Trump pone al frente de la diplomacia a Pompeo, del sector m¨¢s radical
Mike Pompeo, hasta ahora director de la CIA, dirigir¨¢ la diplomacia en uno de sus desaf¨ªos hist¨®ricos: el cara a cara con el l¨ªder de Corea del Norte
Donald Trump abri¨® este martes la mayor crisis de su mandato. A los pocos d¨ªas de aceptar reunirse cara a cara con el l¨ªder norcoreano, Kim Jong-un, el presidente de EEUU anunci¨® la destituci¨®n fulminante de su secretario de Estado, Rex Tillerson, y su recambio por el director de la CIA, el halc¨®n Mike Pompeo. La jefatura de la CIA ser¨¢ ocupada a su vez por la tenebrosa Gina Haspel, quien supervis¨® las torturas practicadas en la c¨¢rcel secreta de Tailandia. Con la salida de Tillerson, cuyo mandato ha sido inusualmente breve para un secretario de Estado, cae otro de los pesos pesados del sector moderado (la semana pasada fue el consejero econ¨®mico, Gary Cohn) y se confirma una vez m¨¢s la vertiginosa capacidad de Trump para quemar equipos.
El mazazo se hizo o¨ªr. El despido de Tillerson no tuvo contemplaciones. Fue puro Trump. Un tuit y fuera. El propio Departamento de Estado, en un ins¨®lito comunicado firmado por el subsecretario Steve Goldstein hizo saber que Tillerson ¡°no hab¨ªa hablado con el presidente esa ma?ana y que desconoc¨ªa el motivo¡± de la destituci¨®n. ¡°El secretario ten¨ªa toda la intenci¨®n de permanecer debido a los progresos hechos en materias cr¨ªticas de seguridad nacional¡±, remach¨® la nota. Dos horas despu¨¦s, Goldstein tambi¨¦n fue despedido.
La ca¨ªda de Tillerson tiene un significado estrat¨¦gico. Pasado el primer a?o de mandato, el presidente afronta en noviembre unas elecciones claves a un tercio del Senado, la totalidad de la C¨¢mara de Representantes y 39 gubernaturas. Ante los previsibles vaivenes, Trump quiere reforzar el ala dura republicana y quitarse de encima a todo aquel que, como Cohn o Tillerson, frena su narrativa ultranacionalista.
En este realineamiento tambi¨¦n incide una agenda exterior que Trump trata como una cuesti¨®n de pol¨ªtica interna. La guerra arancelaria ha dado comienzo, el Tratado de Libre Comercio de Am¨¦rica del Norte est¨¢ en la cuerda floja, el pacto con Ir¨¢n debe ser renovado en cuesti¨®n de semanas y, en un giro inesperado, el presidente ha aceptado un cara a cara con el d¨¦spota norcoreano.
Ante este horizonte explosivo, Trump se ha dejado guiar por sus instintos y ha apostado por quienes le son m¨¢s fieles y pr¨®ximos. Entre ellos, Mike Pompeo. ¡°Con Tillerson discrepaba en algunas cosas, como el acuerdo con Ir¨¢n; en cambio, Pompeo y yo tenemos procesos de pensamiento similares¡±, dijo Trump.
El despido reafirma algo ya conocido. Con este presidente, el gabinete ha pasado a ser de los m¨¢s convulsos de la historia de Estados Unidos. Su tasa de reemplazo es del 43% y no hay mes en que no caiga un alto cargo. Abri¨® la cuenta el consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, quien solo permaneci¨® 24 d¨ªas en su puesto, y le han seguido el jefe de gabinete, Reince Priebus, y el estratega jefe, Steve Bannon, entre otros. Bajo este vendaval, la destituci¨®n del secretario de Estado se daba por descontada.
Tillerson, antiguo patr¨®n del gigante petrolero Exxon, choc¨® desde las primeras semanas con el mandatario. Reflexivo y acostumbrado a acuerdos a largo plazo, su gesti¨®n se vio continuamente sacudida por el estilo Trump y sus intempestivos tuits. La mala relaci¨®n qued¨® en evidencia cuando en julio se filtr¨® que, tras una disputa en el Despacho Oval, Tillerson, desesperado, hab¨ªa dicho a su equipo que Trump era un ¡°est¨²pido¡±. Una afirmaci¨®n que nunca desminti¨® del todo, y que llev¨® al mandatario a humillarle p¨²blicamente con el siguiente comentario: ¡°Creo que es informaci¨®n falsa; pero si lo dijo, entonces supongo que tendremos que comparar nuestros coeficientes de inteligencia. Y puedo asegurar qui¨¦n va a ganar¡±.
El desprecio trascend¨ªa lo personal. Donald Trump impuso su apisonadora al Departamento de Estado ah¨ª donde pudo. Recort¨® un 30% su presupuesto y, en cada ocasi¨®n posible, mostr¨® su desagrado con las directrices de Tillerson.
Ocurri¨® con su apuesta por un di¨¢logo con Corea del Norte, que en su d¨ªa el presidente consider¨® ¡°una p¨¦rdida de tiempo¡±; pero tambi¨¦n con el Acuerdo de Par¨ªs contra el Cambio Clim¨¢tico, con la relaci¨®n con Mosc¨², con la guerra arancelaria y con el pacto nuclear con Ir¨¢n, apartado este ¨²ltimo que el secretario de Estado salv¨® a duras penas gracias al apoyo del consejero de Seguridad Nacional y el secretario de Defensa.
Las desavenencias eran tan notorias que hab¨ªan convertido a Tillerson, de 65 a?os, en un cad¨¢ver andante. En Washington se acu?¨® el t¨¦rmino Rexit (de Rex y Brexit) para referirse a su inminente marcha y se hablaba abiertamente de su sustituci¨®n por Pompeo. La falta de carisma y el escaso respaldo que le brind¨® el cuerpo diplom¨¢tico, para quien nunca dej¨® de ser un extra?o, aumentaron una sensaci¨®n de provisionalidad que se precipit¨® con el cara a cara que el presidente decidi¨® mantener con el L¨ªder Supremo norcoreano. Esta fue, seg¨²n los medios estadounidenses, la gota que colm¨® el vaso.
Trump recibi¨® el jueves pasado en la Casa Blanca a los emisarios surcoreanos que se hab¨ªan entrevistado con Kim Jong-un y le trasladaron su oferta de di¨¢logo directo. Para sorpresa de los presentes, el presidente acept¨® el reto sin consultar con nadie y, adem¨¢s, orden¨® que el propio legado de Se¨²l fuese el encargado de anunciarlo en la Casa Blanca. Solo una vez tomada la decisi¨®n, Tillerson fue informado.
El secretario de Estado se hallaba en ?frica de viaje y el golpe, el inmenso desprecio a su consejo y a los oficios del cuerpo diplom¨¢tico, le dejaron aturdido. Tanto que, seg¨²n los medios estadounidenses, tuvo que cancelar todas sus actividades alegando un repentino malestar. No hubo piedad. Cinco d¨ªas despu¨¦s, Trump anunci¨® por Twitter su destituci¨®n.
Su recambio. Mike Pompeo, es una figura al alza en la Casa Blanca. Antiguo miembro del Tea Party, defensor de la pena muerte para Edward Snowden y martillo de herejes dem¨®cratas, su claridad expositiva y su divisi¨®n del mundo en amigos y enemigos es muy apreciada por el presidente, con quien comparte unos modales despiadados.
Esta querencia se hizo evidente ayer, cuando al anunciar la crisis de gobierno, Trump ensalz¨® en un comunicado su figura: ¡°He llegado a conocer a Mike muy bien en los ¨²ltimos 14 meses y estoy seguro de que es la persona adecuada para esta coyuntura cr¨ªtica. ?l continuar¨¢ nuestro programa de restauraci¨®n de Am¨¦rica (¡) y buscando la desnuclearizaci¨®n de Corea del Norte¡±. A Tillerson ni siquiera le llam¨® para darle explicaciones antes de despedirle.
Mike Pompeo, Director of the CIA, will become our new Secretary of State. He will do a fantastic job! Thank you to Rex Tillerson for his service! Gina Haspel will become the new Director of the CIA, and the first woman so chosen. Congratulations to all!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) March 13, 2018
El ¨²ltimo discurso del secretario de Estado m¨¢s ef¨ªmero
El silencio se?al¨® a Donald Trump m¨¢s que ninguna palabra. En su despedida, el secretario de Estado, Rex Tillerson, rompi¨® los moldes y no hizo menci¨®n al presidente. Se dirigi¨® a la naci¨®n con un discurso cargado de parabienes hacia los aliados y de agradecimiento al cuerpo diplom¨¢tico. Tuvo palabras de cari?o para el secretario de Defensa, Jim Mattis, y de alerta ante la ¡°conducta problem¨¢tica¡± de Rusia. Pero de Trump nada dijo.
Tampoco le critic¨®. A diferencia del presidente, que por la ma?ana hab¨ªa aireado sus diferencias con Tillerson sobre Ir¨¢n y Corea del Norte, el secretario de Estado prefiri¨® evitar el cuerpo a cuerpo, y mostrar con la omisi¨®n su enfado. Tras hablar de la pol¨ªtica mundial, dio a conocer los pormenores de su salida, b¨¢sicamente, que seguir¨¢ en el cargo hasta el 31 de marzo y que el vicesecretario John Sullivan se iba a encargar de la transici¨®n.
No fue un discurso f¨¢cil. En m¨¢s de una ocasi¨®n le tembl¨® la voz. Para muchos, hab¨ªa sido humillado como pocos secretarios de Estado lo han sido antes. Aunque el jefe del gabinete, el general John Kelly, le alert¨® el viernes pasado de lo que pod¨ªa ocurrir, Trump solo le llam¨® tres horas despu¨¦s de anunciar al mundo su despido con un tuit y su sustituci¨®n por el halc¨®n Mike Pompeo.
Tillerson, con 14 meses en el puesto, ha sido uno de los jefes de la diplomacia m¨¢s breves de la historia de Estados Unidos, en la que solo otros 15 nombrados pasaron menos tiempo en el departamento, pero ninguno de ellos se fue por despido. Echando la vista atr¨¢s desde principios de siglo XX, excluyendo siempre a los secretarios interinos o relevados por un cambio de Gobierno, tambi¨¦n parece no solo uno de los m¨¢s breves, sino el ¨²nico fulminado que ha durado tan poco.
Edmund Muskie tan solo ocup¨® la plaza desde mayo de 1980 hasta el 20 de enero de 1981, poco m¨¢s de seis meses, pero su adi¨®s se produjo cuando el republicano Ronald Reagan lleg¨® a la Casa Blanca. El predecesor, el dem¨®crata Jimmy Carter, lo hab¨ªa nombrado en un momento aciago, despu¨¦s de varios interinos, cuando Cyrus Vance dimiti¨® en 1980, en protesta por la operaci¨®n militar de rescate de los rehenes estadounidenses en Ir¨¢n, acci¨®n que fracas¨® y hab¨ªa sido decidida en contra de su criterio.
Tambi¨¦n fue breve, aunque no tanto como Tillerson, el sucesor de Muskie, Alexander Haig, secretario de Estado entre enero del 81 y julio del 82. Jefe de gabinete de Nixon en la ¨¦poca del Watergate, fue nombrado por Reagan, pero se fue quedando cada vez m¨¢s aislado y acab¨® por dimitir.
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