Las fabulosas mansiones de arena del mendigo que vive en las playas m¨¢s exclusivas de R¨ªo
Un indigente de 44 a?os construye sus propias viviendas junto a los mejores barrios cariocas y sue?a con montar un taller para trabajar con materiales ef¨ªmeros
M¨¢rcio Mizael Matolas naci¨® en un barrio paup¨¦rrimo de R¨ªo de Janeiro y hoy, 44 a?os despu¨¦s, vive en un castillo. Est¨¢ en una de las calles con el metro cuadrado m¨¢s caro de la ciudad, tiene vistas al Atl¨¢ntico, vecinos ricos y una cancha de voleibol al lado. ?l lleva a veces una corona real como para que se vea qui¨¦n es cuando sale de su castillo, que no deja de ser una enorme construcci¨®n de arena, tan impresionante como ef¨ªmera, algo absurdo para muchos pero muy razonable para M¨¢rcio. ¡°A la gente le gusta mucho poseer, yo intento no apegarme a nada¡±, explica, muy filos¨®fico.
Es posible que esa sea la principal lecci¨®n de su vida. Ya antes de nacer perdi¨® a su padre; a los ocho a?os empez¨® a vivir en la calle. Para sobrevivir, vend¨ªa tebeos, revistas y libros usados en el barrio de Flamengo, al sur de la ciudad. Leer no sab¨ªa, pero vender s¨ª. En una de las playas de Flamengo construy¨® un d¨ªa una pir¨¢mide. Su primer castillo. ¡°Despu¨¦s aprend¨ª a hacer pir¨¢mides incas, mayas, aztecas¡ Ve¨ªa los dibujos en las revistas¡±, cuenta para EL PA?S, refugiado en la sombra de un ¨¢rbol al lado de una playa.
Lo que no sab¨ªa en aquel momento es que esta entrevista le catapultar¨ªa a la fama. Tras publicarse a mediados de enero en EL PA?S Brasil, el nombre de M¨¢rcio comenz¨® a verse en docenas de cabeceras: algunas locales, como O Globo, donde tuvo un hueco en la portada impresa, pero sobre todo en las internacionales, de BBC al Daily Mail, todos fascinados con la historia de M¨¢rcio, Castelinho (Castillito) para quienes le conocen mejor en el barrio.
A los diez a?os ya ayudaba econ¨®micamente a su madre con lo que sacaba con las ventas. Iba siempre rodeado de libros y sus vecinos le ense?aron a leer: ha perdido la cuenta de cu¨¢ntas obras ha le¨ªdo, pero de la que no se olvida es de una en la que su compatriota Jorge Amado cuenta la vida de unos ni?os sin techo que viven en el Estado de Bah¨ªa. ¡°Retrata muy bien lo que es vivir en la calle, el sentimiento de ego¨ªsmo y de soledad¡±, recuerda Castelinho. Capitanes de Arena, se llama el libro. Como ¨¦l.
Una familia le propuso adoptarlo una vez. ?l se neg¨®. ¡°Yo quer¨ªa el cari?o de mi familia, no de otra¡±, explica. ¡°Siempre ve¨ªa a las madres de los otros abrazando a sus hijos y me hac¨ªa llorar mucho. Mi madre me abraz¨® cuando era mayor, pero¡ ?sabes eso de que cuando te ara?an es dif¨ªcil quitar luego la marca?¡±.
Muchos castillos, poca convivencia
A los 14 a?os, Castelinho ya ten¨ªa m¨¢s de 15.000 libros. En sus ratos muertos bajaba a la playa a construir cocodrilos y sirenas, los cuales acababan borrados por las olas antes de que nadie pudiese verlos. Empez¨® a jugar con el origami (arte japonesa de doblar papel: se lo hab¨ªa ense?ado un hombre en el hospital al que fue cuando le atropell¨® un autob¨²s) y elaboraba tanto mariposas como mu?ecos complejos. Al cabo de unos a?os se cas¨®. Por fin ten¨ªa un techo propio, una familia. No funcion¨®. Ni esa relaci¨®n ni las que siguieron. ¡°Caray, hace tanto que no siento el amor¡ Ellas no entienden mi libertad. En seguida quieren cambiar mi forma de vivir. Me dicen: ¡®?Oye, no quiero vivir en un castillo!¡±, contesta. R¨ªe consciente de su propia iron¨ªa.
El habit¨¢culo en el que vive se encuentra al fondo del palacio. En el suelo hay sacos de dormir y hamacas de tela y en las paredes hay libros. ¡°Me hice un castillo en Copacabana, donde hay mucho turista. Aqu¨ª puedo leer porque est¨¢ m¨¢s tranquilo¡±. No le da miedo la llegada de las tormentas tropicales de este verano tropical. Peor es otra cosa. ¡°El sol, que lo seca todo y lo echa a perder¡±, lamenta. Se barrunta horas restaurando su casa.
Es dif¨ªcil decir solo con mirarle si los castillos dan la felicidad. ?l tiene sue?os, claro, pero se parecen mucho a lo que ya hace. Quiere montar un taller para trabajar con materiales ef¨ªmeros, como la arena. Luego se acuerda de un momento, cuando a¨²n constru¨ªa cosas en Copacabana. ¡°Una vez hice un castillo maravilloso all¨ª, me tumb¨¦ delante de ¨¦l y pens¨¦, ¡®Joer. Soy la leche¡±.
S¨ªguenos en Twitter y en Flipboard
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.