Rescate contra reloj en G¨¦nova: ¡°Si estamos cansados podemos cometer errores¡±
La primera hip¨®tesis que se baraja es que la estructura del puente cedi¨® ante el peso de los veh¨ªculos
Todos en G¨¦nova miraban con temor al imponente viaducto Morandi, una mole de 90 metros de altura y m¨¢s de un kil¨®metro de largo, incluso antes de que se desplomara y dejara al menos 37 muertos, tres de ellos menores de edad. Ahora dirigen la mirada hacia los escombros con recelo. ¡°Tarde o temprano ten¨ªa que pasar algo. Siempre estaba en obras¡±, es el comentario m¨¢s extendido en la ciudad durante las horas siguientes al derrumbe. Mientras crecen las dudas sobre la vulnerabilidad de la infraestructura y la sensaci¨®n de que la cat¨¢strofe se pod¨ªa haber evitado.
En torno al medio d¨ªa llov¨ªa intensamente en G¨¦nova y decenas de autom¨®viles cruzaban este armaz¨®n inmenso que coronaba la panor¨¢mica de la ciudad, cuando una parte de la estructura se vino abajo de repente, llev¨¢ndose consigo unos 35 veh¨ªculos, seg¨²n los c¨¢lculos de los bomberos.
Idriss es un camionero de Parma que cada d¨ªa trasporta mercanc¨ªas desde G¨¦nova. Estaba atravesando el puente cuando el instinto le hizo clavar los frenos. Vio c¨®mo ca¨ªan primero los tirantes y despu¨¦s el piso del puente. ¡°Pas¨® delante de mis ojos, no consigo borrar esa imagen, a¨²n lo veo¡±, dice. Consigui¨® detenerse justo al borde del abismo. Dio marcha atr¨¢s hasta que encontr¨® m¨¢s coches y despu¨¦s apag¨® el motor y baj¨® del cami¨®n. ¡°Otro camionero dej¨® el motor en marcha y sali¨® corriendo. Con la lluvia no se ve¨ªa nada, solo se ve¨ªa gente escapando mientras gritaba¡±. Idriss ha pasado la noche, a la espera de recuperar su cami¨®n, en el centro c¨ªvico Buranello, uno de los campamentos improvisados para los casi 500 evacuados. Junto con Muller Batubitz, un conductor esloveno, que conoci¨® escapando del puente y del que no se separa, recuerda: ¡°Somos afortunados, para nosotros ha sido un nuevo cumplea?os. Dos segundos m¨¢s y no lo contamos¡±.
En el mismo centro duerme tambi¨¦n Daniele Dubbini. Es m¨²sico y conduc¨ªa por el viaducto camino a casa, despu¨¦s de un concierto. ¡°Vi como el puente se desplomaba delante de m¨ª y no entend¨ªa bien lo que estaba sucediendo. Parec¨ªa una pel¨ªcula apocal¨ªptica¡±, dice con el semblante cansado. ¡°Todos intent¨¢bamos dar marcha atr¨¢s hasta que vimos que no era posible, as¨ª que bajamos de los coches y echamos a correr mientras dec¨ªamos a quienes encontr¨¢bamos que hicieran lo mismo¡±. Relata tambi¨¦n el p¨¢nico que se vivi¨® y c¨®mo dio paso a la solidaridad. ¡°Cuando llegamos al t¨²nel, la gente se quitaba su ropa seca para d¨¢rnosla. Algunos se abrazaban¡±, dice. ¡°He tenido miedo hasta hace una hora¡±, masculla antes de ir a dormir.
En el Buranello decenas de voluntarios llevan pizza al centro y algo de pasta; reparten mantas ¡ªlas temperaturas se desploman durante la noche y la humedad se dispara en la norte?a G¨¦nova¡ª, almohadas y ropa. Tambi¨¦n organizan traslados a otros centros de la ciudad donde a¨²n tienen disponibilidad.
Filippo va a moverse a otro alojamiento, con la ayuda de los voluntarios. ¡°Doy mi casa por perdida. No s¨¦ cuando podr¨¦ volver a entrar en condiciones seguras¡±, dice mientras sujeta una bolsa con las que en el momento son todas sus pertenencias: dos pantalones y un par de camisas que cogi¨® al vuelo antes de salir para pasar la noche.
Trabajos sin tregua
La primera hip¨®tesis que se baraja es que la estructura del puente, una de las arterias neur¨¢lgicas de la regi¨®n por la que transitan un gran n¨²mero de personas y mercanc¨ªas a diario cedi¨® ante el peso de los veh¨ªculos. Mientras se esclarecen las causas, los equipos de rescate han continuado trabajando, por turnos y sin tregua durante toda la noche. ¡°Es importante saber cuando parar. Si estamos cansados corremos el riesgo de cometer errores¡±, dice un voluntario de la Cruz Roja que prefiere no dar su nombre mientras prepara el relevo con el grupo siguiente y se despide hasta dentro de unas horas. Son las dos de la madrugada y el trabajo contin¨²a a destajo.
Bomberos, voluntarios de protecci¨®n civil y de la Cruz Roja y equipos de la unidad canina de los cuerpos de seguridad se organizan por turnos para rastrear entre los escombros y fijar la estructura para asegurarse de que no se produzcan nuevos derrumbes. La prioridad es encontrar a supervivientes bajo los escombros. Sin embargo, desafortunadamente lo que a menudo encuentran son v¨ªctimas.
Al pie de las ruinas hay un equipo de psic¨®logos que durante el d¨ªa ha atendido a heridos y familiares de v¨ªctimas y desaparecidos. Tambi¨¦n est¨¢n ah¨ª para prestar soporte a los equipos de rescate. No trabajan en condiciones sencillas y la noche es cr¨ªtica, recuerdan. Todos elogian el trabajo del resto y juntos forman una cadena de salvamento precisa e impecable. ¡°Los bomberos son unos aut¨¦nticos h¨¦roes¡±, dice un voluntario de protecci¨®n civil, tambi¨¦n exhausto.
La zona es un constante traj¨ªn de perros de rescate, en los que todos tienen puestas las esperanzas para encontrar a posibles supervivientes atrapados entre los enormes cascotes. Gr¨²as y excavadoras no paran de entrar y salir de la zona acordonada. Emmanuelle Grissi, representante del cuerpo de bomberos del Piamonte, explica que se trabaja como en un terremoto, entrando en los escombros para tratar de encontrar t¨²neles y abrir v¨ªas, sin remover las ruinas, para llegar a los? supervivientes. ¡°Se trabajar¨¢ 24 horas al d¨ªa¡±, dice antes de empezar a coordinar el establecimiento de un campo base para ofrecer apoyo log¨ªstico a los equipos de emergencias. ¡°Nos estamos preparando para continuar trabajando durante mucho tiempo¡±.
El gigantesco vaci¨® que han dejado los casi 200 metros de puente que se vinieron abajo es siniestro y la estructura mutilada ofrece una panor¨¢mica tr¨¢gica de la ciudad. Las gr¨²as inmensas y los grandes helic¨®pteros de rescate que transitan por la zona sin cesar parecen diminutos al lado de las ruinas, que se amontonan sobre la carretera que pasaba por debajo del puente, como si fueran una colosal pila de cartones enmara?ados. La estampa ofrece una idea de la dificultad de las labores de desescombro y b¨²squeda de v¨ªctimas.
Cerca de all¨ª, un grupo de vecinos comenta el desastre. ¡°He crecido aqu¨ª y todos aconsejaban no pasar por el viaducto porque era peligroso. Mi padre siempre dec¨ªa que estaba mal construido, no apto para la climatolog¨ªa de aqu¨ª¡±, dice Giordano Liampi. ¡°Lo hicieron as¨ª para economizar al m¨¢ximo los recursos¡±, se queja Mariela. ¡°Yo siempre intentaba bordear la ciudad para no pasar por all¨ª¡±, murmura Illaria. ¡°Si no se hubiera ca¨ªdo hoy, lo habr¨ªa hecho dentro de seis meses, un a?o, dos¡¡± a?ade Ahmed.
La ciudad de G¨¦nova, rodeada por el mar y los imponentes Apeninos es estrecha y alargada. Solo dos v¨ªas la cruzan de este a oeste: una era la autopista del viaducto y la otra es una carretera nacional llena de sem¨¢foros. ¡°Cuando llegue septiembre las comunicaciones en la ciudad van a ser insostenibles¡±, dice Luigi Gattaleschi, taxista de la ciudad, que como la mayor¨ªa de los genoveses pasaba varias veces al d¨ªa por el puente Morandi ¡°y siempre con bastante respeto¡±.
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