En el b¨®lido hasta el ¨¢tico
Un socio de Trump levanta en Miami una torre en la que los coches acceden directamente a las viviendas
La Torre Porsche se levanta sobre los escombros del colapso financiero de 2008. Gil Dezer, su promotor, recuerda el apocalipsis recostado en un sof¨¢ del vest¨ªbulo. ¡°A m¨ª me dio diabetes, empec¨¦ a perder pelo. El mundo se estaba desmoronando. Bancos cayendo por todos los lados, banqueros saltando por las ventanas. Y yo construyendo en Miami cuatro torres con licencia Trump y con el proyecto para Porsche¡±. Dezer, un neoyorquino de 43 a?os que habla espa?ol con acento porte?o ¡ªherencia de su exesposa¡ª, sonr¨ªe pensando en que fue capaz de salir indemne de aquel infarto masivo del capitalismo. En Miami, una de las capitales mundiales de la ostentaci¨®n, la Torre Porsche es, desde que se inaugur¨®, hace un a?o, uno de sus iconos de riqueza.
El primer desarrollo inmobiliario con el nombre de la m¨ªtica casa de coches alemana es un cilindro negro de casi 200 metros de altura junto a Miami Beach. Por fuera impone, pero su secreto m¨¢s espectacular est¨¢ dentro. Son tres ascensores en los que los residentes pueden subir hasta la puerta de sus apartamentos sentados dentro del veh¨ªculo.
¡°Es un edificio pensado para los locos de los coches¡±, dice Dezer. La torre cost¨® m¨¢s de 400 millones de d¨®lares y el ascensor, en el que trabaj¨® una treintena de ingenieros de Estados Unidos y Alemania, 40 millones, incluidos seis que se gastaron en montar en Chicago una peque?a torre de r¨¦plica para hacer pruebas por exigencia del servicio de bomberos de Miami, que nunca hab¨ªa dado una licencia tan ex¨®tica.
Dezer ejerce de maestro de ceremonias para ense?ar c¨®mo funciona una innovaci¨®n que ¡°marcar¨¢ en el futuro la manera de aparcar coches en los edificios altos¡±, sostiene. El conductor no tiene que hacer nada. Apaga el motor y una plataforma rob¨®tica se encarga de colocar el coche en su sitio exacto. El proceso de acomodamiento lleva un par de minutos, pero en cuanto se pone en marcha la subida es veloz. Los o¨ªdos se taponan. Dezer, exultante, pregunta: ¡°?Es cool o no?¡±.
?Qui¨¦nes son los inquilinos? El constructor solo da pistas. ¡°Grandes ejecutivos, famosos, alg¨²n cantante que escuchas todo el rato en la radio. Hay un tipo que es presidente de una bebida que tomas a menudo, un magnate del videop¨®ker o un individuo que ten¨ªa una f¨¢brica de Nike en Argentina, la vendi¨® a la compa?¨ªa y se retir¨®¡±.
Al llegar al ¨¢tico ¡ªa¨²n en venta por 32 millones de d¨®lares ¡°negociables¡±¡ª el ascensor se detiene en una habitaci¨®n con entrada directa al sal¨®n, un espacio enorme con un ventanal desde el suelo hasta el techo con vistas al mar turquesa de Miami. ¡°Desde la calle directo a tu casa¡±, resume Dezer. ¡°Esta es la idea. Puedes vivir como un ermita?o dentro de tu deportivo¡±.
La Torre Porsche a¨²na los dos atributos de la familia. El padre de Gil, Michael Dezer, hizo su fortuna en el mercado inmobiliario de Manhattan y tiene una colecci¨®n de m¨¢s de mil coches, entre ellos, ¡°todos los batmovil, el DeLorean de Regreso al futuro y uno de James Bond¡±, precisa su hijo, que dispone a su vez de 30 deportivos. A pie de torre, ense?a el Porsche que le lleg¨® la v¨ªspera desde Alemania, un ejemplar de 372.000 d¨®lares y 700 caballos, para cumplir con uno de sus mayores placeres: ¡°Acelerarlo y sentir c¨®mo los ojos se te incrustan en el cerebro¡±.
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