Tras la bienvenida de Banglad¨¦s, emergen las tensiones con los locales
El desembarco de 700.000 rohiny¨¢s en Banglad¨¦s dispara la competencia por el escaso trabajo y la tierra. Las ONG ofrecen sus servicios tambi¨¦n a los banglades¨ªes necesitados
Ya desde el principio se vio que llegaban muchos. Much¨ªsimos. Sin embargo, las autoridades de Banglad¨¦s tardaron muy poco en abrir la frontera, a finales de agosto, para permitir que aquellas largas filas de personas exhaustas por d¨ªas de caminata entraran a su territorio. La sensaci¨®n en este pa¨ªs de mayor¨ªa musulmana era que, como en episodios anteriores, hab¨ªa que proteger a aquellos "hermanos musulmanes" perseguidos en un pa¨ªs de mayor¨ªa budista, Myanmar. Num Nahar aloj¨® a una decena de los reci¨¦n llegados en su hogar. Ah¨ª siguen. Son parte de los 700.000 arribados. Suponen el 60% de los rohiny¨¢s que viv¨ªa en la antigua Birmania. A medida que va quedando patente que su presencia no ser¨¢ ef¨ªmera, van emergiendo las tensiones con los locales. Basta compararlo con el tremendo efecto pol¨ªtico y social que ha supuesto a Europa la llegada de un mill¨®n de refugiados de Oriente Pr¨®ximo. La diferencia es que estos refugiados llegan desde el rinc¨®n m¨¢s pobre de un pa¨ªs al rinc¨®n m¨¢s pobre de otro que adem¨¢s est¨¢ superpoblado (160 millones).
Num Nahar y varias de sus vecinas se sientan a charlar con las hu¨¦spedes que llegaron del otro lado del fronterizo r¨ªo Naf ¡ªhablan idiomas similares¡ª mientras sus maridos hacen corrillo en el jard¨ªn. Son encuentros que organiza la ONG Solidarit¨¦s (una de las pocas que llevaba a?os trabajando en Teknaf, al sur de la pen¨ªnsula donde desembarc¨® el ¨¦xodo) para tratar de resolver las potenciales rencillas y que no engorden para estallar como conflictos graves. El ambiente es amigable, pero, s¨ª, claro que han florecido agravios. Aisha Katum explica que los banglades¨ªes han perdido algunos de sus escasos medios de subsistencia porque las autoridades "han restringido la pesca en el r¨ªo Naf" y, por si fuera poco, el jornal se ha desplomado: "Antes era de 400-500 taka (cien taka son casi un euro) y ahora ha ca¨ªdo a 100-200 porque los rohiny¨¢ aceptan trabajar por ese dinero".
Una de las principales estrategias de las ONG para aminorar las tensiones y que los locales, tambi¨¦n pobres y necesitados, no perciban que se les da la espalda para atender solo a los for¨¢neos, es atenderlos a todos por igual. En los 10 hospitales de campa?a y 150 cl¨ªnicas abiertos por las ONG en los campos de refugiados de rohiny¨¢s a nadie se le pregunta si lleg¨® de Myanmar o es banglades¨ª, si tiene papeles o no. Se le pregunta qu¨¦ necesita. Es otro de los muchos asuntos que en una crisis como esta requiere diplomacia. La inmensa mayor¨ªa de los atendidos, no obstante, son rohiny¨¢s.
Cerca de casa de Num Nahar est¨¢ el consultorio del campo de Jadimura, que gestiona Save The Children (STC). La doctora Yasmin es uno de los m¨¦dicos. El otro es var¨®n. Cuenta que muchos de los rohiny¨¢ llevaban a?os sin atenci¨®n m¨¦dica: "Hab¨ªan esperado hasta uno, dos o tres a?os. Muchos sufren enfermedades cr¨®nicas". Consecuencia de ser ap¨¢tridas. Cuando Myanmar les quit¨® la ciudadan¨ªa, en 1982, perdieron el derecho a los servicios b¨¢sicos.
Muchos no imaginan que pueden ir al m¨¦dico. Por eso las ONG tienen emisarios entre los refugiados que visitan las chabolas para explicarles c¨®mo funciona la vida en estas ciudades o pueblos de miles de vecinos y los servicios disponibles.
El caso de las rohiny¨¢s violadas por militares o civiles birmanos en lo que la ONU califica de limpieza ¨¦tnica es especialmente grave. "La mayor¨ªa de las mujeres de la comunidad con las que hablo no saben que la violencia (sexual) requiere atenci¨®n m¨¦dica", seg¨²n dice Zulia, voluntaria de M¨¦dicos Sin Fronteras. MSF precisa en un informe que en sus cl¨ªnicas han atendido 230 violadas. Muchas llegan demasiado tarde para recibir contracepci¨®n de emergencia o gravemente enfermas tras haber intentado abortar solas.
La mayor¨ªa de los m¨¦dicos, enfermeras y psic¨®logos consultados en los campos de refugiados sobre la violencia sexual responden que sobre todo se encuentran violencia de g¨¦nero. La doctora Kari Hansen, del hospital de la Cruz Roja que hace cirug¨ªa mayor 24 horas al d¨ªa siete d¨ªas a la semana para esta megaciudad con m¨¢s habitantes que varias capitales europeas, est¨¢ muy preocupada. Ha tratado a muchas maltratadas. Alguna incluso ha muerto, cuenta. Otros profesionales tambi¨¦n han constatado un incremento de casos, que atribuyen a la creciente frustraci¨®n. Si los refugiados rohiny¨¢s o sus anfitriones pensaron en alg¨²n momento que esta crisis ser¨ªa pasajera y que regresar¨ªan a casa m¨¢s pronto que tarde, la realidad parece desmentirles. El Gobierno est¨¢ urbanizando a toda prisa una isla flotante en el golfo de Bengala donde pretende instalar a 100.000 refugiados.
Miles llegaron malnutridos. El hambre es otra de las armas utilizadas para atacar a esta minor¨ªa musulmana. Infinidad de reci¨¦n nacidos fam¨¦licos reciben tratamiento de choque (una pasta ultraenerg¨¦tica que sus madres les dan cucharada a cucharada con agua en presencia de una sanitaria) y miles de lactantes aprenden a dar pecho. Tambi¨¦n se les explican las ventajas de parir en un centro sanitario pero las rohiny¨¢ tienen grandes reticencias. "Primero, por la postura y, luego, por dar a luz ante desconocidos, no con la suegra", desvela una representante de Save The Children. Tres cuartas partes de sus beb¨¦s nacen en casa por muy precaria que sea esta. Es un asunto capital porque la tasa de natalidad de este grupo es muy alta (dato esgrimido por la mayor¨ªa budista birmana para considerarles una amenaza). El 55% de los refugiados son cr¨ªos. Y este 2018 se estima que nacer¨¢n entre 60.000 y 100.000 beb¨¦s en los campos.
Las ONG tambi¨¦n dispensan planificaci¨®n familiar a las que lo solicitan. Uno de los problemas de que no est¨¦ claro si los rohiny¨¢s van a poder regresar a su patria y cu¨¢ndo es que los m¨¦dicos no pueden dispensar anticonceptivos de largo plazo como el DIU. "Aunque lo pidan no podemos pon¨¦rselo porque desconocemos d¨®nde estar¨¢n cuando haya que extra¨¦rselo", explica la representante de Save The Children a un grupo de periodistas invitados por ECHO, la agencia de ayuda humanitaria de la UE. Los condones y la p¨ªldora son los m¨¢s usados.
Ahora todos tienen la vista puesta en el monz¨®n y los riesgos que acarrea. Bangladesh tiene desde hace a?os planes de contingencia, pero los refugiados rohiny¨¢s llegados en episodios anteriores nunca estuvieron incluidos. El campo de Charkmarkul tiene que ser trasladado con sus 12.600 vecinos ante la inminente temporada de lluvias porque est¨¢ en terreno inundable. Est¨¢ en una zona tan remota que la comunidad internacional tard¨® dos meses en descubrir que all¨ª hab¨ªa surgido un gran asentamiento.
Entre los incontables desaf¨ªos de los campos de refugiados rohiny¨¢ destaca el que supone deshacerse de los residuos de las letrinas. Una tarea compleja en el escaso y escarpado terreno con fuertes lluvias a la vuelta de la esquina. Buena parte de las 40.000 instaladas para m¨¢s de 700.000 personas est¨¢ ya a rebosar y el Ej¨¦rcito de Banglad¨¦s tiene el encargo de deshacerse de los restos. En paralelo, las ONG buscan soluciones alternativas. Solidarit¨¦s tiene un proyecto piloto en el campo de Unchiprang, de 22.000 vecinos, que consiste trasladar a una colina lejana las aguas residuales en bidones, mezclarlas con cal para matar las bacterias y echarla en un dep¨®sito del que se filtra a trav¨¦s de varias membranas hasta que el agua puede ser reutilizada y los restos s¨®lidos, incinerados, explica Ives Bertrand, coordinador de saneamiento de la ONG. Otro experimento consiste en reutilizar los gases de las letrinas como combustible para cocinar.
Cuenta la m¨¦dico Hansen que han empezado a ver fracturas muy graves por corrimientos de tierras. "En la ¨²ltima semana, el 70% de los pacientes ven¨ªa con lesiones. Uno ten¨ªa rota la espina dorsal". Eso da idea del temor que suscita el monz¨®n, que puede acarrear brotes de hepatitis, malaria, dengue... Mantener la ¨²nica carretera de acceso y este hospital de la Cruz Roja y el resto abiertos es prioritario. En el quir¨®fano de campa?a est¨¢ operando el ¨²nico cirujano, un ruso que lleva un mes de guardia 24 horas al d¨ªa siete d¨ªas a la semana,?a la espera de los necesarios refuerzos. En un centro como este las decisiones excepcionales son constantes: "A diario tomamos decisiones ¨¦ticas dif¨ªciles. A qui¨¦n tratar, a qui¨¦n enviar a casa... cuando sabes que en tu pa¨ªs podr¨ªas haberles salvado. Ayer tratamos a un hombre que posiblemente ten¨ªa c¨¢ncer, pero no lo sabemos. Aqu¨ª no se le hubiera podido hacer seguimiento. Le enviamos a casa". Su casa, como la del resto, es seguramente una estructura de bamb¨² con lonas y poco espacio para mucha familia.