De portados mexicanos
M¨¦xico se ha portado mal con los deportados que han visto estrellarse en pedazos la biograf¨ªa americana que hab¨ªan construido con esfuerzos ilimitados
M¨¦xico se ha portado mal con los deportados mexicanos ¡ªy latinoamericanos en general¡ª?que han visto estrellarse en pedazos la biograf¨ªa americana que hab¨ªan construido con esfuerzos ilimitados. M¨¢s de lo mismo: nos hemos portado mal con los miles de so?adores latinos ¡ªy mexicanos en particular¡ª que est¨¢n al filo de ser deportados sin importar las d¨¦cadas que llevan del otro lado, perdiendo el acento y extra?ando cada tamal, sin importar que ahora se consigan chipotles en Chicago o tortillas en Tampa. Nos portamos mal y no hemos abordado debidamente ese amargo tufillo de recelo e incluso desprecio que le endilgamos a los paisanos en cuanto se vuelven vecinos de tarjeta verde, residentes con derechos; hasta parece escena de Ac¨¢ las tortas, la lacrim¨®gena y trasnochada pel¨ªcula en blanco y negro donde una abnegada pareja de trabajadores mexicanos viven el amargo regreso de los hijos que mandaron a estudiar en los Naires St¨¦is, convertidos en gringuitos m¨¢s propensos a la c¨¢tsup que al guacamole.
Es hora de disecci¨®n en el div¨¢n m¨¢s ¨ªntimo y poner en claro el racismo o clasismo con el que tradicionalmente se ha apuntalado la pir¨¢mide del sol mexicana
La saliva de este tipo se llama racismo y es el tema subyacente en m¨¢s de un titular de las noticias que no hemos abordado a fondo: la tibieza con la que Trump no pudo condenar la ri?a que desataron los nazis en Carolina se llama racismo y su feliz ocurrencia de implorar m¨¢s migraci¨®n llegada de Noruega, al tiempo que sigue en la necedad de elevar su Muro, se llama racismo, pero tambi¨¦n al Sur se cuecen habas y esa anquilosada verbena de gritos en los sem¨¢foros o de chismes entre divorciadas donde a la menor provocaci¨®n se vuelve a usar la palabra indio como insulto o gata como adjetivo es tambi¨¦n racismo. As¨ª como hemos de seguir en contra de toda insinuaci¨®n racista del imperio trumpista del norte, as¨ª tambi¨¦n es hora de disecci¨®n en el div¨¢n m¨¢s ¨ªntimo y poner en claro el racismo o clasismo con el que tradicionalmente se ha apuntalado la pir¨¢mide del sol mexicano. Hablo del desprecio con el que no pocos blanquitos tratan con falsa ternura las manos morenas que preparan su alimento o de la impostada estatura con la que se yerguen a¨²n los que se llaman a s¨ª mismos ¡°licenciado¡±, para impresionar a las secretarias; hablo del desd¨¦n con el que una creciente mayor¨ªa insulta a los meseros y s¨®lo llama ¡°Maestro¡± al cantinero de siempre y qu¨¦ tal el asco disfrazado con el que no pocos viajeros miran de lejos a los rancheros o a las mar¨ªas ind¨ªgenas en las esquinas de las urbes con el ni?o en el columpio de su rebozo. De esa misma savia se llena la desidia y la distancia con la que M¨¦xico parece olvidarse de los miles de paisanos, tambi¨¦n mexicanos, que no merecen el maltrato y deportaci¨®n en los hogares que fincaron honradamente al norte de la frontera. Gordos, flacos, canosos y curveadas, morenazos y g¨¹eritos, residentes allende o anclados donde siempre: mexicanos, deportados, importados y por lo visto, malportados.
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