La ca¨ªda de las ¡°arbolatas¡± de Ortega en Nicaragua
La rebeli¨®n popular en Nicaragua ha comenzado a tumbar los ¡°¨¢rboles de la vida¡±, estructuras de metal que son el s¨ªmbolo del poder del presidente Daniel Ortega

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Derribar "arbolatas" se ha convertido en una obsesi¨®n para los habitantes de Managua, la capital de Nicaragua, en plena rebeli¨®n contra el Gobierno del presidente Daniel Ortega. Desde que botaron la primera, a finales de abril, cada semana centenares de capitalinos se re¨²nen alrededor de estas estructuras de metal, conocidas oficialmente como "¨¢rboles de la vida", para celebrar una acci¨®n que tiene mucho de simbolismo y de catarsis colectiva. Renombradas por la poblaci¨®n como "arbolatas" o "chayopalos" ¨Cpor la vicepresidenta Rosario Murillo, a quien popularmente llaman "la Chayo"¨C estas estructuras, sembradas en toda la ciudad por el Gobierno, son el s¨ªmbolo del poder del r¨¦gimen y derribarlas es la muestra m¨¢s clara del repudio popular al mandatario, que por once a?os ha manejado con mano de hierro las riendas de este pa¨ªs centroamericano.
Desde hace algo m¨¢s de un mes, miles de manisfestantes protestan contra Ortega en todo el pa¨ªs. Primero por un intento del mandatario de reformar la seguridad social, intento que disgust¨® a buena parte de la poblaci¨®n. Luego por la brutal respuesta policial a las protestas de los vecinos, que acab¨® en la muerte de al menos 76 personas. En su informe sobre lo ocurrido durante estas cinco semanas, presentado hace unos d¨ªas, la CIDH apunta que incluso ocurrieron ejecuciones extrajudiciales. De ah¨ª la rabia y de ah¨ª respuestas como el derribo de las arbolatas.?
La tarde del pasado s¨¢bado Jos¨¦, de 22 a?os y estudiante de Finanzas en la Universidad Polit¨¦cnica de Nicaragua, esperaba ansioso la ca¨ªda de una de las "arbolatas" en la c¨¦ntrica Carretera a Masaya. Llevaba el rostro cubierto con su propia camisa, como lo llevan desde hace m¨¢s de un mes miles de universitarios que se han alzado contra el Gobierno. Es una muestra de rebeld¨ªa, de masculinidad y de fuerza. Pero a pesar de su pose de duro, Jos¨¦ ten¨ªa que lidiar con un poder mayor, el de su madre, que a la par le repet¨ªa que no se acercara mucho a la estructura, que tuviera cuidado, que cuando cayera el "chayopalo" se regresaban a casa. "S¨ª, mam¨¢, rel¨¢jate", le suplicaba el chico.
Estos ¨¢rboles de la vida de colores chillones son una adaptaci¨®n del c¨¦lebre ¨¢rbol dibujado por el pintor austriaco Gustav Klimt en 1909. La vicepresidenta Murillo, esposa de Ortega, los estren¨® el 19 de julio de 2013, fecha en que se conmemora la celebraci¨®n de la revoluci¨®n popular sandinista. Murillo, una especie de sacerdotisa que mezcla lo m¨ªstico con los religioso pentecost¨¦s, los plant¨® por toda la capital como su talism¨¢n. Cada ¨¢rbol cuenta con centenares de lucecitas que titilan durante las noches. El costo de cada estructura, seg¨²n investigaciones de la prensa nicarag¨¹ense, asciende a 20.000 d¨®lares. En Managua se calcula que fueron plantados por lo menos 150 ¨¢rboles, en un obsceno despilfarro del patrimonio de un pa¨ªs empobrecido.
Desde abril han ca¨ªdo una veintena de "arboles de la vida", una acci¨®n liberadora que no ha estado exenta de pol¨¦mica y tragedia. Eduardo Spiegler, cineasta de origen guatemalteco, muri¨® el 16 de mayo aplastado al ser derribado uno de estos ¨¢rboles de metal. El Gobierno intent¨® manipular la muerte del realizador, pero su familia pidi¨® respeto y dijo que se trat¨® de un accidente. Desde entonces, los j¨®venes que se dan a la ardua tarea de tirarlos han tomado precauciones de seguridad, que incluyen la presencia de estudiantes de Medicina y rescatistas voluntarios en las zonas donde ser¨¢ derribadas las "arbolatas".
La tarde del s¨¢bado, inusualmente fresca en la capital de Nicaragua ¨Cque cada d¨ªa arde con su calor infernal¨C una veintena de muchachos luchaba con una de estas estructuras de metal. A ellos quer¨ªa unirse Jos¨¦, el chico de 22 a?os, pero su madre lo manten¨ªa vigilado con mirada de lince. A un muchacho que llamaban Spiderman, por su capacidad temeraria para escalar el "¨¢rbol", le tocaba la tarea de amarrar en lo que ser¨ªan las "ramas" las cuerdas con las que desde la base la halar¨ªan para que cayera. Debajo unos cinco chicos, con peque?as sierras de carpintero, romp¨ªan los tubos de hierro que la sosten¨ªan. Es un trabajo duro, que bien puede durar media hora. Un muchacho descamisado aserraba la "arbolata" con tanto ah¨ªnco que parec¨ªa pose¨ªdo por una fuerza sobrenatural. Es la adrenalina que droga a estos j¨®venes en rebeld¨ªa, que quieren demostrar su cansancio, su desprecio y su burla a un poder que los ha mantenido relegados por m¨¢s de una d¨¦cada. El joven, moreno, alto y lleno de m¨²sculos, mostraba su potente pecho sudado al dar la se?al de que la base estaba lista. Era la hora de la recompensa. Un grupo de j¨®venes recomendaba a los curiosos alejarse de la estructura, mientras que otros tomaban las tres cuerdas amarradas al "¨¢rbol de la vida".
Al conteo de tres todos halaban con fuerza, haciendo crujir las bases del ¨¢rbol, que comenzaba a tambalearse. "?S¨ª se puede, s¨ª se puede!", gritaba la masa. "?Qu¨¦ se caiga, qu¨¦ se caiga!", animaban a los chicos. "?De que se cae, se cae!", gritaba un hombre expectante. La estructura se mov¨ªa de un lado a otro y tras varios minutos de forcejeo se desplom¨® sobre la avenida con un ronco estremecimiento. ?Pum! Abajo. Comenzaba el pandem¨®nium. Los gritos y abrazos de alegr¨ªa, la gente corriendo para saltar sobre el gigante desplomado, como un Gulliver totalmente derrotado por los liliputienses. El llanto, esa sensaci¨®n de alivio y de triunfo, la certeza de que el miedo no volver¨¢ jam¨¢s, que "las calles son otra vez del pueblo" y de que Ortega, tarde o temprano, dejar¨¢ el poder.
Este acto simb¨®lico tambi¨¦n es una muestra de patriotismo. Sobre el metal derribado decenas de personas deten¨ªan el salto para alzar sus banderas y cantar el "Salve a ti, Nicaragua", el himno nacional. Es el orgullo por lo nicarag¨¹ense recuperado tras el secuestro del poder, que mezcla lo nacional con lo partidario, el ser "nica" con ser miembro del Frente Sandinista. Esta tarde de s¨¢bado fresca despu¨¦s de una tormenta, Nicaragua volv¨ªa a ser por un momento la tierra de libertad so?ada por sus poetas. "?Qu¨¦ se levanten todos, hasta los muertos!", les hab¨ªa exigido unas semanas antes el poeta Ernesto Cardenal. Los capitalinos le escucharon y se alzaron para derribar "chayopalos", el s¨ªmbolo del poder autoritario.
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