ªa, cuenta, iba caminando por la calle, "una colonia de g¨¹eros" y le abordaron los agentes del ICE. "Me llevaron a la c¨¢rcel del condado". De ah¨ª le mandaron a otra y luego, por ¨²ltimo, a una "m¨¢s grande, pero s¨®lo de deportados. Ah¨ª ya decides si quieres pelear o no. Pero yo no". Y lo mandaron de vuelta a M¨¦xico.
Eso fue en diciembre y ahora trabaja lavando platos en un restaurante de Ciudad de M¨¦xico. "Aqu¨ª es una batalla sacar la grasa", dice, comparando sus manos con los lavaplatos que manejaba en el pa¨ªs vecino. Y aunque hable de platos sucios, parece que lo haga de s¨ª mismo, de lo dif¨ªcil que parece todo ahora, a los 35 a?os, deportado. "Yo ya soy viejo", murmura.
Cada lunes, martes y mi¨¦rcoles, a eso del mediod¨ªa, el avi¨®n de los deportados aterriza en Ciudad de M¨¦xico. Decenas de migrantes aparecen con lo puesto, sin maletas, ni regalos, ni nada que indique que su viaje es normal, deseado, un viaje de vacaciones, de turismo, una visita a los pap¨¢s. En las manos traen una bolsa de pl¨¢stico de cierre herm¨¦tico. Dentro guardan un jugo, una botella de agua y un sandwich de jam¨®n. Algunos, cuando salen, se van corriendo a comer, otros van a comprar un boleto de avi¨®n para su ciudad. Algunos, como Felipe y Oliverto, buscan asilo en la capital y se quedan unos d¨ªas. O se quedan, simplemente, sin saber por cu¨¢nto tiempo. Una inercia.
El futuro se antoja una cuesta para ellos. Felipe podr¨ªa volver a Colima pero, ?a qu¨¦? Dice que sali¨® hace a?os por la violencia. Lleg¨® un punto en que los criminales impon¨ªan el toque de queda. ?Volver? En el caso de Oliverto no es tanto la violencia como la pobreza sempiterna del campo chiapaneco. "Hay gente que planta caf¨¦ y le va bien, pero yo no tengo. Antes cultivaba ma¨ªz y frijol, pero la tierra se hizo mala por los pesticidas", zanja.