Tiroteo en Florida: ¡°Al principio pensamos que era un simulacro de tiroteo¡±
El horror de la escuela secundaria de Parkland contado por un estudiante superviviente
Daniel Journey estaba en clase de m¨²sica ensayando con el fagote, su instrumento musical de viento, cuando escucharon una alarma. "Pensamos que era un simulacro de incendio, dejamos de tocar y salimos al pasillo. Pero inmediatamente nos gritaron que nos meti¨¦ramos dentro del sal¨®n otra vez. Entonces cre¨ªmos que era un simulacro de tiroteo. Otros alumnos entraron. ?ramos unos 70, todos recogidos hacia el final del aula. Estuvimos unos 20 minutos all¨ª parados pensando todav¨ªa que era un simulacro. Hasta que un compa?ero nos ense?¨® su tel¨¦fono y vimos que estaban matando gente en la escuela. Ah¨ª empezaron los gritos". Daniel, 18 a?os, alto y espigado, explicaba a las nueve de la noche en las cercan¨ªas del instituto Stoneman Douglas la experiencia de terror que hab¨ªa vivido en carne propia horas antes. Sac¨® su tel¨¦fono y mostr¨® el v¨ªdeo que grab¨® del momento en que las fuerzas de asalto policiales entraron a rescatarlos. Era un escenario improbable. Los estudiantes levantando las manos. Los sobrios atriles con las partituras abiertas. Los diversos instrumentos posados con orden en el suelo. Los agentes empu?ando metralletas, preguntando si hab¨ªa heridos. Era el escenario de una pesadilla escolar. La que provoc¨® este mi¨¦rcoles de San Valentin un joven llamado Nikolas Cruz. El escenario de una pesadilla americana.
El 14 de febrero de 2018 quedar¨¢ marcado como una nueva fecha fat¨ªdica en la incesante historia de las masacres por arma de fuego en Estados Unidos. Este mi¨¦rcoles fue Parkland, una localidad de Florida de unos 30.000 habitantes que por la noche ¨Chaciendo excepci¨®n de la polic¨ªa y sus luces, de los medios de comunicaci¨®n desplegados, del helicoptero que pasaba de vez en cuando por el aire¨C hab¨ªa regresado a su estado natural. Un lugar tranquilo, acomodado, donde se pueden contemplar n¨ªtidas las estrellas por la noche mientras suenan alrededor los grillos. Las boyantes viviendas unifamiliares pr¨®ximas al instituto se ve¨ªan como se pueden ver cualquier d¨ªa de semana corriente. Resguardadas tras las vallas de sus urbanizaciones privadas con caseta de seguridad. Algunas a oscuras, otras iluminadas. Grandes pantallas de televisor brillando en las salas de estar. Eso era esta noche el entorno de la secundaria Stoneman Douglas, a la que imped¨ªa aproximarse m¨¢s la polic¨ªa; la escuela de Parkland donde Cruz asesin¨® al menos a 17 personas armado con un fusil de asalto. Por la noche, ¨¦l estaba detenido. Y Daniel lo recordaba.
"Lo conoc¨ªa hace a?os, pero nunca fuimos amigos. Siempre andaba activando las alarmas en la escuela, desde que ten¨ªa 13 o 14 a?os", dijo. ?Hac¨ªa sonar las alarmas? "S¨ª, lo hizo muchas veces". ?Por qu¨¦? "No lo s¨¦. Solo s¨¦ que hac¨ªa eso. Estaba loco. Es un tipo que acab¨® matando a 17 personas".
Cerca de all¨ª, unos minutos m¨¢s tarde, llegaba a un supermercado Ernesto Robles, de 59 a?os. Contaba que su hija Angie, una adolescente que estudia en otro colegio de Parkland, hab¨ªa estado recibiendo mensajes de su amiga Emily durante la masacre. "Mi ni?a me llam¨® por tel¨¦fono y me dijo: 'Pap¨¢, Emily me est¨¢ texteando y me dice que en su escuela est¨¢n matando gente a tiros'. Gracias a Dios que Emily se pudo esconder y sobreviv¨®", dice Robles. "Ahora Angie hace unas horas que no habla con ella porque la mam¨¢ la meti¨® en casa y no quiere que hable por tel¨¦fono. Para que se calme la pobre". Este vecino dice que la amiga le habl¨® a su hija de Nicol¨¢s Cruz tras la masacre. "Dijo que era calmadito, pero que era un muchacho que siempre andaba solo y deb¨ªa de cargar mucha rabia por dentro". Antes de continuar hacia el s¨²per, Robles dijo: "Hay un chamaquito latino que est¨¢n buscando. No saben a¨²n si est¨¢ vivo".
En adelante, desde este jueves, 15 de febrero de 2018, d¨ªa despu¨¦s de la sangr¨ªa de Parkland, Cora Journey, 51 a?os, madre de Daniel, piensa darle un beso a su hijo cada ma?ana antes de que salga de casa. "Despu¨¦s de algo as¨ª, todo cambia. Lo ves todo de otra manera", suspiraba. Supo del tiroteo trabajando en su oficina. Llam¨® a Daniel. Daniel no respondi¨®. Escribi¨® a Daniel. Daniel no respondi¨®. Pasaron 10 minutos. Cora Journey, en su oficina, rompi¨® a llorar. Cada minuto que pasaba, cada segundo m¨¢s bien, la angustia crec¨ªa en su pecho como una bomba a punto de explotar. Cuando entr¨® el mensaje de su hijo ¨C"Estoy bien. Estoy escondido"¨C la bomba se desactiv¨® como un soplo instant¨¢neo. Cora Journey solo acierta a decir una palabra para expresar que sinti¨® esos 10 minutos: "Muerte".
Daniel Journey transmit¨ªa la serenidad del que a¨²n no se ha alejado lo suficiente de un abismo de miedo e irracionalidad. Del que vio pasar a su lado algo tan terrible que no se puede concebir. "Imagino que ma?ana o en los d¨ªas que vienen me dar¨¦ cuenta de lo que pas¨® hoy", dijo. A esas horas ya se hab¨ªa enterado de que tres amigos que conoc¨ªa desde que lleg¨® a la escuela hab¨ªan sido asesinados.
Mientras el estudiante vaya digiriendo la barbaridad que le toc¨® vivir, podr¨¢ ver en sus redes sociales durante unos d¨ªas el c¨ªclico pico de debate americano sobre las masacres y los problemas del f¨¢cil acceso a las armas. ?l dice: "Esta vez tiene que haber una gran discusi¨®n. No puede ser que un chico de 19 a?os pueda agarrar un rifle de asalto y plantarse en un instituto disparando a la gente".
Probablemente, esta vez ser¨¢ como siempre. Habr¨¢ debate. Se apagar¨¢ el debate. Y sin embargo dentro de Daniel Journey el trauma seguir¨¢ vivo. Tal vez siga demasiado vivo la pr¨®xima vez que haya una matanza en una escuela o en cualquier otro punto de Estados Unidos. En un suburbio acomodado como Parkland o en un pueblito pobre y somnoliento como Sutherland Springs (Texas), donde el pasado 5 de noviembre otro tipo problem¨¢tico y asocial, este llamado Devin Patrick Kelley, 26 a?os, entr¨® en una iglesia baptista y se llev¨® por delante a tiros a 26 personas; o en medio de un concierto en Las Vegas con Stephen Paddock, 64 a?os, mandando al otro mundo el pasado 1 de octubre a 58 individuos lanzando una lluvia de balas desde la ventaba de su suite del hotel Mandalay Bay. Volver¨¢ a ocurrir y volver¨¢ el debate y volver¨¢ la polic¨ªa a asegurar escenas del crimen y los periodistas a rondarlas. Y en el trasfondo de todo, repicar¨¢ siempre el mismo sonido. Ta-ta-ta-ta-ta. Y no. No ser¨¢ un simulacro. Ser¨¢ esto: una vez m¨¢s.
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