El linchamiento de la semana (Armenia, Quind¨ªo)
Colombia ha vivido harta de esta violencia, pero no ha conseguido dejar de cometerla
Se supone que estamos hartos de esta violencia. Parecemos hastiados de esta capacidad para la atrocidad cada vez que matan a un l¨ªder social en alguna poblaci¨®n que le queda lejos al Estado, cada vez que una figura de la derecha promete la guerra para subir un punto en las encuestas, cada vez que el trastornado ELN, el grupo guerrillero que negocia la paz con el Gobierno en una lengua que nadie m¨¢s habla, comete un ataque terrorista peor que el anterior como exigi¨¦ndole a la sociedad colombiana que no se haga ilusiones, que sepa que esto va a ser lo que ha sido hasta que ellos quieran y se resigne a ese lodazal de ni?os reclutados y mujeres violadas y muchachos amputados. Se supone que nos repugna lo que ha pasado aqu¨ª. Solemos gritar ¡°basta ya: no m¨¢s¡±.
Pero la multitud que el viernes pasado estuvo a punto de linchar a Timochenko, el exguerrillero convertido en candidato presidencial luego de los acuerdos de paz con las Farc, no era otro ej¨¦rcito financiado por la droga, sino un pa¨ªs que a¨²n no consigue volver de la violencia al simbolismo y sigue pensando que no se llama ¡°violencia¡±, sino ¡°sanci¨®n social¡±, cuando es uno el que la comete. Fue en Armenia, en el departamento de Quind¨ªo, en donde sucedi¨®: un grupo de ciudadanos estaban protestando fuera de una emisora donde era entrevistado el excomandante, y ejerc¨ªan su derecho a rechazar a un hombre que empobreci¨® y acorral¨® y violent¨® a¨²n m¨¢s a esta sociedad sin respiros, pero hubo un momento en el que protestar dej¨® de parecerles suficiente.
Hubo que llamar al escuadr¨®n antidisturbios de la Polic¨ªa, que suele producir im¨¢genes desbocadas de dictadura, porque los guardaespaldas de Timochenko no iban a poder solos con el hurac¨¢n que quer¨ªa lincharlo frente a las c¨¢maras de los tel¨¦fonos: ¡°?asesino!, ¡°?genocida!¡±, le gritaban.
En Colombia se ha tejido una tradici¨®n macabra desde el siglo XX, la tradici¨®n de temer o deshonrar o matar a los l¨ªderes de la izquierda con la excusa de los desmanes de las guerrillas y bajo la premisa de que el pa¨ªs ser¨ªa un infierno si ellos llegaran al Gobierno ¨Cy as¨ª, para gritar ¡°?silencio!¡±, fueron asesinados a fines de siglo los candidatos presidenciales Jaime Pardo, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro¨C, pero se supone que hoy nos une estar hartos de esta violencia. Y sin embargo, quiz¨¢s porque no estamos hartos de ¡°esa¡± o de ¡°aquella¡± violencia ¨Cs¨®lo de ¡°esta¡±¨C, los manifestantes de Armenia se convirtieron en vengadores que quer¨ªan destrozar la camioneta blindada de Timochenko, y no parec¨ªan ser v¨ªctimas del guerrillero convertido en pol¨ªtico, sino justicieros de turno nom¨¢s.
Seg¨²n las cuatro encuestas de la semana pasada, Cifras y Conceptos, Guarumo, Invamer y Yanhaas, no hay la menor posibilidad de que Timochenko llegue a ser presidente de Colombia. Seg¨²n los sondeos que digo, nada est¨¢ claro en las presidenciales de mayo salvo la derrota del excomandante de las Farc y la popularidad del l¨ªder de izquierda Gustavo Petro. Habr¨ªa que leer las cifras con cuidado para notar que el voto en blanco y la indecisi¨®n siguen encabezando la lista, y para recordar que puntear las encuestas a cuatro meses de las elecciones es ser un ciclista que se ha fugado al comienzo de la etapa, pero la gente azuzada no conf¨ªa en la ley ni en la democracia. Y entonces cada d¨ªa se habla m¨¢s del miedo a Petro. Y as¨ª, provocados por un pu?ado de populistas desesperados e inescrupulosos que juran pacificaci¨®n desde la derecha, los incautos acaban convertidos en verdugos.
Colombia ha vivido harta de esta violencia, pero no ha conseguido dejar de cometerla; ha tenido buena memoria, pero s¨®lo para el horror que cumplen los dem¨¢s: estas son las elecciones para pasar del linchamiento al abucheo.
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