Seis a uno
El verdadero drama argentino no es la hiriente goleada
Uno de los d¨ªas m¨¢s tristes de la historia argentina, que realmente ha tenido d¨ªas tristes, fue el 30 de junio de 1994. Si un extranjero hubiera ca¨ªdo de repente en el centro de Buenos Aires, se habr¨ªa preguntado qu¨¦ le pasaba a toda esa gente que andaba con ese rictus de amargura de ac¨¢ para all¨¢. Es que ese d¨ªa fue el tr¨¢gico fin de una esperanza. La FIFA acababa de anunciar que Diego Maradona ser¨ªa suspendido por doping del mundial de Estados Unidos. Diego nos hab¨ªa sacado campeones en 1986 y finalistas en el noventa, luego de descalificar a Italia, la anfitriona. El sue?o pareci¨® terminar cuando Diego cay¨® por primera vez por dopaje en la liga italiana. Pero luego de un a?o y medio de suspensi¨®n, Maradona volvi¨® con el talento de siempre y mucha ansia de revancha: era el conde de Montecristo. Brill¨® en la primera rueda y, cuando parec¨ªa que el h¨¦roe volver¨ªa a cabalgar hacia la gloria, y el pueblo viv¨ªa euf¨®rico, el¨¦ctrico, feliz y esperanzado, de buenas a primeras, el globo se pinch¨® y nos despertamos, una tarde, desangelados. En el partido siguiente, la Argentina se volver¨ªa a casa, sin la copa, y, sobre todo, sin su palad¨ªn.
En Madrid, se pudo ver? lo que ser¨¢ la Argentina cuando Messi no est¨¦: una l¨¢grima, como se dice en Buenos Aires
La humillante goleada que recibi¨® el equipo argentino a manos del seleccionado espa?ol no puede ser comparable con aquel episodio, porque su nivel de dramatismo es mucho menor. Apenas un amistoso. ?A qui¨¦n no le va mal alguna vez? Sin embargo, hay un punto donde se tocan el anuncio de que Diego Maradona se dopaba y la goleada del Wanda Metropolitano. Como entonces, la Argentina est¨¢ en un proceso de duelo. Aquel, se sab¨ªa, era el ¨²ltimo Mundial de Maradona. Coronar de ah¨ª en adelante ser¨ªa imposible, y de hecho lo fue. La Argentina debi¨® esperar dos d¨¦cadas para superar los cuartos de final.
Y este, al parecer, ser¨¢ el ¨²ltimo Mundial de Lio Messi. Con ¨¦l, la Argentina lleg¨® a una final del mundo. Si no llega lejos ahora, ?qu¨¦ ser¨¢ de nosotros sin ¨¦l? El 6 a 1 del martes es, en ese sentido, un pron¨®stico terrible. Contar con superh¨¦roes es una bendici¨®n y una condena, porque se termina dependiendo de ellos: el martes, en Madrid, se pudo ver algo de lo que ser¨¢ la Argentina cuando Messi no est¨¦: una l¨¢grima, como se dice en Buenos Aires.
No fue solo una goleada hiriente.
Fue un presagio terrible.
La aplicaci¨®n del futbol como met¨¢fora de lo que le ocurre a los pa¨ªses suele ser forzada. Pero tal vez aqu¨ª haya una excepci¨®n. En el medio siglo que uni¨® 1880 con 1930, la Argentina fue una potencia mundial, en gran parte, porque fue favorecida por una tierra extensa, deshabitada y riqu¨ªsima. En numerosos textos de econom¨ªa se comparaba su futuro con el de los Estados Unidos. Ese per¨ªodo le permiti¨® absorber una nutrida inmigraci¨®n europea que dio origen a su vital clase media. En otros pa¨ªses de Latinoam¨¦rica se burlaban de la petulancia argentina, producto tal vez de tanta bonanza. "El mejor negocio es comprar a un argentino por lo que vale y venderlo por lo que cree que vale", es un chiste com¨²n en la regi¨®n.
En futbol, la Argentina fue bendecida tambi¨¦n por cuantiosos recursos naturales. Alfredo Di Stefano, Diego Maradona, Lionel Messi: ?cu¨¢ntos pa¨ªses del mundo contaron con astros de ese nivel? Pero nunca hubo un plan B: ni para el desarrollo econ¨®mico, ni para crear escuelas que generen equipos potentes para rodear a esos monstruos.
En alg¨²n sentido, el plan de Sampaoli contra Espa?a ten¨ªa algo de todo eso. Somos Argentina, los mejores del mundo, ?c¨®mo nos vamos a parar con dos l¨ªneas de cuatro frente a Espa?a? M¨¢s vale jugarles como juegan ellos, de igual a igual, golpe por golpe. As¨ª fue como la defensa, que requiere tanto trabajo y humildad, se transform¨® en un colador. Sampaoli quiso jugar como si la Argentina valiera m¨¢s de lo que vale. Es el mismo drama que le impide al pa¨ªs despegar, y que llev¨® a la selecci¨®n al papel¨®n del martes.
Alejandro Sabella, el t¨¦cnico anterior, conoc¨ªa de l¨ªmites. Su modesto Estudiantes de La Plata supo leer el mejor Bar?a de la historia y, en una final memorable, le empat¨® en los noventa minutos y perdi¨® solo por una genialidad de Lio cuando promediaba el suplementario. Y luego, en el Mundial de Brasil, convenci¨® a Messi de que el equipo llegar¨ªa lejos solo si aceptaba sus limitaciones y cerraba la defensa. As¨ª lleg¨® a la final con Alemania y casi la gana. Hay hombres sabios como Sabella y otros que solo son vistosos. Sampaoli deber¨¢ definir qu¨¦ destino prefiere.
Mientras tanto, el 6 a 1 duele. En s¨ª mismo y, sobre todo, como presagio ominoso. La Argentina ir¨¢ a Rusia con miedo, de capa ca¨ªda y con la sensaci¨®n de que llega d¨¦bil a su ¨²ltima chance. Pero qui¨¦n sabe: tal vez la salve ese h¨¦roe con quien se ha peleado tanto porque no jugaba en la selecci¨®n como en el Bar?a, porque no era como Maradona, o porque no cantaba el himno.
Es ahora o nunca, ha dicho Messi.
El 6 a 1 ha dado una idea de cual de las dos opciones es la m¨¢s cercana.
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