Chile y la indignaci¨®n feminista
Las estudiantes han tocado una fibra latente en la sociedad y recibido apoyos transversales, m¨¢s all¨¢ de las aulas
La violencia de g¨¦nero ha irrumpido como un eje central del debate p¨²blico en Chile y generado crecientes niveles de indignaci¨®n y movilizaci¨®n. Tanto los casos de violencia extrema (una violaci¨®n m¨²ltiple, un abuso y asesinato a una infante), como las acusaciones de acoso sexual en diversos ¨¢mbitos institucionales han logrado la atenci¨®n, no s¨®lo de los medios de comunicaci¨®n masiva y de las mujeres y sus organizaciones, sino tambi¨¦n de la ciudadan¨ªa, y las y los j¨®venes en especial. Una sociedad perpleja y hastiada se pregunta si la violencia sexual y de g¨¦nero est¨¢ aumentando o si, por el contrario, lo que se ha transformado es la voluntad de las v¨ªctimas a denunciar y la forma en que hoy se reacciona frente a lo que antes estaba naturalizado: el dominio masculino de lo p¨²blico y lo privado, incluyendo el cuerpo y sexualidad de mujeres y ni?os.
Dimensionar la magnitud del fen¨®meno no es sencillo. Existen cifras oficiales sobre denuncias de violaciones y abuso sexual, tipificados como delitos, pero no as¨ª sobre el acoso sexual, incluso en el marco de relaciones laborales donde s¨ª est¨¢ normado. Pero la evidencia existente indica que las denuncias de violaciones o abuso sexual no han aumentado en los ¨²ltimos a?os (cifras oficiales del Ministerio del Interior). Lo que no ahonda en la gravedad de los hechos, ni da cuenta de los miles de casos no reportados, y por ello invisibilizados, por miedo a denunciar o desconfianza en la posibilidad de que se haga justicia. ?Y cu¨¢nto acoso, hostigamiento, sexismo permea el funcionamiento del Estado, las universidades, los medios, y una larga lista de instituciones? Imposible cuantificarlo, pero no cabe duda de que la vida de mujeres y ni?as chilenas sigue estando cruzada por diversas formas de violencia sexual y de g¨¦nero utilizadas para ejercer poder y control sobre ellas.
Aunque la violencia no est¨¦ necesariamente aumentando, s¨ª lo hace el rechazo e indignaci¨®n provocados por el abuso y el acoso. Extensi¨®n progresiva de protestas y movilizaciones, m¨¢s de 15 universidades en paro o en lo que las estudiantes han denominado ¡°tomas feministas¡±, protestas callejeras, funas fuera de establecimientos secundarios donde estudian s¨®lo hombres, campa?as y debate enardecido en redes sociales y los principales medios de comunicaci¨®n escrita y audiovisual volcados a debatir sobre los casos y sus consecuencias. Las movilizaciones mundiales a partir del movimiento #MeToo y casos similares recientes en Europa y Estados Unidos ciertamente contribuyen a ampliar la atenci¨®n sobre los abusos locales, pero es la expansi¨®n del feminismo, sobre todo entre las nuevas generaciones, lo que est¨¢ detr¨¢s de las movilizaciones m¨¢s organizadas.
La revuelta feminista marcar¨¢, sin duda, un antes y un despu¨¦s para los ahora cuestionados feudos masculinos
La demanda por una ¡°educaci¨®n no sexista¡± se ha transformado en la in¨¦dita bandera de lucha en las universidades y se est¨¢ expandiendo sostenidamente a la educaci¨®n secundaria. Lo que parti¨® como reacci¨®n a casos puntuales de acoso sexual en algunas facultades se ha propagado al provocar una reflexi¨®n entre mujeres respecto de la vivencia m¨¢s extendida de discriminaci¨®n y sexismo que permea el mundo universitario. Con colectivos y redes feministas en roles de liderazgo se ha logrado vincular la demanda de las j¨®venes con aquellas de las acad¨¦micas y funcionarias, el rechazo al acoso con la reflexi¨®n sobre el androcentrismo del curr¨ªculo, concitando el apoyo de hombres de todos los estamentos.
A no equivocarse, la indignaci¨®n no est¨¢ circunscrita s¨®lo a las estudiantes o acad¨¦micas del pa¨ªs. Como la historia ha demostrado en otras latitudes y tiempos, los ciclos de protesta masiva pueden ser gatillados por incidentes peque?os o incluso habituales, pero dependiendo de su notoriedad p¨²blica, capacidad organizativa y liderazgos de quienes resisten, y las oportunidades pol¨ªticas con las que se encuentran, terminan expandi¨¦ndose. En Chile, las mujeres enfrentan instituciones anquilosadas que han demorado demasiado en adaptarse a los cambios, modificar su composici¨®n y ajustar sus normas, procedimientos y estructuras de poder a las expectativas de mayor igualdad. Por ello las estudiantes han tocado una fibra latente en la sociedad y recibido apoyos transversales, m¨¢s all¨¢ de las aulas, remeciendo los cimientos del statu quo de la elite del pensamiento. La revuelta feminista marcar¨¢, sin duda, un antes y un despu¨¦s para los ahora cuestionados feudos masculinos.
Marcela R¨ªos es una polit¨®loga chilena del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.