Los candidatos y las hordas de hoy
Necesitamos establecer l¨ªmites, buscar espacios para dar debates con altura, duros y puros, pero donde prime la argumentaci¨®n y no las descalificaciones personales
Parecen una horda de otras ¨¦pocas, pero son las de ahora dispuestas a mentirse incluso a s¨ª mismas para azuzar a los ciudadanos en plena ¨¦poca electoral. Juego peligroso cuando en la base misma de la sociedad hay sectores con sus razones para estar disgustados.
Algunos protestan contra los excombatientes de las FARC, compitiendo sin armas en el escenario de la democracia sin haber pasado a¨²n por la Justicia Especial para la Paz. Esos mismos est¨¢n aterrorizados, y con raz¨®n, al ver a un Gustavo Petro trep¨¢ndose en las encuestas como si su paso por la alcald¨ªa de Bogot¨¢ no tuviera consecuencias.
Otros, en cambio, aprovechan la protesta pac¨ªfica y el temor para incentivar la crispaci¨®n emocional en las calles y en las redes sociales frente a la campa?a pol¨ªtica, y entre esos est¨¢n algunos de los candidatos presidenciales y el ej¨¦rcito de sus seguidores contratados para el perverso fin.
Una cosa es que las plataformas digitales sean escenario perfecto para quienes quieren incrementar la polarizaci¨®n a trav¨¦s de cadenas y profundizar las heridas e incluso producir hechos falsos como las fotos de unos supuestos escoltas del jefe de las FARC ensangrentados como producto de un imaginario atentado cuando se trata del uso de im¨¢genes de otros pa¨ªses. Otra muy distinta es que los candidatos a la Presidencia de la Rep¨²blica sean capaces de aprovechar la rabia, el miedo, la necesidad de sus potenciales electores para ganar.
Radicales o fundamentalistas unos, permisivos otros, callados los dem¨¢s. Mientras no digan en este juego no participo yo, ser¨¢n c¨®mplices de las tragedias o de los nuevos ciclos de violencia que conlleva incentivar los odios en vez de privilegiar el debate de las ideas.
No debe Vargas Lleras se?alar de castro chavista o de izquierda radical a Humberto de la Calle cuando sabe bien que no lo es. Aunque no deber¨ªa sorprendernos, es inaceptable que exprocurador Alejandro Ord¨®?ez maltrate la decencia de un periodista como Ricardo Silva. Ya hab¨ªa Ord¨®?ez acusado al columnista Ramiro Bejarano y a Claudia L¨®pez de promover el homosexualismo, mientras ?lvaro Uribe sigue contra Daniel Coronell. No deber¨ªan los aspirantes reaccionar con mentiras e irrespetos a sus cr¨ªticos mostrando de paso el nivel de su intolerancia.
Cuando las palabras pronunciadas responden al fanatismo, desaparece el espacio para la raz¨®n argumentada y el necesario desacuerdo del debate democr¨¢tico y entramos en el peor de los escenarios. Pecado enorme azuzar la ira en un pa¨ªs como Colombia, que ha demostrado una tendencia a tramitar sus problemas por v¨ªas violentas.
Mucho antes de las violencias liberal-conservadoras y mucho despu¨¦s pasando por las horribles disputas de los guajiros en la Costa Caribe, las crecientes peleas intrafamiliares, las ri?as juveniles que terminan en acuchillamientos en los colegios como el m¨¢s reciente esta semana en Medell¨ªn, y el conflicto terminado con las FARC, Colombia tiende a verse en el espejo de la guerra. Por eso, ante las nuevas generaciones, quienes aspiran a gobernar al menos deber¨ªan mostrar algo de superioridad ¨¦tica.
Necesitamos establecer l¨ªmites, buscar espacios para dar debates con altura, duros y puros, pero donde prime la argumentaci¨®n y no las descalificaciones personales. La tarea por venir es la de apostarle a la educaci¨®n pol¨ªtica, a la cultura de la tolerancia de una creciente clase media con capacidad decisoria.
Intolerancia religiosa en medio de la lucha partidista, el monstruo del chavismo encarnado por Petro contra las clases privilegiadas, o sea, lucha de clases a estas alturas, irrespeto por la diferencia sea sexual o ideol¨®gica al punto de impedir la discusi¨®n en los n¨²cleos familiares. No puedo imaginar un momento m¨¢s peligroso.
La responsabilidad entonces es mayor para los medios y los educadores, especialmente cuando en las redes sociales se normalizan las amenazas de cualquier tipo y los autores de las mismas tienen la impunidad del anonimato. Son las hordas de hoy, y nosotros los ciudadanos que debemos elegir al pr¨®ximo presidente de Colombia por fuera de ellas.
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