¡°Lleg¨® el d¨ªa, lleg¨®, lleg¨®¡± (Usaqu¨¦n, Bogot¨¢)
Colombia es, seg¨²n se vio en las elecciones, un reino de politiqueros de cuadra que siguen poniendo presidentes
As¨ª son las elecciones colombianas: como una deuda que sigue creciendo, como una contrarreloj plana para un escalador. As¨ª son. As¨ª han venido siendo. Se levanta uno con la sensaci¨®n de que va a acostarse derrotado. Ya no ve gente lanzando harina ni gritando vivas como antes, ¡°?Ricaurte Losada!¡±, ¡°?Sanclemente Molina!¡±, sino que cumple con el d¨ªa: vota, espera el conteo, entiende en qu¨¦ pa¨ªs est¨¢ parado. El domingo 11 de marzo, fecha de las elecciones legislativas, se sintieron los puestos de votaci¨®n repletos como en el fin del mundo; se vio votando a los l¨ªderes de las Farc que sol¨ªan planear atentados en jornadas de esas; se escuch¨® a los pol¨ªticos de derecha e izquierda exclamando ¡°?fraude!¡±, ante la rid¨ªcula escasez de tarjetones en las consultas que definieron sus candidatos, hasta la hora en la que los resultados los favorecieron.
Qued¨® dicho, al comienzo de la noche, que Colombia es as¨ª: el pa¨ªs en el que a pesar de todo el expresidente Uribe sigue siendo el gran elector, el pa¨ªs que ha estado coqueteando con la idea de que s¨®lo nos queda la resurrecci¨®n del pueblo o la refundaci¨®n de la patria, el pa¨ªs tumbado a la derecha en el que los caciques de los partidos de siempre siguen obteniendo sus curules, barrio por barrio, lejos de los an¨¢lisis sesudos y las arengas en las redes sociales. Hubo menos abstenci¨®n que en 2014: fuimos de 56% a 51%. Hubo m¨¢s de tres millones de tarjetones nulos. Las Farc, que seg¨²n los vendedores de humo negro iban a invadir la Tierra, consiguieron 52.000 votos apenas. Petro y Duque, a la izquierda y a la derecha, pasaron de precandidatos a candidatos luego de alcanzar importantes votaciones en sus consultas.
Qued¨® claro, al comienzo de la noche, que la esperanza de los unos es el peor miedo de los otros.
Y que Colombia es el pa¨ªs de los comerciantes electorales que nadie ha tenido tiempo para jubilar, pero tambi¨¦n es el pa¨ªs de Antanas Mockus.
Que Uribe es el senador m¨¢s votado de todos: 875.554 votos. Pero el segundo, con 540.783, es el estupendo profesor Mockus.
El exrector de la Universidad Nacional que le ha dedicado su vida pol¨ªtica al empe?o de que nuestra cultura crea en nuestras leyes, el exalcalde de Bogot¨¢ que ha sido estudiado por los acad¨¦micos del mundo como se estudia a un fil¨®sofo, el excandidato presidencial entra?able que hace ocho a?os lleg¨® a la Casa de Nari?o en las encuestas ¨Cy los ni?os de su barrio, que no se han enterado, le dicen ¡°se?or presidente¡±¨C gracias a una campa?a hecha a puro pulso por los ciudadanos. ¡°Lleg¨® el d¨ªa, lleg¨®, lleg¨®¡±, cant¨® entonces el artista cale?o Mil Santos, de la nada, cuando sinti¨® que un Gobierno de Mockus era una posibilidad. Y su canci¨®n de 2010 sigue describiendo la ilusi¨®n de un pa¨ªs sensato capaz de lidiar su violencia, de sobreponerse al manique¨ªsmo y de estudiar cada problema con la cabeza despejada.
Ha sido lo usual que los populistas reduzcan el mundo a una guerra, a un ring, hasta el punto de s¨®lo respetar ¨Cy s¨®lo tolerar¨C a su enemigo. El triunfo de Mockus, cuya ideolog¨ªa ha sido siempre la ciudadan¨ªa, revive la emoci¨®n de hace ocho a?os, recrea el centro del espectro pol¨ªtico y prueba que no hay que dejarse llevar por los falsos profetas que a 73 d¨ªas de la primera vuelta insisten en que siempre hemos estado en la segunda. Colombia es, seg¨²n se vio el domingo, un reino de politiqueros de cuadra que siguen poniendo presidentes y un pa¨ªs listo a incendiarse que espera dejar de ser as¨ª qui¨¦n sabe cu¨¢ndo. Y tambi¨¦n es la utop¨ªa de Mockus. As¨ª que fue un buen d¨ªa: yo me levant¨¦ resignado, vot¨¦ en Usaqu¨¦n, temprano, con la sensaci¨®n de que no ten¨ªa por qu¨¦ votar arriado por nadie, y me fui a dormir con la sospecha de que el d¨ªa s¨ª puede llegar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.