Las v¨ªctimas argentinas de curas ped¨®filos piden la intervenci¨®n del papa Francisco
La justicia condena al sacerdote Justo Ilarraz a 25 a?os de c¨¢rcel por abusar de siete seminaristas
Algo oscuro ocurre en las arquidi¨®cesis de Paran¨¢, en la provincia argentina de Entre R¨ªos. La cantidad de denuncias contra curas ped¨®filos no est¨¢ en relaci¨®n con el tama?o de la jurisdicci¨®n, integrada por unas 500.000 personas desperdigadas en zonas urbanas peque?as y grandes extensiones rurales. Tres sacerdotes ya enfrentaron a la justicia, el ¨²ltimo de ellos el pasado lunes, cuando un tribunal orden¨® encerrar durante 25 a?os a Justo Jos¨¦ Ilarraz, culpable del abuso de siete seminaristas menores de edad que estaban a su cuidado. El a?o pasado, fue el cura colombiano Juan Escobar Gaviria, tambi¨¦n condenado a 25 a?os por abusar de cuatro monaguillos. Y est¨¢ a la espera de un juicio el sacerdote Marcelino Moya, por dos casos. Las v¨ªctimas de Ilarraz entienden que los casos merecen la atenci¨®n del papa Francisco y le han pedido que intervenga la arquidi¨®cesis. No han tenido hasta ahora respuesta, pero esperan que la condena contra Ilarraz rompa las barreras con las que chocaron hasta ahora en el Vaticano.
El de Ilarraz es un caso paradigm¨¢tico. Entre 1989 y 1992, cuando ten¨ªa poco m¨¢s de 30 a?os, el cura tuvo a su cargo a estudiantes del primero y el segundo a?o del Seminario Menor, una escuela secundaria cat¨®lica donde los adolescentes quedaban internados durante toda la semana. Los menores ya ten¨ªan decidido ordenarse al terminar los estudios y el cura oficiaba de consejero espiritual en la carrera que iniciaban. La cercan¨ªa con ellos le permiti¨® intimar con los que consider¨® m¨¢s vulnerables, a los que manose¨®, desnud¨® y toc¨® durante a?os en la sombra de sus habitaciones u oculto en la oscuridad de las duchas, cu¨¢ndo ca¨ªa la noche. En 1995, un tribunal diocesano lo encontr¨® culpable. La condena de sus pares fue el traslado a otra ciudad y, m¨¢s tarde, un viaje de estudios al Vaticano, donde se licenci¨® en Misionolog¨ªa con una tesis sobre la labor de los ni?os en las misiones evang¨¦licas. A su regreso fue enviado a Tucum¨¢n, en el norte del pa¨ªs, hasta que en 2012 sus v¨ªctimas decidieron hablar y lo llevaron ante la justicia penal.
Fabi¨¢n Schunk, uno de esas v¨ªctimas, escuch¨® la condena contra su abusador sentado en la primera fila del tribunal. ¡°Estamos contentos porque se le ha aplicado la pena m¨¢xima, pero ahora hay que avanzar en el encubrimiento. Pese a la gravedad de sus actos, Ilarraz actu¨® con total impunidad y la anuencia de las autoridades¡± de la Iglesia, dice Schunk a El PA?S. Por eso, ¨¦l y otros abusados llevan a?os pidiendo al papa Francisco que intervenga el arzobispado de Paran¨¢, sin resultados. ¡°En 2012, cuando se inicia el juicio, agotamos todos los canales formales e informales posibles para llegar al Papa. A trav¨¦s del nuncio de aquel momento, de periodistas, de cartas, con las pruebas del juicio can¨®nico. Seguimos durante todos estos a?os y nunca tuvimos una respuesta¡±, lamenta.
La condena contra Ilarraz y la limpieza que Francisco realiz¨® d¨ªas atr¨¢s en la c¨²pula de la Iglesia chilena, donde el caso del cura ped¨®filo Fernando Karadima puso al descubierto un cerrado pacto de silencio, dio ahora esperanzas a las v¨ªctimas argentinas. ¡°Lo que motiva este pedido es que Francisco se haga cargo de todo esto, que d¨¦ al menos una palabra. Con una intervenci¨®n a gran escala como hizo en Chile o con al menos un gesto hacia las v¨ªctimas, algo que manifieste su cercan¨ªa y su preocupaci¨®n por lo que les ha pasado a estas personas¡±, dice Jos¨¦ Francisco Dumoul¨ªn, un exsacerdote que tras dejar los h¨¢bitos promovi¨® las causas judiciales por pedofilia en Paran¨¢.
La intervenci¨®n de la arquidi¨®cesis de Paran¨¢ ser¨ªa ¡°un gesto de m¨¢xima¡± por parte de Francisco, pero a las v¨ªctimas, dice Dumoul¨ªn, les alcanza con ¡°un gesto de delicadeza¡±. Ese gesto no ha llegado, mientras desde el arzobispado de Paran¨¢ ensayan pedidos de perd¨®n. En una carta p¨²blica, el arzobispo Juan Alberto Puiggari, bajo cuya orden estaba Ilarraz en el momento de los abusos, dijo que su di¨®cesis ¡°no supo encontrar los caminos m¨¢s adecuados para dar respuestas ajustadas a las necesidades de las v¨ªctimas¡±. ¡°Nunca dejaremos de sentir dolor por eso¡±, escribi¨® Puiggari, y record¨® que bajo su mando se cre¨® una comisi¨®n de prevenci¨®n de los abusos de menores. Del arzobispado de Paran¨¢ sali¨® tambi¨¦n un manual de buenas costumbres que, entre otras cuestiones, recomienda a los curas que no compartan con menores espacios cerrados o viajes en autos sin la presencia de otro adulto.
Para las v¨ªctimas, las medidas tomadas por Puiggari fueron ¡°puro maquillaje¡±, porque lo importante es romper con la cadena de encubrimiento que, por ejemplo, orden¨® a los seminaristas a mantener silencio absoluto sobre los casos probados de pedofilia. Schunk conf¨ªa en que Francisco dar¨¢, al fin, un paso hacia ellos. ¡°Si llam¨® a tantas viejitas para su cumplea?os, tambi¨¦n se puede comunicar con nosotros¡±, dice.
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